Nos quedamos solos en ese baño. Desde esa madrugada éramos enamorados.
Los grafitis de las paredes luchaban por arrebatarnos la atención bajo
un techo crepuscular de color indescifrable.
¿Cachamos?
La muy bandida se deshizo del calzón como quien se tira una clase de la
universidad.
Los ripios caían desde mi pantalón al piso salpicado de pichi y, en el
aire inmóvil y tieso, reinaba el alma del mojón que se deshacía en el wáter.
Nunca se atrevió a mirarme. Le bastó con saber que ya éramos enamorados.
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