lunes, 6 de diciembre de 2010

La renuncia

Antes de conocer a Wendy, yo trabajaba para una compañía minera a la que renuncié cordialmente pues consideraba que el trabajo que tenía que realizar no era compatible con el nivel de educación que había recibido en la universidad y que desmerecía enormemente todo el esfuerzo y el dinero invertido por mis padres en mi formación profesional.

Había aceptado aquel trabajo gustosamente y coloqué todo mi empeño en él. Realicé una labor que mis jefes supieron apreciar a pesar de ser poco el tiempo que permanecí allí. Una semana de preparación nos brindó la empresa a la nueva gente que había sido aceptada al igual que yo. Durante esa semana no conocimos exactamente el trabajo que realizaríamos.

Menuda fue mi sorpresa cuando descubrí cuál era verdaderamente la función principal en aquel trabajo. Como el dinero que me procuraba esa empresa me era en extremo necesario, pues debía pagar un dinero mensual a un banco, tuve que tragarme el orgullo y continuar con el oficio que se me había encargado.

Tres meses trabajé con ahínco y la firme convicción de que cualquier esfuerzo era válido por mantener bien a la familia.

En setiembre de este año, la idea de dejar el trabajo en esa empresa ya rondaba mi cabeza. Sólo estaba esperando que mi CV fuera recibido por alguna otra empresa. Sin embargo, la suerte me era muy esquiva. Lamentaba haber renunciado a mi anterior trabajo en donde, si bien no ejercía directamente la minería, ejercía el cargo de supervisor, la paga era muy buena y la oportunidad de trabajar para su sección de planeamiento podía ser cosa de tiempo y paciencia. Impetuoso y arrogante como era, decidí alejarme de allí a fines del 2009.

Cierto día mi hermano me escribía contándome que una empresa minera lo había contratado como ingeniero junior. Me alegré mucho por él. Al siguiente segundo pensé: con mi hermano trabajando, puedo dejar este trabajo y pedirle amablemente que se hiciera cargo de pagar la deuda al banco, mientras yo buscaba algo mejor. Mi gentil y buen hermano aceptó de buena gana, luego de que yo le contara mis decepciones con el oficio que la empresa a la que pertenecía me pagaba por hacer.

Durante los primeros días de octubre, era otra vez un ciudadano desempleado. Empecé a enviar nuevamente mi CV a diferentes llamamientos de trabajo. También, para distraerme, iba al jirón Quilca a comprarme algunos libros que pudieran llenar con sus páginas las inmensas horas de ocio que componían mi nueva y ya conocida rutina de completa nulidad laboral. Fue en una de esas visitas a Quilca que conocí a Wendy.

Todavía sigo enviando CVs. Me he logrado comunicar con un amigo que me ha ofrecido indagar entre sus amigos si existe una oportunidad laboral para mí. También, mi ex jefe (y amigo aún) en el trabajo en el que fui supervisor está tendiéndome una mano para tentar regresar a esa empresa de la que considero, ahora, gracias a la madurez y los golpes que la vida me ha dado, nunca debí haber defeccionado.

Sin embargo, no me arrepiento en modo alguno de haber renunciado voluntariamente al trabajo que venía desempeñando hasta hace pocos meses. No lo realizaba con el mismo entusiasmo que al inicio, y, sinceramente, estaba convencido de que no aportaba mayores luces a mi formación profesional. Al realizarlo me sentía un mercenario. Y si hay algo de lo que puedo ufanarme es que siempre he procurado decir la verdad y conducirme dentro de los parámetros de mis ideales.

Mi madre, para suavizar las críticas que mi renuncia pudiera haber suscitado en mi padre (que vive en Chimbote) o mi tío (que reside en Chile), me aconsejó que les contara que no había renunciado a la empresa sino que, más bien, el contrato había terminado debido que el supuesto proyecto para que el que fui contratado había concluido antes de lo previsto. Le agradezco a mi madre el consejo, que puse en práctica y que evitó que el vendaval de críticas por parte de mis familiares me inundara al encontrar parecida la situación a la del 2009. Este caso era distinto. Y, como lo repito, de esta renuncia no me arrepiento. Si la vida es generosa conmigo, relataré, a modo de ficción, las gratas y no gratas experiencias que viví en el Cusco, en ese trabajo.

El tiempo que empleo en la búsqueda de trabajo que todavía sigo realizando se ha dulcificado gracias a la presencia de Wendy en mi vida, con quien, sin duda, experimento día a día nuevas y divertidas (a veces penosas) situaciones, y con quien aprendo que el amor puede ser algo que difícil de entender pero que al fin y al cabo sí existe.

Como me dijo mi tío antes de regresar a Chile hace poco: “Daniel, tu principal labor es enviar CVs a las empresas para que consigas un buen trabajo”. Y en eso estoy. Enviando mi resumé y esperando respuestas. Respuestas que no llegan y que espero acompañado de la ternura, donaire, gracia y sensibilidad de Wendy.

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