viernes, 29 de noviembre de 2013

El héroe discreto - Mario Vargas Llosa



“El héroe discreto” tiene dos héroes, dos personas que forjaron sus fortunas con esfuerzo, dos personas de culturas distintas, dos peruanos que son víctimas de su propio éxito.

Felícito Yanaqué es un piurano de orígenes muy humildes, que posee una empresa transportista, “Transportes Narihualá” (me suena como el apelativo que se le puede endilgar a un narizón”), cuya prosperidad será el motivo perfecto para que inescrupulosos traten de apoderarse de una parte de su fortuna mediante la extorsión.

Ismael Carrera es un limeño mazamorrero, dueño de una prestigiosa empresa de seguros, cuyos hijos mellizos desean verlo muerto para adueñarse de su fortuna. Ismael, hombre longevo y de salud delicada, les agua la fiesta casándose con Armida, su empleada, una infinidad de años menor que él. Armida será la única heredera de la fortuna del viejo Carrera, y este hecho tiene muy jodidos a los hermanos, no solo porque perderán su riqueza sino porque su viejo, un limeño de la más alta sociedad, se ha casado con la empleada, una provinciana sin mejores pergaminos que un físico envidiable.

Vargas Llosa les añade a estas dos historias paralelas personajes que ya conocíamos de sus anteriores producciones: don Rigoberto y la señora Lucrecia, Fonchito, el sargento Lituma, el capitán Silva, los inconquistables.   


     
Cuando leí el capítulo 7, pude por fin entender una parte del argumento de “La casa verde”, novela que jamás terminé por enrevesada y densa. Lituma le relata al capitán Silva su historia por la selva y su añorada Piura.

Si bien Vargas Llosa ambienta su novela en la actualidad, y procura poner en boca de sus personajes jóvenes las jergas de hogaño, falla en contadas ocasiones, como cuando Escobita, uno de los díscolos hijos de Ismael Carrera, emplea ante don Rigoberto la siguiente expresión: «No me cabe en la tutuma que te prestaras a esta payasada de lo peor» ¿Tutuma? ¿Qué joven dice tutuma en estos tiempos para referirse a la cabeza? A pesar de estos dislates, la novela de Vargas Llosa no deja de ser muy entretenida.

Aunque, pensándolo bien, ¿cuál es la importancia de que la jerga empleada sea de ahora o de hace sesenta años? ¿Acaso los lectores del año 2200 sabrán si tutuma era jerga de los años 1950, 1980 o 2013? A esos lectores les dará lo mismo. Lo que es más probable que perdure es el entretenimiento  y, me atrevo a decir, el suspenso de esta novela. Por supuesto que “El héroe discreto” no  está a la altura de sus clásicos (“La ciudad y los perros”, “Conversación en La Catedral”, La guerra del fin del mundo”), pero está mucho más entretenida y mejor lograda que las últimas novelas que ha publicado. “El héroe discreto” es de esas obras que coges y no sueltas hasta llegar a la última página.

Uno de los personajes de esta nueva entrega vargasllosiana que ha concitado mi simpatía es, sin duda, Edilberto Torres, el presunto diablo peruano, quien se le aparece a Fonchito, el hijo de don Rigoberto, en más de una ocasión, provocando la angustia y preocupación de don Rigoberto y su esposa Lucrecia, quienes jamás llegan a conocer al misterioso caballero. Al principio, la pareja cree que se trata de un espantoso pedófilo; luego, las historias de sus apariciones imposibles, relatadas por Fonchito, les hace creer que podría tratarse de un espíritu demoníaco, de una especie de íncubo.

Según lo ve Fonchito, Edilberto Torres es un señor atildado, de pulcro vestir, que se expresa correctamente. Su dicción es encantadora y sus maneras son pausadas y refinadas. Todo un personaje. Su solo nombre es pegajoso. No sé si Vargas Llosa planificó cuidadosamente a este personaje o si lo creo a medida que desarrollaba la historia, pero, a mi parecer, las escenas en las que aparece “el diablo peruano” son las que llevan el humor y el suspenso.

En resumen, esta novela te atrapa y te mete en su juego, gracias a la infinidad de intrigas y suspensos que su autor sembró a lo largo de las 392 páginas que la componen.  

En esta novela, porque no es precisamente del tipo filosófico o existencial, no hallé ninguna frase perdurable, de esas que lo ponen a pensar a uno. Apenas me topé con unos pocos extractos que me atrajeron por otros motivos menores.  

(Roberto Bolaño decía que compraba libros, tantos libros, que sabía que no llegaría a leer muchos de ellos. Pero le reconfortaba estar rodeado de ellos, acariciarlos, hojearlos de vez en cuando. Aquí Vargas Llosa nos revela su porqué de una biblioteca.)

«-Bueno, todos no, todavía –“Este es el más bruto”, decidió-. Algunos son libros de consulta, como los diccionarios y enciclopedias de ese estante del rincón. Pero mi tesis es que hay más posibilidad de leer un libro si lo tienes en casa que si está en una librería.»

(Una opinión muy reveladora sobre la Biblia. Apenas la leí, cogí la que tengo en mi estante y comprobé que, efectivamente, el Cantar de los Cantares es una especie de cortejo muy sensual, poético y estilizado entre Salomón y su esposa o amante Sulamita.)

«-La Biblia es el libro más erótico del mundo –lo oyó decir, afanoso-. Ya verás, cuando leamos el Cantar de los Cantares y las barbaridades que hace Sansón con Dalila y Dalila con Sansón, ya verás.»

(Mabel es la amante de don Felícito Yanaqué. A continuación, cómo le gusta a Mabel ser cortejada)

«Mabel, para acostarse, tenía que sentir al menos alguna simpatía por el hombre, y, además, rodear el cache, como decían los piuranos en vulgar, de ciertas formas: invitaciones, salidas, regalitos, gestos y maneras que adecentaran la acostada, dándole la apariencia de una relación sentimental.»

(Yo no sabía en qué creían los calvinistas. Don Rigoberto me da una ayuda al respecto, cuando reflexiona sobre todos los embrollos que le han traído a la última parte de su vida los mellizos Carrera y Edilberto Torres.)

« ¿Podían ser sus días una secuencia preestablecida por un poder sobrenatural como creían los calvinistas?»



El lobo estepario - Hermann Hesse




“El lobo estepario” es un llamado al ser humano a mirar dentro sí mismos. Hay un mundo de posibilidades inexploradas dentro de cada uno de nosotros que ansían mostrarse, pero la “burguesía” que hemos adoptado como modo de vida las sujeta y restringe. Hermann Hesse (1877 – 1962), en esta novela, que fluctúa entre la objetividad y la subjetividad, que te hace pensar que estás bajo los efectos de un narcótico mientras la lees, te quita la venda de los ojos, te despoja del traje que la sociedad te colocó para que seas incapaz de conocerte a ti mismo. Leer “El lobo estepario” es un viaje de aquellos que Jim Morrison solía realizar ayudado con peyote.



