domingo, 28 de abril de 2024

Novela "El profe Bruti" de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 03

 



Todo está perdido cuando los malos

sirven de ejemplo y los buenos de mofa.

Demócrates

 

Ha sido un día de mierda.

Gonzalo acaba de perder el trabajo. El dueño de la academia preuniversitaria Venus 3000, donde dicta el curso de Literatura, lo ha expulsado sin miramientos. No es posible que me lleguen estas cosas sobre usted, señor Reynoso. Esta es una institución seria. Los maestros que laboran aquí son ejemplos de vida.

 De camino a la puerta de salida, Gonzalo se topa con Pietro Quispe, maestro de Matemáticas.

¿Qué pasó, negro? ¿Y esa cara larga?

Nada, compare. Todo está bien, miente Gonzalo, cortante. Jamás le contaría a ninguno de sus colegas un solo problema laboral, mucho menos personal. Sí, Pietro se enterará tarde o temprano del despido, pero no será de su propia boca.

¿Entonces? Estás blanco, negro. Parece que me hubieras visto meando, se ríe Pietro.

Fuera, huevón. Permiso, ya me voy, dice Gonzalo, el semblante sombrío. No está para las bromas cojudas del cholo Pietro.

Quispe le extiende una mano: No te vas a ir así como una mula, ¿no, negro? Somos profesionales, carajo.

Gonzalo sabe muy bien que Pietro tiene la costumbre de agarrarse los huevos, que, dicho sea de paso, jamás se lava, para luego estrecharle la mano al dueño de la academia. Es un modo de cobrarse una revancha diaria con la vida que lo ha tratado tan mal, que lo ha convertido en profesor de Matemáticas y no en el jugador de fútbol que anheló ser desde niño. El dueño de la academia es la representación de esa vida tan mezquina que le ha tocado.

¿Me vas a dejar con la mano extendida, zambo?, parece ofenderse Pietro.

Lávate la mano, serrano asqueroso, dice Gonzalo y reinicia su andar hacia la puerta.

Te vamos a extrañar, Profe Bruti, alcanza a decir Pietro con cincelada mofa. Ve a pedir limosna en tu canal de YouTube, negro malparido. De repente ahí te va mejor que como profe.

Con todo gusto, le hubiera sacado la mierda al cholo, pero Gonzalo está estático. Varias preguntas se acaban de formular en su cabeza y no acierta a colocarles una respuesta plausible a ninguna de ellas. ¿Cómo se enteró este conchasumadre de que me acaban de botar? ¿Cómo sabe que trasmito huevadas en YouTube? ¿Cómo supo mi seudónimo?

El cholo Quispe, que no es cojudo, ha subido las escaleras y ha desaparecido en los vericuetos de ese vetusto y estrecho edificio. Sabe que, de un buen golpe, Gonzalo lo hubiera dejado fuera de combate.

***

Leyó tres veces el dizque cuento. ¿Quién podría ser este conchasumadre?, caviló Gonzalo. ¿Quién tiene esta fijación perversa conmigo? ¿Quién me quiere hacer daño? ¿No toleran que un negro triunfe en algo, carajo?

Decidió que esas mismas preguntas se las trasladaría a sus seguidores ya mismo. Quizá ellos conocían la identidad de sus saboteadores.

Se sentó frente a la computadora. La encendió. Probó su cámara. Todo estaba listo. Ingresó en la cuenta de su canal de YouTube y empezó la transmisión en vivo.

¡Qué tal, gente! Aquí el Profe Bruti. Hoy voy a dirigirme a unos conchasumadres que me han hecho perder el trabajo, el número de conectados al directo subía rápidamente. Quiero que ustedes me digan por qué hay hijos de puta que no toleran que un hombre de raza negra triunfe en YouTube como yo lo estoy haciendo. Hoy les voy a contar cómo acabo de perder mi chamba de profesor por culpa de unos mierdas que quiero que me ayuden a identificar.


viernes, 26 de abril de 2024

Novela "El profe Bruti" de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 02


 

Bruti se encasquetó su tan preciado blazer azul y se dirigió a la puerta. Su esposa, ocupada en lavar la vajilla, lo atajó.

