martes, 14 de mayo de 2013

En la oficina, en la casa, ...

Una de los pocos atributos que caracterizan al escritor es su lealtad: jamás canjearía el buen trato, la comodidad, la cordialidad y la amistad por un puñado de monedas más.

El escritor, gracias a una jugada propulsada por su amigo Nasir, llegó a trabajar en la empresa en la que ya tiene dos años y un mes de permanencia, y en la que aún, gracias a que disfruta mucho de su trabajo, no ha pedido vacaciones.

En esa empresa, el escritor ha aprendido lo poco que sabe sobre minería –no recuerda haber aprendido mucho en la universidad, pues prefería leer ciertos libros nada científicos en la Biblioteca Central- y, más concretamente, sobre ventilación de minas.

En esa empresa, ubicada en Lima, a pocas cuadras de su hogar, el escritor está satisfecho. No tiene que viajar largas millas ni perderse en las alturas andinas -al menos no con frecuencia-; puede ir a su hogar y abrazar a su hija cuando él lo desee; puede dar caminatas relajadas y contemplativas por ese Centro de Lima que siente suyo.

La empresa para la que trabaja el escritor es relativamente grande y, por tanto, tiene muchas áreas o departamentos. Él escritor labora en el área de Minas, la más pequeña de todas, pues el número de trabajadores no supera la docena. Esa cantidad de personas y el hecho de que Minas cuente con su propia oficina (a diferencia de otras disciplinas que comparten un mismo piso) crean un ambiente cálido y distendido de trabajo. El escritor está a gusto.

Las condiciones que encuentra en el Área le son satisfactorias. No pide más, tampoco pide menos. La sabiduría que la vida le ha enseñado a punta de cocachos le permite valorar y disfrutar de lo que tiene. No se preocupa en conseguir ascensos, en ir al extranjero o en obtener un diploma. El escritor considera que esas nimiedades son solo eso, nimiedades. Recuerda lo que Henryet, personaje en la novela Leoni Leone de George Sand, le dice a Julieta: “Usted no sabe, Julieta, cuánto se dulcifica la vida para los que se imponen ciertas leyes y las observan”. Qué cierto, piensa el escritor. Él se impuso, desde que la vida le dio duros coscorrones, la ley de dejar que su destino lo lleve por los meandros que le tiene preparados. El escritor se impuso la ley de no esperar nada de nada ni de nadie, no abrigar esperanzas de ningún tipo. Así, como dice Sand, se le ha dulcificado la vida: va contento a trabajar, madruga, ama a su hija1 y se deja morder el hombro por ella cuando pasean por la Plaza San Martín, en esas noches de invierno que tanto fomentan el debate entre ateos y religiosos, entre comunistas y capitalistas.

No obstante, el escritor solo espera algo, pero de él mismo: escribir las novelas que debe escribir antes de cumplir los 40. Diez años no son nada. Hay que apurarse. (El ingeniero broca tiene, a la fecha, 104 páginas. El escritor estima que puede terminar su historia con 150 páginas más).

Las personas que trabajan en el área de Minas, con el escritor, son buenas, casi excelentes, tanto en lo profesional cuanto en lo personal. Nadie podría desear mejores condiciones. El compañerismo fluye y medra, sin encontrar óbice alguno en su desarrollo. Alguien tiene alguna duda, entonces uno socorre al otro con la más pronta diligencia y con el mejor ánimo.

Claro, algunos compañeros han abandonado el barco por causas perfectamente entendibles: un mejor puesto, más dinero, etc2. El escritor no pretende que todas las personas posean su espíritu kamikaze. Aunque, más que espíritu kamikaze, lo que el escritor posee es el entendimiento y la aceptación de la felicidad en su más puro estado. Sí, la felicidad de estar junto a los que ama y proveyéndoles lo económicamente justo para vivir y, al mismo tiempo, lo amorosamente exagerado para ser feliz. Ningún puesto pomposo (que, a la larga nadie recordará) o alguna bolsa gorda de dinero (que terminará gastándose en estulticias) podrán ser intercambiables por el sosiego que vive ahora.

Como dirían Los abuelos de la nada: “Más allá de toda pena, siento que la vida es buena”. Esto lo suscribe el escritor.



Como contaba, el ambiente en el área de Minas es distendido al punto que permite elaborar trabajos buenos y de calidad. Recuerden que lo bueno siempre requiere de tiempo y buen humor. Buen humor que se respira siempre en el área.

El escritor ha encontrado el lugar casi perfecto de trabajo. Desde su computadora no solo se dedica a darle trámite (junto con la valiosa colaboración de su hermano quien, en mayo, viajará a Chile para ser capacitado en el software que usa y, en junio, a Brasil para visitar la Planta de un importante proveedor de ventiladores ¡Qué se haría el escritor sin su hermano!) a los más diversos proyectos mineros sino que también se ocupa de su arte, de escribir.

El escritor se sabe artista, mediocre pero artista al fin y al cabo. Por tanto, se ha permitido, en esos momentos de estiramiento y distensión (siempre hay que mover los músculos; no puede permanecer uno todo el día sentado), caricaturizar a sus compañeros. Ellos saben que el escritor está loco y le permiten desahogar sus impulsos artísticos en la pizarra acrílica en la que, los jueves, esbozan la táctica que se empleará para la pichanga de las 7 de la noche.







El don que tiene para el dibujo le hace sentirse próximo a Abraham Valdelomar (recordemos que Valdelomar se destacaba notablemente en el arte de la caricatura) a quien –qué jodidamente loco está este escritor; seguramente ha leído el Elogio de la locura de Rotterdam- ya se ha tatuado en su brazo derecho, debajo de la imagen de Vallejo. Es decir, Vallejo y Valdelomar se han rencontrado luego de casi un centenar de años, no en el Palais Concert, pero al menos en el endeble brazo del escritor.


Notas de pie de página
1 Es invaluable para el escritor conocer muy de cerca los cambios que experimenta su Morgana: Sabe qué le gusta hacer, qué dibujos animados le gusta, etc. Si no la tuviera tan cerca no se habría dado cuenta de que ella experimenta gran fascinación cuando oye cantar a Mundi (personaje de Doki) en la televisión o en la computadora.
2 Sin embargo, el escritor envidia la capacidad que tienen algunas de las personas que ha conocido en su vida para renunciar a un trabajo cómodo y distendido sin más. Él no podría hacerlo fácilmente. Le resulta casi imposible, 

2 comentarios:

  1. yeah mate, you are so right.. As long as the salary is good enough to put food on the table and you enjoy your family, you don't need to look for any other job. Don't give me too much credit, because your mate Carlos Arriooooola(vmad)was the one who found you a job. I just told him "Daniel is sad beacuse you hadn't replied his email" so you believed he didn't give a fuck about you. He said who the fuck is Daniel so I had to describe how you look like. I said something like he is not agraciado, looks like chacalon jr. to which he replied ahhhh Chabelosss .. how is he going.. I said he's been unemployed for a while. Ohh my mate who works in Bisa just told me he needs a engineer, he said. I will give him a call.....

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  2. 1.- Me hiso recordar tu blog que frich me debe un whisky etiqueta negra .. por favor dile que si va a cumplir su palabra que se lo de a mi Hermano Carlos...

    2.-Juan lo siento. Ya te olvide...!!!!!!!!

    3.-David no te preocupes ya termino el vamos abrir la mina aquí en chile ..termino los estudio y voy a BISA a terminar el Faique....

    4.-William...ya pusieron la computadora en el Baño..¡¡¡

    5.-Daniel.. muy buen articulo... es el primero que leo en el que no dices groserías...

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