miércoles, 6 de abril de 2011

GENTE II

El joven ingeniero que se cree pituco tiene la piel blanca. Su piel no es tan blanca como la de un gringo norteamericano, pero tampoco es oscura como la de un trigueño; y esto último, él lo agradece infinitamente a la naturaleza. Siempre que puede, da gracias a Dios por no haber heredado el color de piel de su padre, sino el de su madre. Se considera muy afortunado de no haber adquirido los rasgos aindiados de su madre, sino los de su viejo, que son más bien anglosajones. Su viejo puede ser trigueñísimo, oscurísimo; pero para nada tiene los rasgos de un cholo. El joven ingeniero apitucado se ve a sí mismo como la mezcla perfecta de las mejores características de sus padres.

El ingeniero que se cree pituco habla como los pitucos: ha copiado ese dejo en la voz, entre medio estirado y despreocupado, que suelen emplear los chicos y chicas adinerados de su país.

Seguro que ese huevón vive en La Molina o San Isidro. No, señor. El ingeniero apitucado no mora en ninguno de esos distritos; el tipo vive en Carabayllo. Chucha, bien pendejo es ese ingeniero: habla como pituco, se rodea de gente blanquita, pero el muy mierda vive en el culo del mundo, con la gente pobre. La cagada.

Así es ese ingeniero: jamás dejará que lo vean con alguien que no sea blanquito o blanquita y que viva en los distritos de clase A. Por eso no tiene amigos en su barrio, el cual es uno populosísimo, situado en el mismísimo corazón de Carabayllo: ¡Asu! ¡qué piña que es esa mierda! Y, pa’ concha, todos sus vecinos son marroncitos. O sea que el ingeniero apitucado, en su adolescencia, no cruzó palabra con ninguno de sus vecinos; ellos salían a jugar fulbito en la cancha de tierra del barrio, y él se quedaba practicando y copiando el tono de voz y la entonación que usaban los amigos que conocía en el costoso instituto en donde aprendió a hablar inglés.

Este joven siempre dice que tiene plata; y la tiene, pero no en las cantidades que la gente puede pensar. Míralo, sin embargo, cómo habla de que se va a comprar un carro, que va a estrenar departamento y cosas por el estilo. Bien florero me había resultado este ingeniero.

No tendrá la plata para comprarse un departamento; pero no cabe duda alguna de que tiene muchas ganas de irse de su casa. Él quisiera invitar a sus amigos blanquitos a la casa, pero se contiene por muchas razones: uno) su casa queda en Carabayllo, dos) sus viejos, según él, son impresentables; su mamá por india y su papá por marrón, tres) sus “brothers” comprobarían que su casa no tiene los lujos de los que él se ufana.

Conocido cabeceador es el ingeniero que se cree pituco. A varios de sus compañeros del trabajo les ha metido cabeza con veinte y treinta soles. Sus compañeros nunca le cobran porque piensan que si lo hacen, el ingeniero apitucado podría pensar de ellos que son unos misios de mierda que cobran deudas ridículas de veinte soles. Claro, es que sus compañeros de trabajo le han comprado el cuentazo de que él es un pituco de verdad. Y ellos, no pueden quedar como misios ante un pituco.

Fue por ósmosis que el joven ingeniero apitucado conoció la cocaína. La mayoría de sus amigos de clase alta la conocía muy bien y la consumía mejor, desplegando una maestría espectacular al momento de su inhalación. Una vez que el ingeniero apitucado cobraba su salario, corría adonde el negro del cajón para comprarle cocaína. El negro le aseguraba que era coca de la mejor calidad. Purita, varón.

Ahora el ingeniero apitucado está jalando harta coca en el baño de la casa de su enamorada, quien resultó ser una guapa modelo limeña, hija de un alto mando del ejército peruano. Ella lo está esperando en el auto de su papá (del papá de ella, porque el ingeniero no tiene auto; menos su papá). Van a una fiesta en la casa de una amiga de ella. El alto coronel tiene el estómago flojo y se dispone a hacer uso del baño de la sala. En ese baño está el ingeniero, aspirando coca por ambas fosas nasales. Está tan a gusto en su festín que ha olvidado echarle seguro a la puerta. El alto mando del ejército, que ha robado más plata que el presidente de la república, estira su mano para girar la manija de la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario