viernes, 2 de noviembre de 2012

"Dabai, Chelo, dabai" - Giovanni Barletti



Gracias a la feliz iniciativa del blog “Lee por Gusto” de obsequiar a sus lectores con libros, pude leer “Dabai, Chelo, dabai”, colección de cuatro cuentos, más o menos extensos, escritos por el moqueguano Giovanni Barletti (1988) y publicados por Cascahuesos editores.
“Dabai, Chelo, dabai” es el nombre del segundo relato que presta su nombre al libro. Este cuento, así como los dos últimos, “Rojizo” y “El detective salvaje”, son cualitativamente inferiores al primero, “Como quien no quiere la cosa”, de lejos el más original, mejor trabajado e ingenioso. No es que los últimos tres relatos sean malos; son buenos y entretenidos. Sin embargo, el primer texto descuella notablemente. Todo esto, claro, según mi modesto, discutible y muy subjetivo parecer. Como diría don Marco Aurelio Denegri, parafraseando al eximio cuentista Cortázar: “Es muy difícil hallar cuentarios que tengan más del 10% de bondad cuentística. Si un cuentario tiene 10% de bondad ya es aceptable”.    

Los cuatro relatos del libro están publicados de acuerdo con el orden cronológico en que fueron escritos, así tenemos: “Como quien no quiere la cosa” en diciembre del 2009, “Dabai, Chelo, dabai” en marzo del 2010, “Rojizo” en octubre del 2010 y “El detective salvaje” en enero del 2011.

Si consideramos lo escrito anteriormente, podríamos inferir que el autor perdió originalidad y desfachatez con el tiempo, ya que “Como quien no quiere la cosa” es un relato que toca problemáticas sociales muy actuales y recurrentes, pero que son tratadas y presentadas al lector de un modo asaz particular e interesante. Digamos, y esto siempre desde mi propia subjetividad, que este cuento podría ser antologable, pues invita al lector a ser parte de la trama de la narración, que no es lineal, sino que salta en el tiempo a través de las voces de sus cuatro personajes principales: Meche, Mario, Tavo y Analú. Este relato involucra al lector y lo convierte en un engranaje necesario para que la maquinaria del texto se mueva. Una característica encomiable del cuento es que le entrega datos discretos al lector para que él arme en su mientes el argumento propuesto.

“Dabai, Chelo, dabai” (en español: “Vamos, Chelo, vamos”) describe los deliquios amorosos de un joven universitario peruano en un lugar tan lejano e improbable como Kiev. La mente del protagonista, Chelo, flota sobre apasionadas nubes creadas por una guapa ucraniana, mientras que su tío (Loco), y el amigo de éste (Deivid Charaja), lo cogen de los pies para enclavarlo en la poco poética realidad que los rodea: “Ten cuidado, Chelo, no confíes en las ucranianas. Ya te he dicho que lo único que quieren es meterte la rata.”

“Rojizo” da cuenta de las peripecias en las que se embarcan un par de amigos cuando deciden incursionar infructuosamente en la proscrita actividad del proselitismo de un grupo marxista. Uno de ellos es arrastrado hacia esa ideología luego de sufrir un revés amoroso a causa de una muchacha que no tenía reparos en relacionarse con tal o cual chico.

“El detective salvaje” es un claro guiño a Bolaño –el personaje principal, un detective taimado, alcohólico y putañero, conduce un coche Impala-. Si bien el relato es entretenido, se regodea en lo repetitivo de los encuentros sexuales del protagonista en lenocinios y en sus grandes curdas.

Si bien estos tres últimos relatos son entretenidos y muestran cierto trabajo técnico, son muy largos; una poda verbal no les hubiera caído mal.

Giovanni Barletti, a pesar de su juventud, demuestra un sano afán por explorar distintos artificios narrativos y, por los epígrafes colocados en el libro, una vastedad de lecturas interesantes. Definitivamente, el primer cuento de “Dabai, Chelo, dabai”, convierte al libro en un texto recomendable.

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