Harry Haller no es un doctor Jekyll ni un mister Hyde, pero siente que su lado salvaje emerge muy frecuentemente para alejarlo del mundo y recluirlo en una sana soledad. Ese lado silvestre, despojado de cualquier “traje burgués” es lo que él llama “el lobo estepario”. Sin embargo, no son dos, no es Harry y el lobo, son más. Hay más animales, personas y criaturas dentro de ese Harry. ¿Cómo descubre eso? Lo hace ayudado de una mujer llamada Armanda y de un tipo muy buen mozo de nombre Pablo.

Ahora, esta autopista llamada “El lobo estepario”, construida por este brillante ingeniero de la estructura humana, Hermann Hesse, es tan real, pero a la vez tan fantástica, que el lector, al llegar a la última página (reveladora, chocante, inquietante) se pregunta: ¿existieron Armanda y Pablo como personajes “reales” de la historia? O es que Harry Haller los imaginó todo el tiempo. O es que Armanda y Pablo eran unas pocas de las tantas manifestaciones interiores de Harry que le hablaban desesperadamente por salir a la superficie.

Aquello que quedará en el lector es que, además de sentir la seguridad de que ya no es el mismo, tiene ahora licencia para conocer sus límites, para probar cada territorio de su ser, sin pudores, sin mojigaterías.

Definitivamente, Hermann Hesse ha sido mi descubrimiento personal del año. Este premio nobel de 1946 se ha ganado un lugar en alguna parte de mi brazo izquierdo.

A continuación, las frases que he resaltado durante mi lectura. Creo que estos cachitos de “el lobo estepario” que aquí presento le ayudarán a descubrir a todos aquellos que “consiguen desgarrarse con violencia” de todo lo establecido que este libro es un excelente manual de autoconocimiento.

Encima de algunas de las citas, he colocado algunas dedicatorias o aquello que vino a mi mente mientras las leía.

«“Hay que estar orgulloso del dolor; todo dolor es un recuerdo de nuestra condición elevada” ¡Magnífico! ¡Ochenta años antes que Nietzsche!»

«“La mayor parte de los hombres no quieren nadar antes de saber” ¿No es esto espiritual? ¡No quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la tierra, no para el agua. Y, naturalmente, no quieren pensar; como que han sido creados para la vida, ¡no para pensar! Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ése podrá acaso llegar muy lejos de esto; pero ése precisamente ha confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará.»

«Una vez, después de una conversación acerca de las llamadas crueldades de la Edad Media, me dijo:
-Esas crueldades no lo son en realidad. Un hombre de la Edad Media execraría todo el estilo de nuestra vida actual no ya como cruel, sino como atroz y bárbaro. Cada época, cada cultura, cada costumbre y tradición tienen su estilo, tienen sus ternuras y durezas peculiares, sus crueldades y bellezas; consideran ciertos sufrimientos como naturales; aceptan ciertos males con paciencia. La vida humana se convierte en verdadero dolor, en verdadero infierno solo allí donde dos épocas, dos culturas o religiones se entrecruzan.»

«Una naturaleza como Nietzsche hubo de sufrir la miseria actual con más de una generación por anticipado; lo que él, solitario e incomprendido, hubo de gustar hasta la saciedad, lo están soportando hoy millares de seres.»

«Así se producen, como preciosa y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar de sufrimiento, todas aquellas obras de arte en las cuales un solo hombre atormentado se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad.»
«Es erróneo llamar suicidas solo a las personas que se asesinan realmente. Entre éstas hay, sin embargo, muchas que se hacen suicidas en cierto modo por casualidad y de cuya esencia no forma parte el suicidio.»

«Finalmente, llegó, a la edad de unos 47 años, a una ocurrencia feliz y no exenta de humorismo, que le producía a veces gran alegría. Fijó la fecha en que cumpliera 50 años como el día en el cual había de poder permitirse el suicidio.»

«Lo “burgués”, pues, como un estado siempre latente dentro de lo humano, no es otra cosa que el ensayo de una compensación, que el afán de un término medio de avenencia entre los numerosos extremos y dilemas contrapuestos de la humana conducta (un santo y un libertino).»

«El burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de votación.»

«Los pocos que consiguen desgarrarse con violencia, logran lo absoluto y sucumben de manera admirable; son los trágicos, su número es reducido. Pero a los otros, a los que permanecen sometidos, cuyos talentos son con frecuencia objeto de grandes honores por parte de la burguesía, a éstos les está abierto un tercer imperio, un mundo imaginario, pero soberano: el humorismo.»

«Vivir en el mundo como si no fuera el mundo, respetar la ley y al propio tiempo estar por encima de ella, poseer, “como si no se poseyera”, renunciar, como si no se tratara de una renunciación: tan solo el humorismo está en condiciones de realizar todas estas exigencias, favoritas y formuladas con frecuencia, de una sabiduría superior de la vida.»

«Harry no está compuesto de dos seres, sino de cientos, de millares. Su vida oscila (como la vida de todos los hombres), no ya entre dos polos, por ejemplo el instinto y el alma, o el santo y el libertino, sino que oscila entre millares, entre incontables pares de polos.»

«…y yo miraba al párroco y a los demás buitres de la muerte, empleados de una funeraria, en sus manipulaciones, a las cuales trataban de dar la apariencia de una alta ceremonia y de gran tristeza,…»

«Y en tanto que yo, Harry Haller, estaba allí en medio de la calle, sorprendido y adulado, azorado y cortés, sonriendo al hombre amable y mirando su rostro bueno y miope, a mi lado, el otro Harry abría la boca también, estaba haciendo muecas y pensando qué clase de compañero tan particular, absurdo e hipócrita era yo, que aun dos minutos antes había estado furioso rechinando los dientes contra el maldito mundo, y ahora, a la primera excitación, al primer cándido saludo de un honrado hombre de bien, asentía a todo y me revolcaba como un lechón en el goce de un poquito de afecto, consideración y amabilidad.»

(Esta cita se la dedico a toda aquella gente que trabaja en oficinas, como yo, y a todos aquellos “profesionales” que trabajan para las industrias mineras, siderúrgicas, etc)

«…así hacen, viven y actúan un día y otro, a todas horas, la mayor parte de los hombres; a la fuerza y, en realidad, sin quererlo, hacen visitas, sostienen una conversación, están horas sentados en sus negocios y oficinas, todo a la fuerza, mecánicamente, sin apetecerlo: todo podría ser realizado lo mismo por máquinas o dejar de realizarse. Y esta mecánica ininterrumpida es lo que les impide, igual que a mí, ejercer la crítica sobre la propia vida, reconocer y sentir su estupidez y ligereza, su significancia horrorosamente ridícula, su tristeza y su irremediable vanidad.»