¿Otra vez te vas a largar con tus amigotes?, las manos de la mujer goteaban agua sucia y espuma deslucida.

Oe, y a ti qué chucha te importa, ah, ladró Bruti sin dignarse a mirarla. Él era más alto que ella por varias cabezas.

Baja la voz, oye; el bebe está durmiendo, farfulló la mujer, los pelos largos, las puntas de sus cabellos abiertas como tridentes.

Bruti, negro alto, corpulento, el cabello enrulado y pegadísimo al cráneo, se abrió paso hacia la puerta. No me esperes despierta. Voy a regresar mañana, dijo. 

***

Era un restaurante especializado en parrillas. Bruti le dio la mano a Cinthio Valente, conocido periodista deportivo que había perdido su principal fuente de ingresos económicos por culpa de un altercado en el que no supo mantener la cabeza fría.

Ambos intercambiaron un saludo distante.

¿No llega?, preguntó Bruti.

No, dijo Cinthio y volvió a enterrar la cara en su celular.

¿Por qué no entras?, dijo Bruti.

Intenté, pero me sacaron, masculló Cinthio. Fuera de cámaras, su fallida vocalización también era flagrante. Solo dejan entrar a gente de plata, agregó secamente, sin levantar la cabeza del celular.

Aún no se sentía el calorcito que los noticieros anunciaban sería fuerte en veinte o treinta días más. El viento que barría las calles de ese elegante distrito limeño se coló por los resquicios del elegante blazer de Bruti. El grueso del dinero que percibía por dictar clases en las instituciones educativas que lo contrataban se convertía en perfumes caros, ropa de marca y alguna que otra veneca. El vientecillo juguetón le provocó a Bruti un cosquilleo gélido.

Pensó: Este huevón de Cinthio es un cojudazo. A ver, que me saquen a mí del restaurante, conchasumadre.

Se ajustó fuertemente el blazer, miró su reflejo en los vidrios de la puerta y se aprestó a entrar, decidido a parar de cabeza a quien se atreviera a retirarlo del lugar. En eso, se oyó un silbido que alebrestó el ambiente.

***

Acá no entra cualquier huevón, chamo, dijo Guillermo, delgado y guapo ciudadano venezolano. Enfrente de él, Cinthio y Bruti devoraban unas piezas de carne término medio. Rodeando a los platos; papas fritas y cocacolas gigantes heladas. Bruti pensó: Esta huevada está más rica que el bufo de mi Chincha querida.

Miren, mamahuevos, yo los he citado aquí, primero porque los sigo, dijo el venezolano; como dicen ustedes, soy su hincha, pues. Me gustan las mentadas de madre que se lanzan en sus programas. Él no comía nada; se dedicaba a sorber de una botella de cerveza de cuando en vez y a mirar a los dos especímenes que tenía delante de sus gafas oscuras. Aunque últimamente tu programa es una ladilla, señaló a Cinthio, quien procuraba llenarse la boca de carne, papas y gaseosas al mismo tiempo. Cinthio levantó la mirada, extrañado. ¿Qué chucha será ladilla?, pareció pensar. ¿Lo dices porque es muy picante mi programa?, dijo, el hocico inflado de comida masticada.

No, mamahuevos, refutó Guillermo, lo digo porque tu programa es recontra aburrido. Ninguno de los carajos que tienes ahí me da show. Creen que están trabajando en un programa serio y lanzan opiniones que pondrían a dormir a una sarta de burros pingones. Cinthio se tragó esa crítica con una bocanada gigante de cocacola helada.

Pero, Bruti, tu programa sí que me hace reír, chamo, aplaudió el venezolano. Gozo un puyero cuando te arrechas, chamo.

Yo no me arrecho, amigo. Yo me molesto con los faltosos, aclaró Bruti. La carne había estado deliciosa. Nunca había probado algo similar. Se recordó hacerse una fotito al salir del lugar. Sus seguidores tenían que enterarse de que él era asiduo visitador de establecimientos como ese en aquel distrito aristocrático de la ciudad.

A eso me refiero, chamo, dijo Guillermo. Tomó un sorbo de cerveza y, mirándolos, dijo: Los he citado aquí para proponerles un negocio.

