viernes, 19 de abril de 2013

"El único vicio saludable" - (Esmórgasbord, Marco Aurelio Denegri)




Fue una saludable decisión la de realizar el trayecto, desde la madriguera en que vivo con mi familia (Wendy y Morgana) hasta los headquarters de mi trabajo, a pie. Así, no solo ahorro un sol en el pasaje de la combi –toda atestada de gente- sino que gano cuarenta minutos (a paso normal, el trayecto puede realizarse en veinte minutos; a paso veloz –corriendo casi-, en diez; y remolonamente –como lo hago yo-, en cuarenta), gano cuarenta minutos, decía, para leer. No hay mejor manera que empezar el día con unas buenas líneas enviadas directamente al cerebro (no, estimados amigos cocainómanos, me refiero a las líneas negritas de los textos).

Uno de los artículos que componen “Esmórgasbord”, obra del polígrafo Marco Aurelio Denegri, se titula “El único vicio saludable”. El artículo es ameno y, para aquellos peramantes1 de la lectura, muy motivador; aunque para mí, al mismo tiempo –sentimientos encontrados dirían algunos- desalentador.



Marco Aurelio Denegri riendo estruendosamente luego de leer este artículo. Luego dirá que Daniel Gutiérrez debe dejar urgentemente la escritura para dedicarse a otros menesteres.

¿Por qué este artículo es, en cierta medida, desalentador para este escribidor de pacotilla (o sea, yo; no Denegri, huelga la aclaración)? Porque el genial Marco Aurelio nos noticia sobre las costumbres y modos de lectura de algunos personajes principales de la historia de la humanidad. Creo que no exagero al atribuirles tal principalía a personajes tales como Honoré de Balzac, prolífico y gran escritor; Francisco de Quevedo cuyo poema “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con los ojos a los muertos” es uno de los epígrafes con los cuales Denegri abre el texto; o Marcelino Menéndez y Pelayo, sabio español del siglo XIX.

Pero, aún no he respondido a la pregunta de por qué las tan interesantes y ricas experiencias de lectura de estos egregios hombres me causa, en cierto sentido, un profundo desasosiego.

La respuesta es sencilla: Porque jamás leeré la cantidad de libros que ellos podían leer por hora, por mes, etc.; y porque jamás tendré la capacidad de concentración y retención que estos hombres poseían.

Cuenta el Doctor Denegri que:

Honoré de Balzac “fue también lector notabilísimo y omnívoro, puesto que devoraba libros de toda clase: obras religiosas, de historia, filosofía, física, etcétera; y su mirada abarcaba siete u ocho líneas a la vez, y solía bastarle una sola palabra de la frase para captar su sentido. Su mente apreciaba el sentido con una voluntad similar a la de la mirada.”

Francisco de Quevedo “sazonaba siempre su comida con la lectura, y que ni aun cuando iba por la calle dejaba de leer.”

Para Marcelino Menéndez y Pelayo, “un volumen corriente de 300 o 400 páginas no duraba para su atención de lector más que unos quince a treinta minutos, y a veces menos.” Esto último sobre Menéndez y Pelayo lo relata el notable médico, escritor, historiador y filósofo español don Gregorio Marañón.

Leo sobre la voracidad literaria de estos hombres y me siento pequeño: con las justas leo un libro de 300 páginas a la semana; mientras la cantidad de libros en mi biblioteca crece y crece desmesuradamente.

Cuentan –está citado en el libro del doctor Marco Aureeeelio (aplicar la voz de Martha Hildebrandt a la entonación)- que, en su lecho de muerte, poco antes de pasar a mejor vida (si en el otro mundo existe la literatura, definitivamente habrá mejor vida), Menéndez y Pelayo, “contempló melancólicamente los estantes repletos de su biblioteca, y exclamó: «¡Qué lástima tener que morirme cuando me queda tanto por leer!»”

Sin duda, todos estos personajes tienen en común, no solo haber dejado una impronta en la Historia, sino compartir “el único vicio saludable: el de la lectura”2

Me quedan poco más de 10 años de vida y, definitivamente, no leeré todo aquello que me hubiera gustado leer. C'est la vie!



Notas al pie de página

1. Leer a Marco Aureeelio es siempre interesantísimo, porque el Doctor no solo nos descubre hechos ignotos para la mayoría de sus seguidores sino que, además, da cátedra sobre el modo correcto de escribir y hablar, lo cual siempre se agradece. Así, dejaré que él mismo nos explique el porqué de “peramante”: “Como prefijo de intensidad, y tanto en latín cuanto en español, per- encarece la idea que encierra la palabra simple a la que va unido; verbigracia, peramicus, muy amigo, amicísimo.”

2. Se cuenta que Jim Morrison también fue voraz lector desde muy niño. La literatura y la poesía lo habían capturado para siempre. No está probado, pero dice la leyenda que el coeficiente intelectual de Jim era de 149. Leía textos tan complejos que, en cierta ocasión, uno de sus profesores acudió a la Biblioteca del Congreso para tratar de hallar los libros que Jim mencionaba durante las conversaciones que sostenía con los profesores de la universidad.

6 comentarios:

  1. Yo tambien lei el libro y es uno de los primeros que me engancho a la lectura,

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  2. Admiro a MAD y éste será el próximo libro que leeré.

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  3. Sin duda se extraña la figura irreverente, prolijidad, carisma, lucidez, elocuencia, versatilidad y amenidad de sus entrevistas del gran MAD, con certeza que leeré su ensayo.

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  4. En su momento no se lo dio el reconociemto que merecía

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  5. conseguiré el ensayo, y lo leeré

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