(La siguiente cita me hizo recordar a mi amigo Nasir, quien siempre se caracterizó por decir lo que pensaba sin preocuparse alguito por “dorar la píldora”. Yo estoy haciendo tremendos esfuerzos por ser tan crudo como Goethe)

«-Tiene usted razón en esto-concedí-. Por desgracia, es una costumbre, un vicio en mí decidirme siempre por la expresión más cruda posible. Lo que por otra parte hacía también Goethe en sus buenos momentos.»

(Hermann Hesse se convierte con esta cita en un visionario, y eso que en su época la sensación era la radio. Efectivamente, el mundo está tan lleno de tablets, Facebooks, Twitters, celulares, etc, que ahora el ser humano está “inútilmente ocupado” y alejado de sí mismo y de todo. Estas herramientas son terriblemente geniales, pero están en manos de una mayoría que involuciona irremisiblemente con el correr de los días)

«Se descubrirá acaso ya muy pronto, que no solo nos rodean constantemente las imágenes y los sucesos actuales, del momento, como por ejemplo se puede oír en Francfort o en Zurich la música de París o de Berlín, sino que todo lo que alguna vez haya existido quede de igual modo registrado por completo y existente, y que nosotros seguramente un buen día, con hilos o sin ellos, con ruidos perturbadores o sin ellos, oiremos hablar al rey Salomón y a Walter von der Vogelweide. Y que todo esto, lo mismo que hoy los primeros pasos de la radio, solo servirá al hombre para huir de sí mismo y de su fin y para revestirse de una red cada vez más espesa de distracción y de inútil estar ocupado.»

«Por lo general, los animales son tristes –continuó-. Y cuando un hombre está muy triste, no porque tenga dolor de muelas o haya perdido dinero, sino porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece siempre un poco al animal: entonces tiene un aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso que nunca. Así es, y ese aspecto tenías, lobo estepario, cuando te vi por primera vez.»

(Cuando leí esto pensé en aquella gente que ensalza esta cosa llamada “amor”. La ensalza de tal modo que la purifica, la vuelve casi santa, inalcanzable, tan inalcanzable que ellas mismas viven frustradas al no poder tenerla en su vida. Y no, no es así, el amor también puede ser “vulgar”, “terreno”, estar al alcance de todos. Solo es cuestión de saber amar en todas las formas posibles, sin restricciones.)

Amar ideal y trágicamente, ¡oh, amigo!, eso lo sabes con seguridad de un modo magnífico, no lo dudo; todo mi respeto ante ello. Pero ahora has de aprender a amar también un poco a lo vulgar y humano.»

(Al toparme con esta cita pensé en esta persona que conozco bien, que siempre está comprando zapatos vistosos, lencerías provocativas, siempre con la finalidad de mantener erecto el espíritu amatorio, sensual, de vida.)

«Aprendí ante todo que estos pequeños juguetes, objetos de moda y de lujo, no solo son bagatelas y una invención de ambiciosos fabricantes y comerciantes, sino justificados, bellos, variados, un pequeño, o mejor dicho, un gran mundo de cosas que todas tienen la única finalidad de servir al amor, refinar los sentidos, animar al mundo muerto que nos rodea, y dotarlo de un modo mágico de nuevos órganos amatorios, desde los polvos y el perfume hasta el zapato de baile, desde la sortija a la pitillera, desde la hebilla del cinturón hasta el bolso de mano.»

(También pensé en esa persona que conozco bien cuando leí el extracto que sigue. La única manera de que dos personas puedan entregarse sin restricciones y no aburrirse en el intento es no verse siempre. La distancia, en las mentes abiertas, es la única herramienta que permite que dos personas no terminen odiándose con el tiempo. Uno debe pensar siempre en el otro como un “huésped fugitivo”.)

«-Es la amiga que necesitabas, lobo estepario. Bonita, joven, alegre, muy inteligente en amor, y sin que puedas disponer de ella todos los días. Si no tuvieras que compartirla con otros, si no fuese para ti siempre un huésped fugitivo, no irían las cosas tan bien.»

(Esta cita refuerza la idea que tengo de que un ser superior e inteligente es aquel que se ríe de sí mismo, que no se toma en serio.)

«Usted está aquí en una escuela de humorismo, tiene que aprender a reír. Pues todo humorismo superior empieza porque ya no se toma en serio a la propia persona.»

(Aquí pensé en la gente de mierda que siempre quiere tener un auto, algo, cualquier cosa que los haga “visibles”. Este pasaje lo extraje de la parte de la novela, parte bastante suprarreal, en la que Harry se une a una banda de cazadores de automóviles. Ven un auto y le disparan hasta destruirlo. Hesse creó aquí una pequeña guerra entre seres humanos y máquinas.)

«Sí, es que hay demasiadas personas en el mundo. Antes no se notaba tanto. Pero ahora, que cada uno no solo quiere respirar el aire que le corresponde, sino hasta tener un auto, ahora es cuando lo notamos precisamente.»

(Hesse me dijo aquí: “Daniel, sigue por tu sendero de locura porque pronto llegarás al reino de la esquizofrenia”. Yo le respondí: “Hacia allá voy, maestro”.)

«Así como la locura, en un grado superior, es el principio de toda ciencia, así es la esquizofrenia el principio de todo arte, de toda fantasía.»

(Esta es una invitación a intentar descubrirte, a no tener miedo de tu pasado, a disfrutarlo, a procesarlo, a gozarlo, porque el resultado de todo ello será un ser que se conoce y que puede conocer al resto, de un ser que se domina y que, por tanto, puede dominar al resto.)

«Y me asombré de cuán rica en amoríos, en propicios instantes, en redenciones había sido mi vida, mi vida de lobo estepario aparentemente tan pobre y sin cariño. Había desperdiciado y evitado casi todas las ocasiones, había pasado por encima de ellas, las había olvidado inmediatamente; pero aquí estaban todas guardadas, sin que faltara una, a centenares. Y ahora las vi, me entregué a ellas, les abrí mi pecho, me hundí en un abismo vagamente rosado. También volvió aquella tentación que Pablo un día me brindara, y otras, anteriores, que en su época yo ni siquiera comprendía del todo, jugueteos fantásticos entre tres y cuatro personas me arrastraron sonrientes en su cadencia. Muchas cosas sucedieron, muchos juegos se jugaron que no son para ser expresados en palabras.»