***

¿Acá vamos a cerrar el trato?, inquirió Valente al ver que el venezolano los había conducido al jirón Peñaloza, calle infestada de prostitutas transexuales.

Claro, ¿cuál es el problema de cerrar el negocio aquí con unas cervecitas y bien acompañados por tres de mis mejores muchachas?, dijo el venezolano, acabando de aspirar una línea de cocaína.

           Acá me conoce mucha gente. No me voy a bajar de tu auto. Si me ven caminando por aquí, me van a joder de por vida. La noticia llegará a oídos de mi esposa y me voy a ver con botafogo, argumentó Valente. Estás seguro de que estas lunas son polarizadas, ¿no? Porque yo, de aquí, veo clarito a toda la gente. Mira, dijo, señalando a tres transexuales churriguerescamente ataviadas que salían del hotel Malkamasi. Desde aquí veo clarito a esos cabros.

¿De verdad eres bruto, chamo? Pensé que era broma eso de que eras el rey de los brutos, dijo Guillermo, cagándose de la risa. Claro que las ves, pues, pero ellas a ti no. De eso se trata este coroto de las lunas polarizadas. 

Bruti miraba con intensidad las caderas descomunales de los transexuales.

¿Qué miras, profe?, dijo Cinthio, risueñamente desconcertado. Pensé que te gustaban las hembras y, más específicamente, las periodistas deportivas blanconas. Guillermo celebró la ocurrencia de Cinthio, quien, a causa de la penumbra del auto, se asemejaba más a un sapo que a una persona.

¿Qué? ¿No son mujeres?, se hizo el cojudo Bruti. Luego, los nervios, como siempre que se apoderaban de él, le provocaron un frenético parpadeo. Se están acercando para acá, Guillermo, balbuceó.

Claro, pues, chamo. Esas son las amiguitas de las que les hablaba. Con ellas vamos a celebrar el inicio de nuestro proyecto, dijo el venezolano y abrió la puerta posterior izquierda del auto presionando un botón en el tablero electrónico.

Las transexuales entraron raudas al auto. Bruti tuvo que arrimarse contra la puerta posterior derecha. No se le notaba indignado; por el contrario, parecía dispuesto a dejarse llevar por lo que dictaminase o resolviera el venezolano. Quien sí brincó en su sitio fue Valente. No, no, yo me bajo, dijo. Palpó la puerta de su lado y no halló algún botón o palanca que lo liberase del auto. ¿Cómo se sale de esta huevada?, acezó el periodista.

Cinthio; tranquilo, Cinthio, dijo Bruti. No va a pasar nada, lo calmó. Tenía ya una de sus largas manos sobre los muslos de la transexual que le quedaba más cerca.

Guillermo, divertidísimo con la situación, presionó otro botón en el tablero electrónico del auto y liberó a Cinthio, quien corrió y corrió sin detenerse ante los semáforos del jirón Zepita. Corrió con la cabeza gacha para evitar que sus seguidores lo identificaran en aquel lugar relacionado con el comercio transexual.

Profe, abróchese su cinturón. Hoy usted va a cantar en la zona, dijo Guillermo, acomodándose las gafas oscuras y encendiendo su potente bólido.

 Bruti, de ocupación docente, maestro, profesor, no respondió nada. Guillermo lo espió por el espejo retrovisor y dio su visto bueno: el profe había empezado a conocer mejor a sus amiguitas.


sábado, 20 de abril de 2024

Novela "El profe Bruti" de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 01

 


La expectativa es la raíz de toda angustia.

William Shakespeare

 

Luego de que lo besé, me tomó del cuello y, con una fuerza que no sabía que podía salir de él, me lanzó contra la pared. En la caída, quebré la mesita que me había regalado Sandra. Me dormí sobre los restos de esa mesa, los ojos hinchados y rojos de tanto llorar, no por los raspones y moretones, sino por el dolor de un amor homosexual que jamás decantaría en una dichosa y duradera felicidad.

Después de haberme arrojado contra la pared, Gonzalo se encerró en mi cuarto. El portazo que lanzó tronó dentro de mi alma ya maltrecha por su desprecio. No oí más de él, apenas mis sollozos de niña rechazada.