martes, 30 de marzo de 2010

Lima está sucia por mi culpa

De acuerdo a lo que me dijo Erick Benites, editor de la editorial Mesa Redonda, mi primer libro verá la luz en la segunda semana de abril. Hoy fui a la sede la editora para entregar la última cuota por el derecho de publicar mi libro. Como escritor principiante que no posee ningún tipo de galardón que pruebe su calidad literaria, tengo que pagar, literalmente, derecho de piso.

Al terminar esa diligencia me dirigí a casa. Para ello tuve que pasar por la Universidad Católica. Se supone que esa casa de estudios es habitada por gente que posee un cierto nivel de educación básica. Estuve sentado un par de minutos en el paradero ubicado cerca de la puerta principal de la universidad, a la espera de la combi que me llevaría a mi casa -sí, me avergüenza tener que admitir que a mis 26 años no tenga un carro, mucho menos un trabajo para obtener el dinero con qué comprarme el carro. Pero estoy en la búsqueda de empleo-.

A mi costado, un chico y una chica -tendrían veinte años seguramente- conversaban de algún tema. Era una conversación risueña. En fin , todo bien. Sin roche. De pronto, parecen advertir la presencia del vehículo que los transportaría a sus casas -o al hotel, uno nunca sabe muy bien lo que una pareja cualquiera se traiga entre manos-, se levantan y el chico deja caer una tira de papel con la mayor concha y descaro. Quise decirle algo, hacerle ver su falta, pero era muy tarde, pues el tipo salió raudamente para "chapar su combi".

De todos modos, pienso que no hubiese tenido el valor cívico para amonestarlo. Soy de las personas que, cuando el problema no es con ellos, se queda callada. Es rasgo mío me avergüenza. El haber mantenido silencio ante ese hecho me convirtió en cómplice del délito de ensuciar las calles. Como bien cita esa frase de anómino autor: La Justicia tolerante es cómplice del maleante.
Si un chico de veinte años, que estudia en la Católica, ensucia las calles con tal desparpajo y yo, que estudié en tal universidad, ´guardé deshonroso silencio que delitos contra el ornato público no cometerán las miles de personas que, desafortunadamente, no han tenido acceso a una buena educación.

Yo creo que una buena educación será la base para que gente como ese chico y yo cambie su mentalidad y: 1) Guarde la máxima observancia por cuidar el ornato de la ciudad y se guarde la basura en el bolsillo para que la deposite, más tarde, en un basurero apropiado y 2) Corrija, con vehemencia y razón, los desagravios que se cometan contra su ciudad. Sólo así, con una buena educación, este país cambiará.

Hasta pronto.

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