(Hace unos pocos días leí “Carta abierta a la juventud de hoy” de André Maurois. Maurois propone un concepto que me parece más justo que lo que dice Hesse sobre la vida. Maurois dice que la vida, bueno, él dice “el universo”, pero se entiende “la vida”, no es racional ni justa, simplemente es un punto de partida. La vida no tiene por qué estar hecha a la medida de nadie. Concuerdo con el pensar de Maurois en este aspecto.)

«Es verdad: la vida es siempre terrible. Nosotros no tenemos la culpa y somos responsables, sin embargo. Se nace y ya es uno culpable.»

(¡Qué buena observación de Hesse sobre el fuego del amor!)

«Sobre tapices en el suelo hallé tendidas a dos personas desnudas, la bella Armanda y el bello Pablo, muy juntos, durmiendo profundamente, hondamente agotados por el fuego del amor que parece tan insaciable y, sin embargo, sacia tan pronto.»



jueves, 7 de noviembre de 2013

Bel ami - Guy de Maupassant



En la variedad está el gusto. Las últimas novelas que estoy leyendo son, más bien, clásicas. Su estilo es lineal, pero esto no les resta poder de persuasión. ¿Por qué? Porque las personas que las escribieron las contaron con franqueza y pericia. Sus páginas exudan realismo.

Hace un mes leí “Bel ami”, del genial, y no menos atormentado, escritor francés Guy de Maupassant.



“Bel ami” es la historia de George Duroy (en la edición que poseo, George es Jorge), un humilde ex soldado francés que, gracias a su hermosura y a la ayuda de ciertas mujeres que conoce en París, sale del anonimato y la pobreza para conquistar y establecerse en la sociedad aristocrática de su tiempo.

George Duroy supo relacionarse muy bien y procuró sacar ventaja de las mujeres con las que estuvo. No solo se casó con la mujer de su amigo Forestier, quien fue quien le proporcionó el aventón necesario para hacerse notar en el mundo del periodismo parisino, sino que mantuvo amoríos con la esposa del dueño del periódico para el cual trabajaba. Además, fue amante de Clotilde de Marelle, mujer que supo pagarle algunos gastos para mantenerlo libre de preocupaciones. Pero no se crea que Duroy era un sinvergüenza; él sabía lo que les debía a cada una de esas mujeres, y ansiaba pagarles todos los favores una vez que su ascenso a la cumbre de la sociedad fuese una realidad.

Uno debe leer el libro para entender a Duroy, un personaje rico, muy humano. Tacharlo de arribista sería obliterar la construcción minuciosa, real, con la que Maupassant edificó a su personaje. Guy nos hace parte de Duroy, nos lo hace familiar, próximo, partícipes de sus triunfos y de su harapiento comienzo. Y sí, hay mujeres que sufren por él, él les rompe el corazón, pero porque ellas se lo entregan en bandeja, sin tomar sus precauciones.

Las amantes de Duroy saben que él está comprometido y, a pesar de eso, aceptan con feliz resignación su condición de segundas o terceras mujeres. Duroy no es solo una cara bonita; es astucia, agudeza, inteligencia. Cuando llega a París, no sabe lo que es capaz de hacer. Es inconsciente de su talento. Las mujeres, sus mujeres, le ayudarán a descubrirse. Y él les pagará con una lección que jamás olvidarán: si te entregas sin reservas, estarás perdido.

Uno de los momentos tensos de la novela es aquel en el que Duroy y la hija del dueño del periódico, que acaba de hacerse multimillonario gracias a una especulación en unos negocios bélicos –especulación que llega a ser favorable gracias, en gran parte, a Duroy-, deciden casarse, a pesar de la negativa de los padres de ella. La negativa de la madre es la más desgarrada, pues ella todavía ama al joven y apuesto periodista, con quien ya sostenía una prolongada relación extramarital.

En esta historia hay de todo: cornudos, cornudas, timadores, prostitutas.  You name it. Maupassant retrata con finas cinceladas su tiempo, la Francia de mediados del siglo XIX.

Nunca se sabe, al menos yo no lo pude saber, si Duroy actúa fríamente. El realismo que Maupassant le confiere a ese personaje es tal que el lector no podrá etiquetar sin duda alguna a Duroy como bueno o malo. Simplemente, es un ser humano.
   
Hay una parte del libro que jamás olvidaré, pues me identifiqué instantáneamente con la situación. George Duroy todavía es pobre. Hace cálculos para estirar su poco dinero. Ha gastado un tanto en esto, le queda otro poco para esto otro. Todo lo calcula al milímetro. No puede permitirse un gusto, pues podría arriesgar el sustento del día siguiente. Leer, experimentar la penuria y el ajuste matemático que Duroy hace con su dinero me resultó familiar, pues esto es algo que yo hago todos los días: tratar de estirar el poco dinero que tengo. No hay día en que yo no lleve la cuenta de los pocos centavos que porto en mi bolsillo. Leer que Duroy hacía lo mismo capturó mi simpatía hacia ese desdichado personaje y hacia su creador, el genial Guy de Maupassant.    

A continuación, transcribo algunos pasajes interesantes –según mi parecer- de la novela:

(Forestier a Duroy): Bien. En principio, nadie sabe nada, a excepción de veinte imbéciles que no sirven para otra cosa. Además, no es difícil pasar por entendido. La cuestión es no dejarse coger en flagrante delito de ignorancia. Se va maniobrando, se esquivan las dificultades, se sortean los obstáculos y se apabulla a los otros por medio del diccionario. Todos los hombres son tontos como patos e ignorantes como peces. 

(Saint Potin a Duroy): Sí, pero nada reporta tanto como los ecos. A menudo disfrazan reclamos.

(Duroy a la pareja Forestier y a madame de Marelle): Veamos, ¿no es cierto lo que digo? ¡Cuántas no se abandonarían a un deseo súbito, al capricho brusco y violento de un instante, a un antojo amoroso, si no temiesen pagar con un escándalo inevitable y con dolorosas lágrimas una ligera y fugaz dicha!

(Descripción de la relación entre Duroy y su esposa Magdalena –la ex esposa de su amigo Forestier): Era la lucha íntima de dos seres que vivían juntos, uno al lado del otro, y se desconocían siempre, se sospechaban, se olfateaban, se acechaban, pero nunca se conocían hasta lo más fangoso de sus almas.

(Descripción del nuevo status social del dueño del diario La Vie Française, el señor Walter, luego de ganar unos millones por cierta especulación algo ilegal): En muy pocos días se había convertido en uno de los amos del mundo, uno de esos financieros omnipotentes, más poderosos que los mismos reyes, que obligaban a  inclinarse las cabezas a su paso, a tartamudear a las bocas y a que brotase todo lo que hay de bajeza, de cobardía  y de envidia en el fondo del corazón humano.


