miércoles, 13 de septiembre de 2023

Novela Mote (de Daniel Gutiérrez Híjar)

Mote es el calvario de un joven e intrépido huancaíno seducido por la vida fácil. Tras estafar al banco para el que trabaja, es enviado a prisión. Liberado al poco tiempo, huye a Italia, donde comprobará que, para trascender, hay que trabajar muy duramente y en los oficios más disímiles y deprimentes, aunque siempre edificantes.


La novela está disponible gratuitamente en este blog, capítulo por capítulo

domingo, 10 de septiembre de 2023

"El abrir y cerrar de piernas de Daniel Gutiérrez Híjar" por el escritor Renzo Miranda

 Ensayículo en torno al poemario “Chicos, chicas y chiques” (2023)

Renzo Miranda, escritor y turismólogo

Buenas tardes, todos.

Agradezco, en primer lugar, a Daniel por su voto de confianza y la deferencia de su invitación para acompañarlo en esta presentación. Quiero, asimismo, reconocer a Rodolfo Moreno por la gestión de este espacio mítico de los Jueves de Poesía y Narrativa, que, como dijo un amigo poeta, es ya un epicentro de todas las sangres, aquí en el corazón de la Feria Amazonas.

 

Sin lugar a dudas, es una apuesta temeraria la de Daniel Gutiérrez con este poemario a su modo disruptivo desde el título y su portada, y por supuesto en el contenido mismo; pero Daniel es un escritor sin fronteras morales a la hora de ponerse los húmeros a la fuerza, que, desde sus inicios, aprendió a copular con la diversidad de la urbe, a deambular gozoso por Lima redescubriéndola como escenario del caos y de belleza, de esta Lima con cuerpo malicioso y seductor, siempre promiscua para el pecado y la nostalgia. En ese sentido, Gutiérrez sigue fiel a su exploración de la fauna limeña. Ahora lo hace desde el ejercicio poético.

 

Lo que ofrezco esta tarde es mi testimonio como lector de un libro al cual considero bien expuesto en su verdad literaria, dueño de un latido poético propio y por eso capaz de ser releído, sentido y, más aún, estudiado. Esto último lo enfatizo porque es realmente saludable que la poesía peruana explore nuevos caminos, como lo hace Daniel, trazando insospechadas líneas de desarrollo para el poeta joven, que muchas veces es deudor hasta el tuétano y hasta la fatiga de la música urbano marginal de Hora Cero o burdo imitador de las voces rebeldes de Kloaka. Decir esto no constituye anatema; más bien, revela una influencia tangible para el lector habitual de poesía.

 

Afortunadamente, no es el caso de Daniel Gutiérrez. Porque "Chicos, chicas y chiques" se arriesga a indagar, por encima de cualquier cosa, en su yo íntimo, desde la vivencia de la calle y del contexto histórico que le ha tocado, desde el fracaso familiar y la experiencia en soledad. Ahí están los versos libres del sentido poema Lamento de un padre en plena calle: “¿Por qué me gritas? / ¿Por qué no me dejas ver a mi hija? / ¿Por qué el sol nunca sale para mí?” Es la experiencia universal del padre forzado a la distancia, impotente ante la realidad adversa de una hija o hijo al que no puede amar con la cercanía y el contacto debido; es el padre peruano, acaso fallido y con culpa, que solitario cavila camino a casa, o mientras espera en la estación del Metropolitano, al que le asalta el amor de padre en la madrugada vacía tras una juerga; es la certeza de saberse incompleto como hombre. El espacio físico de la calle sirve para preguntarse y buscar respuestas seguramente inútiles.

 

Página a página, poema tras poema, el libro es un diálogo consigo mismo para ajusticiarse, para verse en un espejo roto, sin intención de recoger los pedazos. La lógica de la palabra escrita, del lenguaje poético, cede al diagnóstico irracional de pieles y fluidos, del hambre y la desesperanza, que son parte de su transitar existencial y moral. Por eso, en el poema Miedo a lo inmenso, Daniel expone en sus versos finales: “Miedo a ser tronado por los proyectiles que desgarran el aire/ donde se unen mar y firmamento / Miedo a pensar / siquiera dos segundos / qué vamos a comer mañana”. He ahí la realidad de muchos seres golpeados en su dignidad, que son utilizados para intereses subalternos de orden político, en una ciudad que no los legitima, no los incorpora, que no sabe ni quiere incorporarlos.

