Para alargarme la vida dos o tres días como mucho,
sacrificaste la de una veintena de hombres que no se
dieron cuenta de que llevabas en ti la cura a sus
obsesiones.
Esta es tu despiadada ley tradicional,
gracias a la que hasta ahora he sobrevivido,
gracias a la cual, dentro de poco, diecinueve hombres
ilusionados y yo desapareceremos al amanecer.
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