sábado, 5 de enero de 2013

Sofisticado y exclusivo

Los azares del destino han colocado al escritor en un modesto hotel ubicado en un diminuto pueblecito de la sierra de Lima llamado Churín.

La habitación que le ha sido asignada por el dependiente tiene dos camas. Le agrada tener dos camas en la habitación, siempre cabe la posibilidad de que algo pueda suceder. Pero ese hecho lo alarma. Él ha pagado por una habitación simple; no por una doble. El hotelero puede haber malentendido su solicitud y, por tanto, puede cobrarle más cuando al día siguiente recoja su factura. A pesar de que no es su dinero, sino el de la empresa para la que trabaja, el escritor procura gastar lo mínimo. Su añeja tacañería lo acompañará por el resto de su vida, piensa mientras baja las escaleras que lo separan del vestíbulo.

El dependiente le confirma que le cobrará como si estuviera hospedándose en una habitación simple. ¿Y por qué me dio una doble? Porque no tengo más habitaciones.

El escritor salva las escaleras, satisfecho.

Una hora después, el escritor está tirado sobre una de las camas, viendo televisión. Sobre la otra cama, desperdigado, está su equipaje.

De pronto, suena su celular. Es un número desconocido. Él, por política, suele contestar los números que tiene grabados en la memoria de su celular, es decir, aquellos que no son más un número, sino un nombre: “papá”, “mamá”, “hermano”, etc.

Fiel cumplidor de su política, deja sonar el teléfono hasta que el sonido cesa.

Pocos minutos después, el mismo número desconocido de hace unos instantes vuelve a la carga. El escritor ignora la llamada. Su política es inquebrantable. Si lo que el desconocido trata de comunicarle es tan importante, le dejará un mensaje. El escritor, entonces, luego de leer el mensaje juzgará si es apremiante devolverle la llamada al desconocido.

Luego de que ha terminado el chillido del teléfono, el escritor comprueba que el número desconocido, o la persona detrás de ese número, no le ha dejado mensaje alguno. Debe ser una llamada sin importancia, piensa el escritorzuelo.

Ha transcurrido una media hora, el escribidor de naderías se ha enganchado con su serie favorita “Two and a half men”. Cuando oye la tonada que sirve de introducción al programa, se acuerda inmediatamente de Morgana, su hija, quien disfruta sobremanera de esa melodía, a pesar de sus ocho meses de vida. Entre su hija y esa cancioncita hay un vínculo que el escritor no puede explicar. Sin embargo, tiene una teoría: Por aquellos días previos a la concepción de Morganita, el escritor había descubierto, haciendo zapping, “Two and a half men”. Desde “Seinfeld”, no se había topado con una serie tan desternillante. Además de los diálogos y los personajes de la serie, la breve canción introductoria del show lo tenía cautivado. Entonces, colige el escritor, aquel gusto pudo haber quedado almacenado en la carga genética de los espermatozoides que habitaban por aquellos días sus testículos. Luego, uno de esos espermatozoides fecundó el óvulo de la madre de Morganita, transmitiéndole ese gusto musical.

Por ello, se explica el escritorzuelo, a Morganita le llama poderosamente la atención aquella breve canción apenas la oye, interrumpiendo cualquier actividad que ella esté realizando: tomando la teta, chupando algún juguete, tratando de conciliar el sueño, esforzándose por arrebatarle los anteojos a su papá, jugueteando con uno de los libros de su papá (ver video), etc.




Una hora después, el número desconocido porfía por entablar una charla con el escritor. Éste, quizá suavizado por el recuerdo de Morgana, decide violar su política y contestar la llamada. Qué más da, se dice, veremos qué pasa.

-Hola, Danielito-dice la voz melosa de una mujer. Sin esperar la respuesta del sorprendido escritor, la voz continúa: -¿Cómo estás? ¿Qué está haciendo uno de los solteros más codiciados y sofisticados de Lima?

¿Sofisticado? ¿Soltero? ¿Codiciado? El escritor está desconcertado. No conoce a ninguna persona que pueda hablarle con tal desparpajo y chabacana confianza. Debe tratarse de una pasada de algún lejano amigo de la universidad. En su mente, con una velocidad que lo desconcierta más, trata de barruntar quién podría ser ese bromista.

