viernes, 30 de enero de 2015

La gelatina está deliciosa

El tipo lee unos cuentos de Chéjov sentado a la mesa de la sala. Tiene el torso desnudo. Ha abierto la ventana que está a su costado para que el viento de la mañana le refresque la lectura.

Su esposa acaba de llegar del mercado. Entre otras cosas, ha comprado tres soles de jugo de naranja y una porción de camotes fritos. Deja las compras en la cocina y le lleva al tipo el jugo de naranja y los camotes fritos.

El tipo dice gracias y continúa su lectura.

La mujer entra en el dormitorio. Al salir, le pide al tipo su opinión sobre las gelatinas que preparó el día anterior. Astuta como es en el tema de ver qué falta y qué no falta, la mujer sabe que su esposo ya ha probado una de las gelatinas durante la madrugada.

Del mismo modo en que el día anterior el tipo encomió enormemente el lomo saltado que ella preparó, decidió decirle la verdad. No me gustaron mucho. No estuvieron tan dulces como me hubieran gustado. Pero, no te preocupes, le hecho azúcar, lo revuelvo, y asunto solucionado.

El tipo, sin duda, no vio venir lo que se vino. Porque si lo hubiera intuido, definitivamente hubiera mentido.

¡¿Qué?! ¡¿No te gustó?! Seguro que si tu mamá lo hubiera preparado estarías feliz y ya le hubieras dicho qué rico, mamá. Sí, porque todo lo que tu mamá hace es rico para ti. A mí nunca me dices nada. Todo lo que yo hago está feo. Es horrible para ti. Ya estoy harto de tu mamá.

El tipo deja de lado su lectura. Ya no puede concentrarse. La paz que reinó mientras su esposa estuvo en el mercado fue breve, pero le permitió concentrarse en “Cirugía”, de Chéjov, relato que encontró simpático pero desprovisto de emoción.

Solo puede pensar: en qué momento mencionó él a su mamá. ¿Por qué su esposa incluye a su madre en cada pleito?

Tu mismo hermano, borracho, porque él se atreve a decir las cosas cuando está borracho, me dijo que tú eres el preferido de tu mamá. Por eso él prefiere no ayudar a tu mamá porque sabe que por él nunca ha hecho lo que hacen por ti. Siempre apoyándote en todo. No sé qué tienes tú con tu mamá. Te odio y tú haces que la odie a tu mamá.

El tipo, luego de haber leído las bellas estampas que Chéjov era capaz de crear a partir de gentes simples, zafias y llanas, oye y mira el actuar de su esposa. Chéjov hubiera estado encantado con un personaje como tú.

A la próxima que quieres que te la chupe, llama y dile a tu mamá que lo haga.

Eso sí le duele al tipo. Le hiere profundamente que ofendan a su mamá.

Voy a botar a la basura todas esas gelatinas de mierda. No, mejor se las voy a llevar a mi mamá.

La mujer va a la cocina. Abre la refrigeradora y saca una fuente con seis vasos de gelatina de fresa. Cubre los vasos con un pedazo de tela. Se dirige hacia la puerta de salida. Su esposo se interpone entre ella y la puerta.

El tipo, sabe que hace mal al azuzar el conflicto, pero quiere la paz. No hagas eso. Las gelatinas están ricas.

La mujer deja la fuente sobre la mesa.

Te odio, te odio. Eres un hijo de puta. Un mal nacido.

Llora. Las lágrimas ruedan cuesta bajo y se llevan consigo restos negros del delineador de sus ojos.

Tú haces que odie a tu mamá. Y que te odie a ti, basura. No quiero verte nunca. Cuando regrese no te quiero ver en la casa.

El tipo no sabe por qué su esposa le guarda tanto rencor a su mamá. No soy un mamero, piensa. Con las justas llamo a mi mamá una vez al mes. Sé que debiera llamarla más seguido, pero sé que está bien. Los insultos continúan. Mas el rencor y odio transfigurados en el rostro de la mujer la obligan a usar sus puños. El tipo coloca sus brazos como escudo.

Odio a tu madre. Odio a esa vieja de mierda. Te odio, mierda.

El tipo no tolera más los insultos ni los golpes. Entonces arremete contra ella. No la golpea. Solo la hace retroceder cogiéndola de los brazos. En el forcejeo, su mano izquierda se desvía hacia el arete de su oreja derecha y el lóbulo sangra.

¡Ay, ay, ay! Me sacaste sangre, hijo de perra.

La mujer se recluye en el cuarto y da un portazo. La casa tiembla.

El tipo vuelve a su sitio. Retoma el libro, pero es imposible que vuelva a concentrarse.


La mujer continúa lanzando insultos desde la habitación. El tipo coge la Tablet, se encasqueta sus audífonos y hace clic en una de sus canciones favoritas de Traffic Sound, Meshkalina: Yahuarhuaca wondered why he was high once, yayayayayayayayayaya. Raped the witch and killed the wild Ayarmakas, yayayayayayayayaya. Let me down, Meshkalina. Let me down, Meshkalina. Entonces, un poquito de paz se asomó por la ventana.  

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