martes, 21 de septiembre de 2021

Víctor Humareda - Maestros de la pintura peruana - Lectura terminada #1550




Mientras viví en el cuarto del jirón Zepita -desde el que escribí mi novela-, me fue inevitable sentirme identificado con uno de mis pintores favoritos, el puneño Víctor Humareda, quien a sus treinta y pocos años vivió en un cuartito tan pequeño como el mío: la mítica habitación 283 del extinto Hotel Lima, en La Parada, habitación que abandonó definitivamente en 1986, cuando el cáncer acabó con su vida.
Los borrachines, travestis e intelectuales decadentes que pululaban en Zepita fueron el material que necesité para darle algo de vida a mi novela. Así, traté de emular al gran Humareda, quien afincó su caballete y su colchón en aquella zona de La Victoria, el centro mismo en el que se sacaban la mierda los cholos y serranos que llegaban en mesnadas desde el interior del país con la ilusión de hallar un destino vital. Humareda no pudo hallar la belleza en otro lugar que no fuera el Centro de Lima y sus alrededores, los cuales dejaban de ser blancos y adquirían, más bien, la tonalidad chaufística de mi piel.
«Veo color en el esfuerzo de esta gente, en sus penurias y alegrías», decía Humareda y, por eso, la mayoría de sus lienzos, retratos vívidos de nuestra Lima, bullen en colores armónicamente chillones, en un estilo similar al de su admirado Henri Matisse. Desde 1950, Humareda captó en sus cuadros la evolución de la Lima criolla y ambulante. Así, prueba de ello, la carpeta pictórica del puneño alberga al cerro de San Cosme, un puesto de venta de ropa en La Parada, el Queirolo, la Quinta Heeren, entre otros lugares que hasta ese momento eran ignorados y desdeñados por la elite intelectual.
Acompañado de un Beethoven que resonaba siempre en su cabeza, o de un Sócrates que le hablaba desde el sillón destripado en la azotea del hotel, y enamorado de la diosa Marilyn Monroe, Humareda, influido fundamentalmente por el estilo de su respetado Henri Matisse, nos ha dejado particular constancia del crecimiento de una Lima que es, ahora sí, el reflejo del país.

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