Un cielo con brillo de lamentos.
Una música débil que horada corazones de estaño.
Jodido bajo el cenit del cristal dorado de dolor, me adentro en la plaza
donde una soga cuelga para mí.
Me vestirán de negro terciopelo y el mundo emergerá del crepúsculo
limpio y resanado, iluminado por el chillar auroral de tus estrellas.
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