(Duroy a la señora Walter): Querida, el amor no es eterno. Viene y se va. Pero cuando se prolonga, como sucede entre nosotros, se convierte en un horrible grillete. Yo no quiero más. Esa es la verdad.

sábado, 26 de octubre de 2013

Los inocentes - Oswaldo Reynoso



“Ah, estás con ganas de cagar gente hoy día, compare”. Eso le hubiera dicho a Reynoso si yo hubiera sido Jaime Cabrera en la entrevista reproducida en su blog “Lee por gusto”. Pero, también, por qué tiene que iniciarse una entrevista con preguntas tan manidas: “¿Cuándo empezó a leer?, ¿cuándo empezó a escribir?” ¿No podemos preguntar algo diferente, algo que refresque y agilice el ambiente? Son preguntas tan estúpidas e igualmente equivalentes a aquellas que les formulan a los cantantes o actores extranjeros cuando nos visitan: “¿Ya probó el ceviche?, ¿le ha gustado el pisco sour?”.


Reynoso no solo se muestra “cagón” al principio de esta entrevista, pero es en esa parte donde más resalta esa especie de altanería que te da la vejez y los elogios descontrolados que le llegan a uno de todos lados. Una altanería que te hace creer que lo que dices es ley.

He leído hace dos meses, por primera vez en mi vida, la tan mentada famosa obra de Oswaldo Reynoso y, a causa de mi tan escaso gusto literario, no la he hallado tan magnífica como la proclaman escritores viejos y jóvenes, el público en general, quienes, principalmente por ese cuentario, hablan de este Reynoso como si fuera un auténtico dios o leyenda.

Siempre que leo una novela o un cuentario, indago sobre el autor: busco las entrevistas que dio en vida o documentales biográficos.

Mientras leía “Los inocentes”, buscaba documentos visuales sobre Reynoso. Quería saber algo más sobre él y su obra. Hallé la entrevista colgada. Luego de verla, quedé profundamente decepcionado del escritor y, por contera, del entrevistador. Pensé: “viejo dogmático, chauvinista de mierda”.

En el vídeo, es lamentable el momento en el que este escritor cuenta cómo le destroza la ilusión a una pequeña que le encarga un regalo para Colorete (uno de los personajes del libro) y aquel, en lugar de fomentar la imaginación de su pequeña lectora y seguirle la corriente, le dice: “Colorete no existe; es un personaje de ficción”.

Es abominable el momento en el cual el escritor dice que Abimael Guzmán -uno de los más grandes genocidas que ha conocido este país-, es un “humanista”. Es indignante, además, la abulia del entrevistador, que no reacciona ante esas declaraciones; antes bien, calla y se une al séquito de escritores que proclaman a Reynoso como un ídolo de las letras peruanas. Tremenda sorpresa se lleva uno cuando se comprueba que los emisores de dichos elogios son escritores que abominan de la “lucha armada” y se proclaman defensores de la paz.  Qué tal duplicidad, ¿verdad? Incluso Beto Ortíz, en el vídeo colgado aquí también, se deshace en encomios a este Oswaldo Reynoso.  


Es vergonzoso oír a Reynoso defender la gestación de “Sendero Luminoso” y del “MRTA” cuando dice: “(En los sesenta) hay dos partidos políticos que dan el paso al frente”. Uno se pregunta: ¿El entrevistador está ahí?, ¿alguna persona ligeramente memoriosa puede permanecer pasiva ante tales declaraciones?


El contenido de “Los inocentes” no dejó nada en mí; a diferencia de otros textos. Han transcurrido dos meses desde que la leí y apenas recuerdo el título. Sé que mis pocas lecturas y mi inopia intelectual no me permiten emitir un juicio más elaborado y “literario”, pero es inevitable que esta opinión esté muy contaminada de la mala impresión que me deja su autor.  

lunes, 26 de agosto de 2013

El camino - Miguel Delibes



Miguel Delibes (Valladolid, 1920 – ibíd., 2010), extraordinario narrador español, de esos que no pertenecen a ningún grupo o generación precisa, como el no menos extraordinario Camilo José Cela, escribió «El camino», con un estilo muy sencillo.




“Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Daniel, el Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que a él afectaba…”

Que Daniel pueda tener la cultura que tiene el hijo del boticario, enviado a la ciudad para instruirse, del pequeño pueblecito asentado en un valle de Valladolid, en una España de la postguerra, es el sueño y objetivo testarudo de su padre.

Gracias a esa imposición paternal, Daniel, desde sus once años de edad, recuerda las muchas anécdotas que vivieron sus vecinos del valle y él y sus inseparables amigos Roque, el Moñigo, y Germán, el Tiñoso. Recuerdos gratos, la historia del valle, confluyen en la memoria de Daniel la noche antes de su partida: “Entonces se dio cuenta Daniel, el Mochuelo, de que no había pegado un ojo en toda la noche. De que la pequeña y próxima historia del valle se reconstruía en su mente con un sorprendente lujo de pormenores.”

A través de la inocente mirada de Daniel, apodado «el Mochuelo» por el parecido de su mirada con la de un búho, conocemos a cada uno de los personajes de su pequeño valle, la mayoría con un apodo: las hermanas Guindilla, las hermanas Lepóridas, don José, el Cura, Quino, el Manco, don José, el Maestro, entre otros.

El amor entre los habitantes del pueblo, los chismes, la moral que algunos cuidan con exceso y severidad y que otros, más bien, ven como cosa que hay que respetar únicamente los domingos en la misa, las palomilladas de Daniel y sus compinches, el paso de la niñez a la adolescencia, suicidios, muertes; todo ocurre en esa pequeña atmósfera que uno creería, por estar alejada de la vertiginosa ciudad, aburrida y lúgubre.

Tengo entendido de que esta novela es una de las más celebradas de Delibes, al punto de que se le hizo una película y una serie.

Algunas frases del libro:

“Los mayores tenían, a veces, caprichos más absurdos y tozudos que los de los niños.”

“Cada uno en lo suyo, desde luego, pero los vagos no son vagos no son vagos porque no quieran trabajar en las cosas de los demás.”

Con respecto a la gente que rajaba de Paco, el herrero, Andrés, el zapatero, decía: “Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en la lengua.”

“Y fue el cochino afán del ahorro lo que agrió su carácter. El ahorro, cuando se hace a costa de una necesidad insatisfecha, ocasiona en los hombres acritud y encono.”

“Pero a Daniel, el Mochuelo, nada de esto le causó sorpresa. Empezaba a darse cuenta de que la vida es pródiga en hechos que antes de acontecer parecen inverosímiles y luego, cuando sobrevienen, se percata uno de que no tienen nada de inextricables ni de sorprendentes. Son tan naturales como que el sol asome cada mañana, o como la lluvia, o como la noche, o como el viento.”









domingo, 25 de agosto de 2013

Ode to stupidity

Si no respetas la regla, a veces, todo puede irse a la mierda.