 

En esa misma línea crítica, en el poema Torbellino de mierda, leemos “¿Es necesario que más hermanos mueran a pedradas para que descubramos que su sangre colorea con los mismos sueños y esperanzas con que se mueven nuestras manos tirapiedras?” Ésta es, acaso, la interpelación moral más contundente de un libro que no te deja en paz, junto con el final del poema El ratón que maúlla: “hombres que solo quieren matarme a escobazos para sentir que han triunfado en sus vidas”. La denuncia de la violencia cotidiana ejercida contra los más vulnerables no escapa aquí de las preocupaciones vitales del poeta.

 

El libro ofrece, pues, una diversidad de temas en un lenguaje inclusivo, no por la agresión a la lengua española, sino por su cercanía a la experiencia cotidiana y la fluidez verbal, que lo hace muy atractivo para el lector sensible y profundo, y también para el lector profano que busca un buen rato de lectura.

 

Quiero terminar con una reflexión. No comparto esa idea adolescente de que la poesía no sirve para nada. Fuera de todo cariz utilitario, la poesía justifica sus horas en la tentativa de generar una conexión, las más de las veces inconsciente y emocional, con el lector anónimo que se identifica en algún verso, que dobla sin culpa la esquina de una página que le tocó, que intenta memorizar un poema completo, con aquel lector que mata las horas azules buscando simbolismos que la vida cotidiana no le pueda dar. En este sentido, la poesía, su hechura y su lectura, nos lleva a un plano desconocido para cualquier otra forma de ser viviente en la Tierra. Es tal el mayor mérito de "Chicos, chicas y chiques" cuya fuerza verbal nos cuestiona a fondo y nos emociona, y nos vuelve a interpelar mientras dibuja con palabras injusticias y memorias, calles vacías y cielos esquivos, esperanzas y proyectos truncos, voces sin alma y seres que naufragan sin amor, teniendo al azar a veces como enemigo, otra veces como cómplice, como es la vida de cualquier bípedo en la gran metrópoli limeña.

 

Renzo Miranda

Martes, 5 de septiembre del 2023


jueves, 7 de septiembre de 2023

Mote - Capítulo 6 (Final) (Novela de Daniel Gutiérrez Híjar)


 

En tiempos de paz, hay que pensar en la guerra.

Nicolás Maquiavelo

 

Limpiarle la caca a un anciano era complicado. Sin embargo, en los cursos de Enfermería, enseñaban a efectuar ese tipo de cosas con el mayor cuidado e higiene posible, tanto para la persona que realizaba el trabajo cuanto para el paciente. Parecía una tarea fácil cuando la practicaba una enfermera experimentada. Mote había visto unos cuantos vídeos al respecto. A pesar de ello, cuando se presentó en la residencia de los Cannavaro, estuvo nervioso, pero resuelto a quedarse con el puesto. El señor Gianluigi Cannavaro, otrora poderoso industrial italiano, impulsor de numerosas empresas dedicadas a los rubros alimentarios, metalmecánicos y textiles, necesitaba de alguien que velara su sueño y se encargara de limpiarle el culo a partir de las diez de la noche.

Emilio Quispe, peruano radicado en Italia desde hacía veinte años, tenía a su cargo, además de los múltiples emprendimientos que le habían garantizado una vida muelle en Milán, una agencia de empleos para latinos ilegales. Ninguna autoridad honesta estaba al tanto de ella. En cambio, era muy popular en el barrio donde vivía Mote. Gracias a esa agencia, él había conseguido la mayoría de sus trabajos. Emilio y sus socios se reservaban un jugoso porcentaje de los tres primeros sueldos que el aplicante recibiera luego de conseguir el trabajo. Poca gente podía explicar qué pasaba si no se cumplía con los tres primeros diezmos obligatorios. Los cuerpos de aquellos que incumplieron terminaron picados y en bolsas de basura, arrojados a las turbias aguas del río Lambro, que cruzaba Milán como la torcida cicatriz del rostro de Tony Montana.

