Otros diez minutos.
Me siento en el suelo y no me muevo más.
Respiro hondo y otra vez soy consciente de mi estado.
Oigo al aire llegarme y abandonarme. No hay más sonido que ese.
Ya no hay pisadas ni golpes ni gritos.
El cielo ha reaparecido y se aleja. No se ven más los negros nubarrones
que lo cubrían de fúnebre lucidez y tenebrosa claridad.
Entonces, comienza a soplar una ligera brisa.
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