Atravesando la garúa que ennoblece al paisaje, pasan las chicas que retornan
del desenfreno de las discotecas.
A lo lejos suenan las bocinas tristes
y la mañana gatea su ausencia de sol.
Las discotecas se han quedado frías y solas con sus botellas.
Por su suelo penan bailes y refriegas que volverán a la vida el próximo
fin de semana.
Cierro los ojos y me pierdo en la garúa dejando que el corazón vaya
detrás de las sobrevivientes de las discotecas.
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