sábado, 17 de enero de 2015

Una hora antes del amanecer - Somerset Maugham

Han transcurrido apenas 13 días desde que pausé mi vida minera, pero los he sentido como meses y meses.

Mi esposa se había acostumbrado a mis espaciadas ausencias, y yo, en la mina, alejado y solo, atareado por los continuos encargos, aprendí a valorar y añorar su compañía.

Luego de 13 días, las cosas entre nosotros han vuelto a la normalidad: no existe hora en que no discutamos.

Desde que llegaste solo lees o estás enfrente de esa maldita computadora. Un día la voy a botar, vas a ver.

Cuando no estoy imbuido en mi cuarto proyecto narrativo, el cual sí espero concluir, estoy leyendo.

Las buenas historias son mi portal hacia otros mundos. Me permiten olvidar prontamente las escaramuzas que sostengo con mi esposa y los nervios que me invaden cuando recuerdo que la fecha que puede cambiar mi vida se acerca.

Había picoteado esta historia de Somerset Maugham, Una hora antes del amanecer, pero no pasaba de las tres o cuatro primeras páginas. Sin embargo, esas primeras líneas me auguraban una novela prometedora.



Hace dos días la cogí y no paré hasta llegar al final. Una hora antes del amanecer no es ambiciosa, pero dentro de un escenario reducido, el hogar de una familia inglesa de los años 40 del siglo XX, Maugham logra crear pequeños microclimas que entrecruza perfectamente para llevarnos, sin que nos demos cuenta, a un final sangriento y doloroso.

Los Henderson, una familia en decadencia que se aferra a su rancio abolengo, sufrirán penosas situaciones y se conocerán a sí mismos. Los sentimientos más bajos y las lealtades más puras brotarán inevitablemente en el seno de esta familia a raíz de que verán su tranquilidad y continuidad amenazada por la locura de Hitler y sus tropas, quienes se han propuesto adueñarse de toda Europa.

La traidora Dora, el valeroso Roger, el pacifista Jim, la deslenguada Jane, son algunos de los personajes que Maugham nos entrega perfectamente construidos.

Hace unas horas concluí la historia y volví a mi realidad.


Otra pelea con mi esposa. Yo escribo esto en la sala al tiempo que ella, de un portazo, se recluye en la habitación, prende la tele y entra en su página de Facebook. 

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