lunes, 7 de junio de 2010

Un hombre más fuerte

Ayer, luego de llegar de Chimbote y después de haber saludo a mi hermano Carlitos, éste me preguntó por la cámara de fotos.

-La tiene Claudia, Carlitos. ¿No te acuerdas que se la presté?

-Es que la quiero para hacer mis películas-me dijo Carlitos.

A mi hermanito le gusta filmar las batallas que planea con sus juguetes y luego los videos en Youtube. Hasta ahora no ha colgado ninguno de sus videos, pero cuenta con una veintena almacenada en el disco duro de la computadora.

Decidí llamar a Claudia. Eran las siete y cuarto de la mañana. Frío domingo.

Me contestó su papá. Sospeché que no me pasaría la llamada, que me diría algo como que su hija ha salido; pero era muy temprano, y encima domingo, como para que Claudia hubiese podido salir a alguna parte. Su papá me pasó la llamada.

Cuando escuché el sonido de unos tacos aproximándose al celular supe que Claudia se disponía a coger el auricular. Por las innumerables veces en que la he llamado a tempranas horas de la mañana y por las innumerables veces en que he oído que se aproximaba a contestarme con el sonido de sus tacos precediéndola, he llegado a la conclusión que Claudita no usa pantuflas, alpargatas u otro tipo de calzado liviano para desplazarse mientras todavía está en pijamas. Parece que sólo usa zapatos de taco.

Esto quiere decir dos cosas:

1. Que no tiene un calzado liviano.
2. Que se pone lo primero que encuentra para caminar. Y lo primero que encuentra para caminar es el calzado que seguramente usó en una fiesta a la que asistió el día anterior. O sea, sus zapatos de taco.

Luego de saludarla le pregunté por la cámara. Le dije si podía pasar por su casa más tarde para recoger el aparato. Me dijo que iba a ver. Después se quejó de que la llamara tan temprano. Su papá podría pensar que la estoy llamando para sacarla de su casa en la tarde y desaparecerse todo el día.

Malicié que seguramente ella había quedado con alguien en salir por la tarde, para lo cual ya contaba con un embeleco para despistar a su madre; verbigracia, salir a comprar ropa. Y yo estaba malográndole el plan llamándola tan temprano. Si ella le pedía permiso a su papá para salir a la calle, su padre iba a pensar que salía conmigo.

Creo que me reprendió más por eso que por el hecho de que la estuviera llamando tan temprano.

-Te llamo más tarde para decirte a qué hora puedes venir a recoger la cámara-me dijo. Era obvio que tenía muchas ganas de seguir durmiendo y, bueno, seguro también eso la molestaba un poquito.

Transcurrió todo el domingo y nunca me llamó.

Lo que rescato de este, para muchos, insignificante episodio, es que no sentí deseos de llamarla para averiguar por qué no me llamaba. Tampoco esperé con ansias a que el reloj marcase las once de la noches –a esa hora cualquier persona hogareña está en su casa, de todas maneras- para increparle por su incumplimiento de palabra.
Estuve tranquilo. Pensé: ya me llamará algún día para devolverme la cámara. Luego no me torturé como en otras ocasiones.

Esto significa que he superado cualquier tipo de cuitas con Claudia. Ella ha dejado de tener esa significancia amorosa que una vez mi corazón albergó por ella. Ahora puedo declararme un hombre totalmente desligado de sentimentalismos baratos de plazuela.

Este nuevo descubrimiento y afirmación de mi nueva condición me demuestran que estoy un poquito más preparado para seguir enrostrándome a las procelosas aguas del mar de la vida por un tiempo más, hasta que pueda asegurar la estabilidad económica de mi familia y haya escrito unos tres o cuatro libros. Una vez que haya alcanzado esos objetivos, me dejaré llevar al infierno del que salí alguna vez para poner mis dos pies en este mundo.

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