Iba hueveando. La mañana fría, rica, como me gusta, iba conmigo de la
mano. Entonces tú, harinera, apareciste, blancas las narices, las manos y la
mirada.
El poeta de Quilca quiere estar duro en Quilca.
¿Tienes lo mío?
¿Tan temprano, poeta? Recién voy a buscar la harina. Hoy voy a poner a
Quilca más blanca que nunca.
El poeta de Quilca quiere estar blanco en Quilca.
Hoy te quiero a ti, mi fiel harinera. Eres más blanca que el sendero que
une a los coqueros de La Perla, San Miguel y Magdalena.
El poeta de Quilca solo quiere amar en Quilca.
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