***

El primer “conchatumadre” que se vio y oyó en la televisión peruana fue obra del Sensei Valencia, periodista deportivo peruano que consolidó cierta fama nacional luego de protagonizar un airado debate con el exjugador de fútbol, también peruano, Johan Fano.

El popular incidente, alrededor del cual se creó o, mejor dicho, se consolidó la corriente de la Brutalidad en el periodismo de redes ocurrió el 9 de marzo del 2016. El Sensei Valencia fue proclamado por sus seguidores como el abanderado de dicha corriente.

Mote era adicto al Sensei Valencia. Era su periodista deportivo favorito; su periodista favorito, en general. Jugueteaba con la idea de que un presidente con los huevos y la frontalidad de Valencia harían que el país se colocase entre los más honestos y adelantados del cono sur de la región.

La noticia rebotó en todos los medios: el Sensei Valencia le había gritado “fuera de acá, conchatumadre” a Johan Fano por criticar la decisión de Gianluca Lapadula, un destacado futbolista ítalo-peruano, de no jugar por la selección peruana y preferir tentar un lugar en el seleccionado italiano.

¿Y quién eres tú? ¿Quién eres tú para decirle qué hacer a Lapadula?, repetía Mote las frases que el Sensei Valencia creó magistralmente mientras destruía en vivo y en directo al exfutbolista Fano. A usted nadie lo conoce, señor, a usted nadie lo conoce. Y remataba salmodiando la expresión que quedó para la posteridad: ¡Respete a Lapadula, respételo a Lapadula, respétemelo!

Con un presidente como el Sensei Valencia, el Perú dejaría de ser una cueva de ladrones, le dijo Mote a Jacky en una cama del exclusivo hotel Suiza, a orillas de la Huacachina, en Nazca. Mote había decidido darse la gran vida aquella semana del lunes ocho de marzo. ¿Tenía que trabajar en la Caja Huanca? Por supuesto, pero le había sustraído tantísimo dinero a dicha institución, de un modo magistral e irrastreable, que se permitió minimizar la autoridad de su jefe. Se ausentó durante toda esa semana sin presentar excusa alguna. Mantuvo el teléfono del trabajo apagado. Así, tirado en una cama kingsize, con Jacky desnuda haciéndole un mamey, Mote fue testigo de cómo, a través de la señal web del canal ExChistosa, el Sensei Valencia, harto de la tozudez del exjugador Fano, le espetó: ¡Fuera de acá, conchatumadre!      

Esa semana sabática sería la penúltima semana de Mote en libertad. Y también sería la penúltima semana libre del Sensei Valencia.

***

Cayó por el mismo motivo por el cual caen los más grandes timadores del mundo: codicia, angurria, la torpe fiebre por acomodarle un millón más a los montones de millones que ya tenían.

Además de robarle al banco, tras haber detectado, desde hacía mucho tiempo, una serie de vacíos en el sistema de préstamos, Mote decidió robarles a los clientes de la Caja. Ese fue el inicio del fin de su imperio.

***

Allora ti chiami Carlo, vero? Non sono un pazzo. Dai, come ti chiami e che crimine hai commesso nel tuo paese? (Así que te llamas, Carlo, ¿no? No soy ningún tonto. Vamos, ¿cómo te llamas y qué delito cometiste en tu país?), así de rotundo era el señor Cannavaro. Por algo no había sido uno de los hombres más poderosos y ricos de Milán.

Mote, fingiendo desconcierto, reafirmó llamarse Carlo y desconocer aquello de los delitos. El anciano se enderezó en su asiento, se acomodó la manta que tenía en su regazo y le dijo a Mote no solo su verdadero nombre, también el de su esposa Roxana y el de su pequeña Alice. Finalizó detallándole los delitos de estafa por los cuales todavía era requerido por la justicia en el Perú.

