No existe fin de semana que no discuta con mi esposa. El problema empieza por algo insignificante, desde mi punto de vista mas no desde el de ella, y alcanza magnitudes insospechadas a las que ya me he ido acostumbrando.Cada fin de semana, las consecuencias de los problemas son mayores. El último fin de semana, ella había tomado la determinación de regresar a la casa de sus padres, recibir el nacimiento de nuestra hija rodeado de ellos y alejarse de mí para siempre. Y todo esto sucede, cuando apenas llevamos tres meses de casados. Nos casamos en octubre y, para ser totalmente honesto, mientras escribo estas parrafadas, no recuerdo el día exacto en que ella y yo contestamos afirmativamente la pregunta que un chamuscado (por su piel profundamente trigueña) alcalde de La Perla nos formuló. Éramos casi cincuenta parejas aquel día que todavía sigo sin recordar, de las cuales supongo que un gran porcentaje ya se ha divorciado o lo está pensando seriamente. Éramos casi cincuenta parejas de las cuales un noventa por ciento de las novias llevaba consigo voluminosos vientres que la blancura de sus vestidos exageraba. Tengo que anotar que el útero embarazado de mi esposa aún no alcanzaba las proporciones que hoy tiene, motivo por el cual nuestra bebé pasó desapercibida durante el evento. No recuerdo el día en que me casé y, desde ya, puedo atisbar que ese detalle será el detonante de alguna futura pelea entre mi esposa y yo.
Ella tiene siete meses y medio de gestación. Como ya mencioné, esperamos una nena. Ruego al cielo que herede todo de su madre, porque su padre es un insecto más de los millones que pululan este mundo.
Este sábado será el último día del curso de psicoprofilaxis al que nos inscribimos en la clínica donde mi esposa alumbrará a Morgana –tal será el nombre que mi señora ha escogido para la criatura-.
Este sábado, una de las amigas de mi esposa le organizará, en su casa, el tan manido babyshower. Yo tenía planeado hacer otras cosas –cosas que todavía no sé cuáles son-, pero tendré que asistir a la reunión. De lo contrario, mi esposa se irritaría violentamente, mandándome al carajo una vez más, como lo ha hecho en los últimos seis o siete fines de semana.
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