Te quedaste
picona
El que se pica, pierde.
Anónimo
Ese día,
contrataron a tres de las seis chicas que se presentaron a las pruebas. Ninguna
había sido engañada. Ninguna había llegado a las entrevistas pensando que iba a
ser anfitriona o modelo en algún acto público. El anuncio había sido muy claro:
se necesitan señoritas para ofrecer servicios íntimos a caballeros solventes.
Sin embargo, Pamela, chica delgada, mamá de dos niños de tres y un año, no
había quedado conforme con el veredicto de Luis, quien ya había tomado las
riendas de las dos últimas entrevistas. Pamela era la última chica de la fila.
¿Por qué no
estoy contratada?, dijo ella confianzudamente.
Luis
respondió serenamente: Porque ya estamos completos y, agregó, porque no
tienes lo que me gusta. Creo que te lo dejé bien claro hace unos momentos, ¿no?
Te voy a
denunciar, conchatumadre, amenazó Pamela. Todita esta huevada se va a
descubrir. Voy a mandarles a todos los noticieros, van a ver, arremetió,
mirando también a Sánchez, que regresaba de cagar luego de haber visto a Luis
manejando con rescatable decoro las entrevistas.
El gordo
estuvo a punto de intervenir, pero la voz ceremoniosa de Luis se adelantó,
mostrando iniciativa.
¿Vas a
llamar a los canales de televisión? ¿A los periódicos?, preguntó,
como si nada temiera.
Sí,
conchatumadre, toda tu huevada se va a ir a la mierda, confirmó
Pamela.
Anda nomás.
No te vamos a detener. Si quieres te pago el taxi al canal cuatro o al cinco.
Están muy cerca de aquí. Pero eso sí, te aviso que tengo un gran amigo que me
debe muchísimos favores y que se dedica a desaparecer a gente que jode.
A mí no me
amenaces, conchatumadre, se envalentonó Pamela.
No, si a ti
no te estoy amenazando, mamita, dijo Luis. Había entendido que el manejo de estos
asuntos era igual al que se empleaba en las oficinas de Palma & Co. S.A. Estoy
amenazando a tus chibolos.
¿Qué?, se indignó
Pamela.
Pero no te
preocupes. Mi pata los visitará rápida y silenciosamente. Ni cuenta te vas a
dar, la calmó Luis.
Por las
huevas es, desestimó Pamela. Ni sabes dónde vivo. La
dirección que puse en los papeles que me entregaste no es mía. Estás cagao.
Qué
vocabulario, pensó Sánchez, conteniendo una sonrisa.
Bueno, entonces
quédate tranquila. Ve a hacer tu denuncia hoy y mañana te quedas sin hijos. Tú
déjanos eso a nosotros. Mi pata es bien efectivo.
Pamela los
miró; a Luis con profunda cólera y a Sánchez con asco. Luego de bufar con
poderoso estruendo, se largó dando un portazo.
¡Espérame!, le gritó
Luis. ¡Tengo que abrirte la puerta del departamento! Salió tras ella
caminando con plena calma.
Sánchez no
podía creer lo que acababa de presenciar. Se acercó a Luis cuando éste regresó
al cuarto.
Me quito el
sombrero, carajo. Qué manera de dominar la situación, le encajó
unas palmaditas en la espalda. En todos los años que tengo metido en esto,
nunca manejé este tipo de situaciones con la calma que acabas de demostrar. Te
felicito. Creo que llegaremos a ser una gran dupla administrativa.
Al caer la
noche, Sánchez y Luis se despidieron con un fuerte apretón de manos. Sánchez
había pasado el resto del día recibiendo a los clientes de su negocio; Luis,
efectuando los cálculos de la sucursal que él dirigiría. Con el dinero de Luis,
Sánchez había alquilado el departamento del costado, que también le pertenecía
al mismo dueño que le arrendaba el legendario 301, más conocido como el Cubil
de Tania.
Vas a tener
que desarrollar una vista de halcón para detectar a los soplones, dijo Sánchez
tras soltarle la mano a Luis. Yo te voy a ayudar mañana. Creo que todavía
tienes que entrenar el ojo.
No me
importa que vivas aquí el tiempo que quieras, le dijo Sánchez a Luis, ya
en casa, mientras se secaba una lata de cerveza alrededor de una pizza de
pepperoni. Sé que te irá bien muy pronto y no será necesario que te diga que
tienes que mudarte. Lo harás por ti mismo. Ya verás. ¡Salud!
Luis
todavía tenía una buena cantidad de los dólares que le había depositado Omar
Palma, pero la reservaba para los gastos de sus hijos. Si se mudaba, lo haría
con las ganancias del negocio, aunque pensaba vivir en el mismo depa que había
alquilado para sus chicas. Se lo contó a Sánchez. Este no se lo recomendaba. Podía
ser peligroso. Aquí uno hace muchos enemigos, compadre. Te ubicarían
fácilmente ni bien tengan un desacuerdo. Y esos patas no te hablan; esos
huevones disparan. Luis pensó: Gordo huevón; el que no arriesga no gana.
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