Quindi non mi prenderai in giro, pezzo di merda (Así que a mí no me vas a engañar, pedazo de cojudo), añadió don Gianluigi.

 La cara de huevón de Mote fue de la más primitiva pureza. Su gesto demudado confirmaba cada una de las cosas que había dicho el octogenario.

 Se vuoi riscuotere lo stipendio che ti pagherò, sarà meglio che tu mi dica sempre la verità. Hai capito? (Si quieres cobrar el sueldazo que te voy a pagar, más te vale decirme siempre la verdad. ¿Entendiste?)

El viejo había hablado con claridad y severidad. A Mote no le quedó ninguna duda de lo bien conectado e informado que estaba don Gianluigi. Tras prometerle que sería tal cual él lo establecía y dejar que se le pasara el susto, corroboró que no se llamaba Carlo y abundó en las historias de sus estafas en el Perú. Los ojos del viejo, cubiertos por espesas y largas cejas, estaban atentos al relato. Tutti commettiamo errori, ragazzo (Todos cometemos errores, muchacho), sentenció don Gianluigi.

Unas cuantas lágrimas se le habían aflojado a Mote tras el recuento de sus aciagas peripecias.

Il tuo errore è stato raccogliere le mele quando avevi già il melo. Se uno è già sopra, perché abbassarsi? (Tu error fue recoger manzanas cuando ya tenías el manzano. Si ya uno está arriba, ¿para qué rebajarse?), continuó el viejo.

Non ti giudico. Ma mi piace la lealtà. Con disciplina e lealtà si ottengono risultati. Guarda questa stanza (No te juzgo. Pero me gusta la lealtad. Con disciplina y lealtad se consiguen cosas. Mira esta habitación), siguió don Gianluigi. Mote miró a su alrededor. Lujo discreto, pero lujo, al fin y al cabo, por todos lados.

Non ho ottenuto tutto ciò che vedi pagando le tasse e osservando i dieci comandamenti di Mosè. Se l'avessi fatto, probabilmente morirei da solo in una stanza schifosa senza nessuno che pulisca la mia cacca. Capisci? Non catturare mai più le mosche se stai già mangiando altre aquile. Hai capito? (No he logrado todo lo que ves pagando mis impuestos y cumpliendo los diez mandamientos de Moisés. Si hubiera hecho eso, seguramente estaría muriéndome solo en una habitación de mierda sin nadie que me limpie la caca. ¿Entiendes? Nunca vuelvas a cazar moscas si ya estás devorándote a otras águilas. ¿Entendiste?), dijo el viejo.

Dos horas habían volado. Era poco más de la medianoche y el viejo estaba ya algo adormilado.

Quindi non mentirmi mai e non nascondermi mai nulla, ragazzo. Dimmi sempre la verità. Sii leale con me e forse ti tirerò fuori da questo lavoro di merda e ti trasferirò da qualche altra parte. Hai capito? (Así que nunca me mientas u ocultes cosas, muchacho. Dime siempre la verdad. Seme leal y quizá te saque de este trabajo de mierda y te reubique en otro lado. ¿Entendiste?). Mote reprimió un bostezo, pero el viejo abrió la boca sin pudor alguno. Bostezó hasta lagrimear. Se remetió entre las sábanas y, como acto final de la noche, dijo: Romolo dovette uccidere suo fratello Remo per fondare Roma. E nessuno ne parla. Tutti parlano solo di Roma, del prodotto, di ciò che resta. Se il tuo obiettivo è fare soldi, fai tutto il possibile per fare soldi. Se per questo devi uccidere tuo fratello, fai pure. Nessuno ricorda uno zio povero e onesto. I film parlano sempre del mafioso milionario. Quello rimane. Questo dura. Non dimenticare (Rómulo tuvo que matar a su hermano Remo para fundar Roma. Y nadie habla de eso. Todos hablan de Roma solamente, del producto, de lo que queda. Si tu meta es hacer plata, haz todo lo que puedas para hacer plata. Si para eso tienes que matar a tu hermano, adelante. Nadie se acuerda de un tío pobre y honrado. Las películas siempre se hacen del mafioso millonario. Ese queda. Ese perdura. No lo olvides).