No calls or messages. Never. You do that and something big and shitty might happen.

Rompiste la regla.

There was no other escape for me but deny everything.

El amor enceguece la cabeza de los débiles, de aquellos que, a pesar de los miles de  desengaños sufridos, aún no aprenden la lección.

I learnt my lesson years ago, mate. I hope you’ve learnt yours: never call or text me ever.

Si ya habías dicho que no querías verme jamás, ¿por qué tuviste que repetírmelo dos veces más?


Have the guts to admit that it was all your fault. Not mine, mate. Next time control your anger.

martes, 20 de agosto de 2013

Las tribulaciones del estudiante Törless - Robert Musil



He leído que el escritor austriaco Robert Musil (1880 – 1942) fue un tipo retraído durante su niñez y, también, durante los últimos días de su vida. Murió pobre, en resumidas cuentas, gracias a que llevaba en la sangre el virus de la Literatura.



Su primera novela, «Las tribulaciones del estudiante Törless», publicada en 1906, muestra el espíritu inquisitivo de este escritor. Es una novela de autoconocimiento por medio del derrumbe de lo familiar y lo conocido. A través de Törless, un chico que es internado en un instituto pre militar por sus padres, Musil explora las sensaciones y pensamientos que experimenta un adolescente.

En este instituto, en el cual conviven únicamente varones adolescentes, Törless descubrirá la maldad, lo inexplicable, el ridículo sentido de la vida.

Beineberg es el matón del grupo. Reiting es enemigo solapado de Beineberg, pero prefiere seguirlo hasta encontrar el momento propicio para arrebatarle el liderazgo. Törless, durante parte de la historia, los frecuenta. Posteriormente descubrirá lo estúpido que es ser parte de ese grupo o de cualquier otro. Basini, objeto de las maldades de Beineberg y Reiting, es un personaje sumiso, débil y asustadizo.

Los muchachos, en sus días libres, frecuentan a Bozena, la prostituta del pueblecito cercano.  Törless observa a Bozena, la estudia, la relaciona con su madre. Piensa qué fue lo que llevó a sus padres a tener relaciones sexuales, ¿fue amor? «Nada que hicieran los mayores y los adultos, algo propio solo de sus padres». 

Törless cuestiona todo. En una clase de matemática, los números imaginarios le desconciertan. Termina la sesión, pero únicamente él le dará vueltas al asunto, hallándolo absurdo. No entiende cómo, empleando números imaginarios, que en el transcurso de una operación matemática terminan anulándose, se pueden obtener resultados concretos y reales. « ¿No es acaso como un puente que solo tiene pilares a una y otra orilla, y que, a pesar de ello, puede uno atravesar como si los tuviera en todo el recorrido? Operaciones de esa naturaleza me dan vértigo.»   

Beineberg y Reiting disfrutan torturando a Basini. Cada uno lo emplea para encontrar la respuesta de sus propias preguntas existenciales. Beineberg lo desnuda y lo azota. Reiting lo desnuda y lo sodomiza. Tórless siente asco por Basini, asco que con el transcurrir de la historia mudará hacia una indiferencia total.

El estudiante Törless experimenta con la filosofía (tratará de leer un volumen de Kant que jamás llegará a entender), con la homosexualidad («Junto a su cama estaba Basini que, con frenéticos y rápidos movimientos, se despojó de la camisa, se metió bajo las sábanas y apretó su desnudo y tembloroso cuerpo contra Törless»... «Entonces Törless ya no buscó palabras. La voluptuosidad que, poco a poco, se le había ido metiendo furtivamente desde aquellos primeros momentos de desesperación, había alcanzado ahora sus plenas dimensiones. Allí estaba esa voluptuosidad, desnuda junto a Törless, extendida, cubriéndose la piel con su blanda y negra capa. Y le susurraba dulces palabras de resignación al oído, y con sus cálidos dedos hacía a un lado todos los problemas y deberes que parecían vanos. Y le susurraba: “En la soledad, todo está permitido…”»), cuestiona la rígida moral de sus padres y profesores, las halla vanas.

La estadía en ese ambiente, que le había permitido reflexionar sobre lo perverso, lo amoral y lo prohibido, será esclarecedor para el atribulado muchacho: «Ahora sabía  distinguir entre el día y la noche. Y el caso es que siempre había sabido hacerlo, solo que una pesadilla se le había filtrado, borrosa, a través de esa frontera, y se avergonzaba de tal confusión; mas el recuerdo de que podía ser otra cosa, de que hay alrededor de los hombres tenues fronteras que fácilmente pueden deshacerse, de que febriles sueños rondan el alma, corroen los firmes muros y abren de pronto inquietantes, trágicas calles… También este recuerdo se le había grabado profundamente y proyectaba pálidas sombras. No podía explicarse gran cosa de este estado; pero el hecho de que no pudiera expresarlo con palabras le parecía valiosísimo, como la seguridad del cuerpo fecundado que ya siente en su sangre el tenue tirón del futuro.»

Luego de que Musil colocará a su Törless en las situaciones más oscuras y confusas para un adolescente –o para cualquier ser humano temeroso de conocer y transgredir sus límites autoimpuestos-, termina su novela dándonos el antedicho mensaje; es decir, jamás podremos explicar aquello que experimentamos en la vida durante la búsqueda de nuestro propio conocimiento. Jamás podremos explicárnoslo, porque la vida solamente se siente; las palabras son como aquellos pilares o puentes, sobre los cuales nos apoyamos para representar, aunque no en toda su magnitud, lo que sentimos.

A continuación, dejo algunas frases interesantes del libro:

«Porque la primera pasión de los adolescentes no es amor del uno por el otro, sino odio contra todo.»

«Casi toda pasión primera dura poco y deja detrás de sí un gusto amargo.»  

«Porque cuando el alma del mundo quiere que una de sus partes permanezca, se expresa muy claramente. Dice no, crea un obstáculo, nos hace pasar por encima del gusano o da a la piedra una dureza tal que no podemos destruirla sino con la ayuda de alguna herramienta. Y antes de que vayamos a buscar una herramienta, la piedra habrá creado los obstáculos con una serie de pequeñas, tenaces dificultades, de manera que aun cuando las superamos, la cosa ya tendrá de antemano otra significación.»

«“Ciertamente no hay ningún fin”, se dijo. “Todo se proyecta cada vez más lejos, más adelante, al infinito.”»

«Se preguntaba qué dirían los demás, sus padres, sus profesores, si conocieran su secreto.»

«Consideraba como una cosa inevitable que una persona con una vida interior rica y agitada viva momentos de los que nadie debe saber nada y tenga recuerdos que conserva en los recodos más secretos del pensamiento.»