-Danielito, yo sé que eres un ingeniero joven y sofisticado (otra vez la palabra “sofisticado” ¿Quién le habrá dicho que soy sofisticado? Yo puedo ser todo menos sofisticado), al que le gusta vivir con absoluta comodidad, por eso quiero ofrecerte algo que no podrás rechazar.

No, un amigo de la universidad no podría estar detrás de esa broma. Para empezar, ninguno de sus amigos tenía amigas. Eran incapaces (el escritor incluido, por supuesto) de entablar amistad con una mujer. Descartados los lejanos y pocos compañeros de la universidad, ¿quién podría estar detrás de esa pasada?

-Como ingeniero exitoso, sé que viajas constantemente y que durante esos viajes prefieres descansar en cómodos hoteles que van de acuerdo con tus gustos sofisticados (¿no conoce otra palabra esta mujer?). Te ofrezco algo que no podrás rechazar: una tarjeta dorada que te permitirá tener acceso a las facilidades A1, en el país y en Latinoamérica. Así es, un ingeniero de tu categoría y, además, soltero y guapo (¿Qué? ¿Guapo yo? Esta pasada está alcanzando límites insoportables) no puede hospedarse en cualquier lugar. Un ingeniero joven como tú merece lo mejor.

Por fin, algo menos alelado que antes, el escritor pronuncia sus primeras palabras: -Disculpe, señorita, ¿con quién hablo?

-Danielito, te habla la mujer que se convertirá en tu mejor amiga. Soy Regina de la Hoz. Te auguro que me llamarás constantemente para que tus noches en los mejores hoteles sean inolvidables. ¿Te gustaría tener una noche inolvidable, Danielito? Un chico sin compromisos como tú de hecho está deseoso de pasar una noche de diversión y placer. Yo te ofrezco eso y más, mucho más. Todo depende de ti. Y no debes preocuparte por nada porque te ofrezco ventajas económicas inigualables. Debes saber, Danielito, que estás muy bien recomendado.

-¿Sí?-balbuceó el escritor.

-Claro, ¿conoces a William Tañedo y a David Guerra?

-Sí, trabajan conmigo.

-Ellos ya disfrutan de los placeres que yo quiero ofrecerte. Son clientes de primer nivel y muy, muy exigentes. Nosotros sabemos que tú eres muy exigente y que siempre buscas noches placenteras que te relajen después de un arduo día laboral durante tus viajes. Por las recomendaciones de William y David, hemos llegado a ti para brindarte todas las noches Premium que un ingeniero exclusivo como tú merece.

El escritor, tibiamente, trató de ponerle coto a esos adjetivos absurdos que la voz le endilgaba gratuitamente: -Señorita, yo estoy casado. Y, discúlpeme, pero no estoy interesado en obtener los beneficios de los que me habla.

La mujer, modificando su discurso y extraviando su primigenio ardor sexual-psicodélico, pero sin perder el objetivo de embaucar al escritor, siguió:

-Oh, Danielito, entonces tu esposa y tú tienen un mundo de posibilidades para disfrutar de sus vacaciones en los mejores hoteles de, por ejemplo, el Caribe. Aunque supongo que un ingeniero de tu status ya conoce muchos lugares de esa zona, ¿no?

El escritor, harto de tanta falsedad, dice y hace algo que antes no hubiera sido capaz de decir y hacer: -Señorita, soy un ingeniero mediocre y pobre. Me gusta la pobreza y abomino de las comodidades. Mi esposa y yo tenemos con las justas para comer. Así nos gusta vivir. Por favor, no insista con sus ofertas. Lamento decirle que no soy el cliente que usted cree. Buenas noches.

Un silencio sepulcral anidaba al otro lado de la línea telefónica. El escritor extinguió el creciente silencio cancelando la llamada.

Había perdido casi quince minutos de su morosa existencia.

4 comentarios:

  1. No perdiste el tiempo al menos te da material pa q sigas escribiendo tus webadass.. buena kieres encubrir al toleeeedo(con voz de alejandro toledo)

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  2. Any resemblance to real life characters is pure coincidence, mate.

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  4. Linda tu nena Dany..espero conocerla..claro si se puede jajaja..eso de que colgue el telefono..hay Dany ni tu la crees jajaja

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