sábado, 8 de noviembre de 2025

No Seas Apostador - Cuento 03 - "AUSSIE FLASH STORIES" Libro de Daniel Gutiérrez Híjar

 

Perdió cinco mil dólares en lo que duró un partido de fútbol. Se tomó la cabeza y se sumió en un silencio que solo podía culminar en un extenso y atribulado alarido, pero esto último no ocurrió.

Por el contrario, de esa cabeza hundida emergió un rostro auspicioso.

Todavía tengo cuatro mil más. Los voy a colocar en este equipo desconocido que juega en esta liga desconocida de este país desconocido. Su victoria paga ocho veces.

Le indiqué que ese equipo pagaba esa cantidad porque claramente no era el favorito para ganar la contienda.

¿Y tú crees que no lo sé? Es claro que las casas de apuestas nos quieren confundir con su numerología. Pero yo he sido testigo de las muchas veces en que un David ha derrotado a su Goliat. Pasó en la Biblia y sigue pasando en la vida. Y si uno quiere ganar en grande, tiene que apostar por los riesgos grandes. En el riesgo está el triunfo.

Le recordé que hacía unos segundos acababa de perder cinco mil dólares apostando por un equipo que pagaba cinco veces; o sea, por uno que tampoco era el favorito para ganar, y que no ganó.

Sí, pero un buen jugador tiene que seguir creyendo en su instinto. El mal jugador, el apostador falaz, tira la toalla justo cuando en la siguiente apuesta se hallan la redención y el clímax que tanto ha perseguido.

Ciegamente, ingresó su apuesta. Entregó sus restantes y únicos cuatro mil dólares; todo el dinero que tenía en su cuenta bancaria.

Inútilmente, le aconsejé que, al menos, dividiese los cuatro mil dólares en cuatro montos de mil, así tendría la posibilidad de expandir el número de apuestas y las consecuentes chances de ganar.

De ganar una miseria, completó. De ninguna manera, dijo a continuación con fiera rotundidad. Los riesgos siempre se toman a lo grande. ¿Cómo crees que trabajan los empresarios mineros? Ellos les meten harto dinero a los proyectos más riesgosos porque esos son los que dan la plata de verdad. Por eso, yo también me considero un empresario de las minas.

Al terminar el partido, Keiran se convirtió en el orondo poseedor de treinta y dos mil dólares libres de recortes tributarios.

Ese bravío ejemplo me hizo apostador. No tengo dinero propio, solo el que los bancos me ofrecen en incontables y no solicitadas tarjetas de crédito. Pierdo, pero sigo esperando a mi David con la perseverancia de la que ponderaba el ahora empresario minero Keiran.


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