«Así, cuando una vez alguien a quien él había contado la historia de su adolescencia  le preguntó si este recuerdo no le causaba vergüenza de vez en cuando, Törless respondió, con una sonrisa: “No puedo negar que se trató de una bajeza. ¿Por qué iba a negarlo? Ha pasado. Pero algo quedó: aquella pequeña dosis de veneno necesaria para liberar el alma de un exceso de salud segura y acomodada, pero que le da, a cambio, una salud más aguzada, sutil e inteligente.»

«Porque entonces la palabra de advertencia “moral” quedaba asociada ridículamente a espaldas estrechas, barrigas prominentes sobre dos piernas como palillos y unos ojos tan inofensivos, tras las gafas, como dos ovejas paciendo, como si la vida no fuera más que un prado florido, algo edificante y solemne.»


«Sí, hay pensamientos vivos y pensamientos muertos… Un pensamiento, que acaso ya desde mucho tiempo atrás se nos metió en el cerebro, llegará a ser un pensamiento vivo solo en el momento en que lo anime algo que ya no es pensamiento, algo que ya no es lógico, de manera tal que sentimos su verdad más allá de toda justificación intelectual, como un ancla que desgarra carne viva, sangrante.»

lunes, 5 de agosto de 2013

Cementerio general - Un comentario

«Cementerio general» es una mierda.

Con esta afirmación, totalmente parcializada, subjetiva, insolente, procaz, pero muy sincera, no trato de espantar al público de ver esta película peruana. Además, ¿quién podría ser tan corto de entendimiento para dejarse llevar por mi soez comentario?

Tengo en cuenta que hay que alentar los emprendimientos de nuestros compatriotas en cualquier actividad artística que propongan concretar. Casi siempre, el Perú es un medio hostil para el arte. Sin embargo, el vínculo que nos une, la territorialidad, no debiera ser óbice para exponer abierta y sinceramente el sinsabor que me ha dejado esta película.

Guión pésimo, diálogos sosos y poco creíbles, actores inánimes, nula originalidad. El único rasgo original que se le puede atribuir a esta producción es ser la primera película de terror hecha en el Perú. Hasta ahí estamos bien. Pero ¿por qué diablos tuvieron que copiar pésimamente a las películas gringas?

Desde hace años, las películas tipo «Actividad Paranormal» nos han saturado con todos los trucos que Hollywood emplea actualmente para provocarnos miedo. Sabiendo esto, ¿por qué «Cementerio General» usa los mismos trucos? Y, encima, los usa mal. ¿Dónde está la originalidad? Por favor, ¿era necesario que uno de los protagonistas usara todo el tiempo una camarita?, ¿no tenemos los peruanos algo de ingenio?1

Otro gadget copiado clamorosamente del extranjero: usar a una niña como elemento de terror. Maquillaje barato, sonidos tremebundos que remueven los tímpanos cuando aparece la supuesta niña poseída y ya, ¿así creían generar terror estos productores de pacotilla?

Se puede tener un bajo presupuesto, pero no un guión con diálogos sin vida y, peor aún, actores que no saben actuar. Carajo, es indignante la escena en la que dos chicas (la que ha perdido a su padre e intenta, a instancias de sus amigos, contactarse con él por medio de la ouija, y la que tiene una tía experta en magia negra, a la que le ha sustraído un tablero real y verídico para jugar ouija, que organiza la sesión dentro del cementerio general) se confrontan, pero de un modo tan falso, que no fue raro ver cómo se caían las caras de la gente, en el cinema, por la vergüenza ajena. Toda la película fue falsa; jamás transmitió verdad. Y lo que el espectador quiere es comprar una verdad, olvidarse de la realidad y vivir otra historia tan o más real que su propia vida; el espectador no quiere  lamenta el haber comprado una entrada de mierda para una película aterradoramente falsa.

Otra escena cojuda fue una anterior a la descrita. Los personajes principales están jugando a la ouija en la sala de la casa de la chica que perdió a su padre. No pierdan la paciencia con el huevón que no deja de filmar cada movimiento, porque el idiota ése lo seguirá haciendo hasta el final de la película. Bueno, casi hasta el final.  En esta ocasión, el tablero es una hoja de papel sobre la que se ven dibujados chapuceramente los símbolos característicos del tablero original. En el grupo reunido hay un payaso, un pedejerete, un bacancito y un tontorrón. El bacancito le dice al tontorrón, que es un personaje adiposo, que anote las letras que la supuesta alma del padre de la chica dicta a través del movimiento de la moneda sobre el abecedario del papel. Cuando la supuesta alma ha terminado de expresarse, el bacancito le dice al tontorrón «lee, gordo, en voz clara y alta». El tonto lee: «Soy un imbécil». No negaré que todo el recinto se partió de risa. Yo no. Lamento aguarles la fiesta. Pero ¿cómo puedo creer que el gordo huevón no fue capaz de ir atando cabos sobre la frase que su puño redactaba mientras escribía?, ¿puedo creer que existe una persona tan cojuda que se da cuenta de lo que ha escrito cuando ha terminado de escribirlo?

«Cementerio general» logra abarrotar las salas de los cines de la ciudad porque es la primera película de terror que produce este país. Creo que ése es el gancho. No obstante, dudo seriamente que alguien que ya la vio repita esa experiencia.

Mejor, olviden las palabras que aquí he vertido, vean la película y obtengan su propia opinión.


1 Por si acaso, si algún productor está interesado, tengo pergeñada en la mente una historia realmente terrorífica y original. Si desean hacer negocios, pueden contactarme.

martes, 23 de julio de 2013

Yo, Pedro - Pedro Suárez-Vértiz




A mi tío Roger, admirador de Pedrito desde aquellos años noventa.

Quiero suponer que las personas que nacimos en 1983, o alrededor de ese año, hemos disfrutado de nuestra adolescencia con más de una canción de Pedro Suárez-Vértiz. Escuchar algunos de sus éxitos nos transportan a esa época de transformaciones y descubrimientos.

Ese fue un motivo suficiente para comprar Yo, Pedro y leerlo prontamente. Pero hay algo más detrás de las canciones que nos hacen evocar tiempos que creemos felices; está el cantante, el artista. Y Pedro Suárez-Vértiz es un artista singular, con ideas, con una personalidad franca, abierta, inquisitiva. Sobre todo, un artista que posee un espíritu sencillo y empático, que le ha permitido ganarse la amistad incondicional de miles de peruanos, peruanos quienes, justamente por las razones antedichas u otras de diversa índole, agotaron el tiraje de su libro en la reciente feria.

