No te metas
Pero donde hay peligro,
crece también lo que nos salva.
Friedrich Hölderlin
Fue Tania
quien me lo dijo: Sánchez estaba muerto. Le habían dado vuelta. La noticia me
descolocó. ¿Y Fátima?, se me escapó. ¿Sabes algo de ella? Tania interrumpió
el llanto: ¿Por qué lo preguntas? Sin saber qué inventar, solo me quedó
decirle la verdad, la tardía verdad: Anteayer Carlos la llevó a su
casa. Y desde eso, ni ella ni él han
vuelto a aparecer. La reacción de Tania fue mayor que la que me esperaba.
Se levantó y, pequeña como era, se dio maña para tomarme del cuello y empujarme
contra la pared: ¡Huevón, debiste haberme dicho eso cuando te conté que el
gordo no me había escrito como lo hacía siempre! ¡Esa perra lo ha centrado!
¡Esa perra lo ha centrado! Descargada la ira, me liberó y volvió a hundirse
en el sofá.
Le dije al
gordo cojudo que, si alguna vez me sacaba la vuelta, no lo hiciera con las
venezolanas nunca. Los Horna sembraron a Fátima para cagar a mi gordo, carajo.
¡Venezolanos y la reconchasumadre!
Sin dejar
de sobarme el cuello para aliviar la presión que me habían dejado los dedos de
Tania, bajé la cabeza. Sentí que tenía gran parte de la culpa en la
desaparición de Sánchez. Me quedé pensando también en lo que acababa de decir
Tania, en eso de que el gordo estaba advertido de no sacarle la vuelta.
Sus
sollozos eran sinceros: He perdido a mi marido, carajo. Quedé en shock,
un shock más fuerte que el que me había producido la noticia de la muerte del
gordo. ¿Sánchez era el marido de Tania? ¿Y por qué no vivían juntos? Sánchez y
Tania siempre se comportaron como socios delante de todo el mundo; nunca como
amantes. ¿Era tu marido?, pensé en voz alta. Tania se aleonó: Sí,
cojudo, era mi marido, mi socio, mi todo. Volvió a sentarse en el
sofá. No estábamos casados, pero era como
si lo estuviéramos, siguió llorando.
Luego de
que Tania se fue, les dejé un mensaje hablado a las chicas: No vengan hoy.
Día libre. Y apagué el celular. Sabía que ellas protestarían. ¿Día
libre? En la kinería, no había día libre. Un día no trabajado era un día no
comido. Aunque mis putas, si estaban administrando bien su dinero, podían darse
el lujo de huevear un mes si así lo deseaban. No podían quejarse: ganaban las
más altas comisiones de la industria gracias a la estrategia de ventas y
atracción del mejor talento que desarrollamos con Sánchez. Nuestro chongo había
ganado prestigio entre los kineros más serios de Lima. Así que, volviendo al
tema del día libre, bien podían permitirse un día sin trabajar.
Aseguré la
puerta del departamento y reflexioné sobre mis próximos movimientos. Si mataron
a Sánchez, ¿sus enemigos estarían también detrás de mí? ¿Qué mierda había hecho
Sánchez? A ver, a ver, para empezar ¿era verdad que estaba muerto? Eso era lo
que había dicho Tania, pero ¿había visto el cadáver con sus propios ojos? Y si
no lo vio, ¿cómo se enteró? ¿Quién le fue con la noticia? Debía volver a conversar con Tania. Debía
resolver esas dudas que recién, en la soledad de mi departamento, se me
presentaron contundentes. Le toqué la puerta. Ella misma salió a recibirme.
¿Qué
quieres, huevonazo? Si me hubieras avisado a tiempo, mi gordo no estaría muerto, me ladró.
¿Y cómo
sabes que está muerto? ¿Quién te lo dijo? De repente, es mentira, la animé.
¿Cuál
mentira, idiota? ¿Crees que mentiría con algo tan delicado? ¿Crees que voy a
estar llorando por las huevas? Yo había escuchado, cuando era parroquiano, que Tania
se loqueaba luego de beber con desafuero. También, se decía que se volvía más
cachera. A veces, les buscaba la bronca a la gente con la que chupaba. Al verla
así de airada, confirmaba alguno de esos dichos.
Tania, de
repente, el gordo no está muerto. ¿Acaso lo has visto?, intenté
que entrara en razón.
Ella, medio
vencida por mi tozudez, cejó: No lo he visto. Me lo han contado. Lo
encontraron baleado en su auto.
¿Te
mandaron fotos?, me apresuré.
No, idiota.
No quise. Eres bien frío ¿no, mierda? ¿Si matan a tu papá a balazos, te
gustaría ver las fotos de la masacre? No seas insensible.
Permanecí
en silencio. No quería exacerbar todavía más sus ánimos revueltos. Tras unos segundos
de calma, le comuniqué mi decisión: Voy a averiguar qué pasó con el gordo.
¿Qué?, saltó
Tania. ¿Qué vas a hacer?
Voy a
averiguar.
¿Y qué? ¿A
quién le vas a preguntar? ¿Vas a ir por la calle preguntándole a todo el mundo
quién mató a Sánchez?
No, pero
voy a averiguar. Es más, ya sé por dónde empezar, dije.
Yo te
sugeriría que no te metas. Ni yo que soy su mujer quiero meterme. Cuando matan
a alguien en este negocio, es por algo. Seguro el gordo cagó a alguien o se
pasó de la raya en algo. Es mejor no meterse, huevón. En mi caso, seguiré con
mis cosas sin joder a nadie.
¿Estás
segura? ¿Es en serio lo que me dices?, no podía creer que no quisiera mover un dedo por, al
menos, averiguar quién mató a su gordo.
Tómalo como
quieras, Luis.
Luego de
botarme de su departamento, fui a donde creía que hallaría una pista.
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