Para sanar mi alma rota, me he quedado contemplando una foto de mi madre
a través de la gruesa cortina de agua salobre que intenta nublarme la vista.
En su rostro hay dolor por las muchas veces que nunca la llamé, aunque
hay también un algo que calma el sufrimiento, que mira en silencio y perdona.
En esta noche de sufrimiento, he decidido abandonar este cuerpo de
tantos años, pero mi madre me ha mirado y me ha pedido que me quede.
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