Yo, Pedro es desenfadado, es diverso, es religioso, discurre y gana tangentes para luego regresar al cauce original. Está escrito por alguien que ha alcanzado esa etapa serena de la vida, luego de mucho experimentar, fracasar, vivir, y que te escribe desde allí, sin pretender ser un sabio infalible. Es decir, te aconseja como lo haría tu pata. Pedrito expone sus ideas de una manera muy cool. Cuando habla sobre la ansiedad en las relaciones interpersonales, en la página 138, dice: «Si no eres ansioso, eres de los que recibirán propuestas. Los gringos le llaman a eso ser cool. Lamentablemente, no hay traducción exacta en español para esa palabra que explica tan bien el perfil de quien es estable emocionalmente.» Líneas después, como en este caso, nos dice verdades que, quienes nos hemos enamorado, o simplemente vivido con intensidad, ya sabemos o intuimos: «Quien te sepa jugar al vacío te hará extrañarlo. Y esa es la gente no ansiosa. No se debilitan como tú con su propio carácter. No se desesperan». Y, definitivamente, Pedrito se hace querer.

Si solo compraste el libro para saciar tu morbo sobre el problema que Pedro afronta actualmente, él te lo explica en las primeras páginas. Pero si lo compraste para conocer un poco más al artista que nos ha regalado un sinnúmero de canciones indelebles, puedes leer esta mezcla de anécdotas y máximas de vida en las páginas posteriores.

Pedro habla de todo, pero principalmente del amor. Uno puede discrepar de sus opiniones, pero no podrá negar que se trata de la sabiduría que te ofrece alguien muy recorrido y ducho en ese tema, alguien que posee la peculiaridad de ver la aguja en el pajar. Como nos sucede a todos luego de que hemos sufrido algún importante revés en nuestras vidas, analizamos con calma lo que hemos hecho hasta el punto actual. Sacamos conclusiones. La veta filosófica de Pedrito se muestra ahora, lúcida y serena, cool, cuando atraviesa uno de los momentos más «inesperados», según él, por su rara disartria. Al respecto dice, en la página 24: «Yo estaba preparado para todo, menos para un problema muscular que se manifestaba en el habla; jamás lo imaginé. Tomé seguros para todo, accidentes, infecciones, muerte, pero no para esto». Pero Pedro es un ganador nato, no se desanima, la vida le ha enseñado a ser cool: «No estaba preparado, pero asumí el reto y tomé la decisión de no darle ni media vuelta más. Nunca me dio lástima, nunca derramé una sola lágrima. Simplemente me lo eché al hombro y me dispuse a que nada inmutara mi felicidad de tantos años».

Son imperdibles los encuentros de Pedrito con personajes tan disímiles como Hernando de Soto, Roque Benavides y Luisa María Cuculiza. O aquel cuando conoció a Emilio Estefan, gracias a un amistoso gesto de Jaime Bayly.

Pedro es agradecido. Característica tan notable en estos tiempos de atropellos y desvergüenzas.

Pedro es un gran conversador. Los grandes conversadores son aquellos que se interesan por lo que el otro tiene que decir. Aquellos que muestran empatía. No son grandes conversadores esos que pretenden imponer sus ideas. Así transcurrió la conversación entre él y Hernando de Soto en un avión. Pedro, humilde, como un alumno, buscó la sabiduría que aquel baquiano y experimentado caballero podía darle. Así, recibió varias y útiles lecciones: «Tú habrás visto los miles de congresos y convenciones que se hacen en Estados Unidos. Bueno, resulta que muchas veces las cosas que se exponen ahí o las conferencias que se hacen no son el principal motivo por el que la gente va. Hay momentos importantísimos en esos eventos que poco o nada tienen que ver con las materias que los expositores ofrecen. Son los momentos del coffee break, las esperas en grupo del ascensor, las búsquedas del baño, los caminos de ida o de vuelta al hotel. Porque ahí interactúas socialmente con otras personas que, como tú, también han asistido a estas convenciones y generas contactos muy importantes para el desarrollo de lo que estés haciendo. […] Todos quienes van a estas convenciones son unos tontos si solo lo hacen para regresar con un certificado para colgarlo en la pared». Más adelante, De Soto remata: «Porque en este mundo hay algo tan o más importante que el know-how, y ese es el know-who».

Pedro es un tipo genuino que no estudió en la universidad para conseguir un trabajo, sino por un mero «escozor intelectual», como llama el autor a ese afán desinteresado por descubrir aquello que captura tu atención.

A ver, a continuación, y con el permiso de Pedro, extraeré de su libro algunos de las frases que me dejaron pensando. Yo, Pedro contiene muchas ideas. Puedes estar a favor de ellas o no, pero, sin duda, este libro te invita a reflexionar. Y eso se agradece. Leamos, pues, algunos fragmentos del Bob Dylan peruano, tal como lo bautizó Jaime Bayly (autor del prólogo de Yo, Pedro) en alguno de sus programas.

«Lamentablemente, el estrés siempre busca salidas rápidas, y eso solo está en los placeres: comer, dormir, sexo, shopping, cash, trago. Pero los placeres satisfacen solo por momentos. No proyectan nada. Tendrás nuevamente sueño, ganas de sexo, de comprar, etcétera. […] No hay que buscar la felicidad a través de la satisfacción, de los placeres. Hay que hacerlo a través de algo más durable: el gozo».

«Con una mujer solo funciona el diálogo, jamás la discusión. Si ella está alterada, no debe haber discusión en lo absoluto, sino solo estarías apagando fuego con gasolina. Dialogar es querer oír al otro, discutir es solo querer ser escuchado».

«Y no es que no exista la felicidad, sino que la felicidad es muy simple y elemental. Si la piensas mucho, se escurre. Una mente amplia no la ve. Siempre la deja ir. La inteligencia y el conocimiento solo te complican. “El árbol de la ciencia –le decía Dios a Adán y Eva-. Aléjense de él”.»

«Háganme caso: un taxista viejo puede saber más de la vida que un doctor en Filosofía. Pero el mundo no lo ve así y por eso está de cabeza».

«Porque, según él (Hernando de Soto), el destino tiene mucho para uno, pero hay que dejar que éste te arrastre con confianza».

«El matrimonio debe ir de menos a más, no de más a menos. Sexo y dinero se cuidan, se ahorran. La meta no son ustedes, mirarse a los ojos y tortolear, porque eso acaba en divorcio. La meta es construir, emprender, planear, amoblar la casa, soñar, sufrir por falta de plata. Eso es bello y los une intrínsecamente. Crezcan, tengan hijos, llévenlos al cole, preparen loncheras, vean tele juntos, planeen cositas nuevas para la casa, escojan de a dos.»

«Todo satura. Tanto las relaciones como la soltería. […] Pasar de una pareja a otra sin hacer espacios es un error, es sucio, es traicionero y, lo peor, no deja que uno se conozca, no deja que estés contigo a solas. Postergas el conocerte todo el tiempo, el saber quién eres, y no llegas a ningún lugar».