Mote, ya sin lágrimas, atento a lo que el viejo zorro le indicaba, asintió.

E non dimenticare che cago sempre alle tre del mattino. Sii attento affinché mi pulisca e mi lavi il culo. Tieni tutto pronto secondo le istruzioni dell'infermiera. Buona notte (Y no te olvides de que siempre me cago a las tres de la mañana. Estate atento para que me limpies y laves el culo. Ten todo listo según te indicó la enfermera. Buenas noches), dijo el viejo antes de hundir la cabeza en las sábanas. Mote apagó la luz de la lamparita y se dispuso a velar el sueño del anciano, quien empezó a roncar como chancho con asma.

***

Coincidentemente, el 24 de marzo del 2016, Mote y el Sensei Valencia eran apresados; Mote por habérsele descubierto infraganti la estafa a un ahorrista de la Caja Huanca, y el Sensei por negarse, con descarado envanecimiento, a acatar la orden de una joven policía que custodiaba el ingreso al Estadio Nacional del Perú.

El Sensei permaneció unas largas horas en la carceleta de una comisaría del centro de la ciudad. Salió al cabo de poco tiempo gracias a los rápidos y convincentes oficios del abogado que le contrató la casa televisora para la que trabajaba. La prensa captó los sentidos momentos de su liberación: las lágrimas en el hombro de su madre (mientras repetía su famosa: “¡mi mamá, mi mamá!”), el abrazo mocoso y agradecido con su abogado salvador. Mote no correría la misma suerte. El tiempo que le esperaba en la cárcel superaría las pocas horas dadas a su admirado Sensei. Superaría todas sus expectativas.

***

El negro ya está bien sentado en la mesa de un restaurante, dice el mensaje. Está tomando un caldo de gallina y ha pedido un arroz con pollo. Tiene para rato. Tú dirás, finaliza.

Mote lo piensa. Lee una y otra vez el mensaje. No sabe cómo responder. ¿Y si lo chapan a este huevón? ¿Y si descubren los mensajes y me rastrean? ¿Borrará las conversaciones como quedamos? Se sienta en la banca del parque Baden Powell. Uno de sus dedos aún le duele. Se lo martilló horas antes, distraído, pensando en cómo se le había muerto, durante la madrugada, el viejo Gianluigi. Sin embargo, unas horas antes de morir, le había regalado otro de esos grandes consejos que solo un tipo que ha pisado la cabeza de cientos, sin dejarse llevar por cojudos remordimientos, podía ofrecer.

***

Che consiglio mi daresti? (¿Qué consejo me daría usted?), preguntó Mote. El viejo Gianluigi había escuchado atentamente su dilema: el tesoro escondido peligraba porque un conchasumadre, que había sido uno de sus mejores amigos, había decidido recorrer el camino de la deslealtad para salvar su pellejo.

Se qualcosa ti ostacola, lo rimuovi. Se non riesci a rimuoverlo, sei fregato. Semplice come quella. Ti scopi o ti scopano? Ho sempre optato per il primo. Hai capito? (Si algo te estorba, lo eliminas. Si no puedes eliminarlo, te jodiste. Así de simple. ¿O jodes o te joden? Yo siempre opté por lo primero. ¿Entendiste?)  

 Esa misma noche, Mote sucumbió al sueño. Desde que fue contratado para cuidar las noches de don Gianluigi, siempre había estado alerta. Pero en esa ocasión, abrumado por las amenazas de Gonzalo, Mote durmió como una piedra. Por ello, no se percataría de que el viejo Cannavaro sufriría un ataque cardíaco fulminante que terminaría con su legendaria vida horas después.

Al amanecer, Mote descubrió el cuerpo inerte y cagado del anciano y, asustado, huyó por la ventana que daba al jardín.