martes, 21 de febrero de 2023

Presentación de ASAMBLEA DE PELUCAS, cuarto libro de Daniel Gutiérrez Híjar

Sábado 18 de febrero del 2023: Nuestro autor, Daniel Gutiérrez Híjar, no creyó que en el auditorio del hotel Malka Masi, ubicado en el picante jirón Peñaloza, en el Centro de Lima, se fuesen a colmar las diez butacas que se habían dispuesto enfrente de una mesita de madera sobre la que se lucían tres flamantes ejemplares de su nuevo y cuarto libro “Asamblea de pelucas”.

 

 

Hacía mucho tiempo que los zapatos de nuestro escritor no hollaban las asendereadas calles de Zepita y sus alrededores. Una buena cantidad de años había transcurrido desde que dejó de frecuentar a las modernas señoritas que, ahora en menor cantidad debido al advenimiento de profesionales venezolanas, fatigaban las veredas de Chancay y Peñaloza mostrando el material que sustentaba sus días.

Con mucha pena, Gutiérrez Híjar comprobó que entre la concurrencia estaban ausentes las amigas a quienes trató en aquellos lejanos días del 2016 cuando escribía “El solitario de Zepita” y que le significaron invaluable ayuda para alcanzar la verosimilitud narrativa en dicha novela. Les estaba supremamente agradecido y hubiera querido verlas ahí, ocupando las primeras sillas del salón.

El autor leyó algunos pasajes del libro y muchos de ellos fueron debatidos, criticados y celebrados por el colorido y entusiasta auditorio. La polémica se originó cuando se leyeron las voces de aquellos hombres dedicados a envilecer al prójimo a cambio de un fácil puñado de nuevos soles. El autor explicó que el libro hablaba por todos los personajes que conforman el triste y peligroso entramado de la explotación sexual. En “Asamblea de pelucas” cantan explotadas y explotadores. 

Tres botellas de vino tinto Queirolo fueron descorchados y la presentación del libro, ya convertida en otra cosa mucho más divertida, se trasladó a una de las boîtes de la antigua calle de La Amargura, hoy cuadra nueve del jirón Camaná, en donde, al menos por unas horas, las pundonorosas chicas pudieron ser libres.

Invitamos al público a adquirir “Asamblea de pelucas” en las principales librerías del jirón Quilca: Miscelánea, La Librería del Centro, La Polilla Oculta y Librería Ricardito. Prometemos que el libro no los dejará indiferentes.

 

Atentamente

Ediciones DGH

viernes, 17 de febrero de 2023

Un País Feliz. Una Presidente Transexual en el Perú - Capítulo 19 (Novela de Daniel Gutiérrez Hijar)

 

Si alguien dice: “Yo permanezco en él”, debe portarse como él se portó.

 

Primera carta del apóstol San Juan 2, 6 – Biblia

 

A pesar de haber asesinado a doce curas, Alejandro Pizarro no fue ejecutado sumariamente como cuando se atrapaba a un criminal en flagrancia. Por el contrario, fue celebrado por la mayoría de un país que había empezado a descubrir el valor de un hecho honesto fundamentado en un pensamiento racional.

El cura Luis Cáceda fue su décimo segunda víctima, pero la primera que asesinó públicamente, a vista y paciencia de los tres o cuatro feligreses que le quedaban a la iglesia católica, una religión prácticamente desaparecida en el nuevo país.

Las familias de los once curas asesinados no habían logrado conocer la identidad del cegador de las vidas de sus santos parientes. Habían velado los cuerpos sin un rostro a quien culpar, sin una cara que maldecir. Ahora, esas mismas familias, que veían por las pantallas de sus televisores, computadoras y celulares el rostro de Alejandro Pizarro, empezaban a sentirse redimidas.

Los noticieros se preguntaban qué había impulsado a Pizarro a cometer tales atrocidades. La respuesta la dio el mismo Pizarro cuando Jerónimo Huertas, reportero estrella del canal dos, ingresó en su celda y le formuló la mentadísima pregunta.

Yo amo a Dios, dijo Pizarro. Llevaba las manos y los pies enmarrocados. A pesar de estar inerme, las autoridades consideraron de extrema precaución mantenerlo inmovilizado durante la entrevista ya que, con sus solas manos, había cometido todos sus crímenes, incluyendo el último, que fue atestiguado por la escasa feligresía del cura Cáceda; escasa, aunque no por ello ajena al uso de los celulares con los cuales transmitieron al mundo el estrangulamiento del sacerdote. Y él nos dice muy claramente, continuó Pizarro, a través de Juan en su primera carta que si alguien dice llevar a Cristo en sí, debe portarse como él. ¿Usted no ha visto acaso con qué lujo visten estos curas? ¿Cuándo Jesús se vistió como ellos? Yo nunca he visto a un cura con la sotana raída, sucia, como la del pordiosero que fue nuestro señor Jesús. Entonces, no me hizo falta interpretar la palabra de Dios. El significado era contundente: acabar con esa sarta de mentirosos.

¿Y por qué mató al párroco Luis Cáceda delante de la gente? ¿Qué lo impulsó a salir del anonimato?, dijo Huertas, el gesto juzgador, la mirada penetrante, cuando hacía dos noches, en las postrimerías de las celebraciones de su cumpleaños, rodeado de varias botellas de whisky, les había asegurado a sus primos Julio Huertas y Pedro Chang que estaba totalmente de acuerdo con el asesino de curas y que, no le cuenten esto a nadie, hic, hic, cuando lo entreviste de aquí a unos días, abriré la conversación dándole mis más sinceras felicitaciones. ¿Y si te botan del canal?, le preguntó Pedro Chang, no tan alcoholizado como Jerónimo, pues en ocasiones anteriores el pegarse fuertemente a la bebida le había ocasionado pérdidas de plata y celulares. Que me boten, respondió Jerónimo. Me llega al pincho; yo soy consecuente con lo que pienso. ¡Salud, carajo!

Alejandro se tocó la barbilla. Deseó tener una pinza consigo para arrancarse placenteramente los pelitos que, tercos, atravesaban los poros de su mentón. La palabra del Señor, dijo, por fin. Su palabra me impulsó a salir a la luz. Era parte del plan. En Marcos, cuatro veintidós, el Señor dice que si algo se hace a ocultas es para que salga a la luz. Y salió a la luz la misión que me encomendó.

Jerónimo Huertas le hizo más preguntas y todas fueron contestadas citando la biblia. No hubo más que hacer. 

***

Luis Cáceda, como todos los últimos días de la semana, se preparó rigurosamente antes de dar la misa. Se vistió según mandaba el rito del particular domingo. Lo auxilió el señor López, hombre de cincuenta años que se hizo monaguillo en penitencia por haberle sido infiel a su mujer con la señora que les lavaba la ropa. La felonía la descubrió su cuñado, quien no dudó en molerlo a golpes con la escoba que encontró a mano. Luego, la esposa engañada, lo echó a la calle. Tras unos meses de incertidumbre, el señor López se presentó en la iglesia y se ofreció al servicio del Señor desde su laica posición. Llevaba diez años oficiando de monaguillo y cinco acompañando al padre Cáceda. Sentía que sus pecados habían sido redimidos por completo. Su mujer lo había aceptado de vuelta en casa hacía tres años.

¿Dónde está el anillo de la Presunción?, dijo de pronto el padre Cáceda, con esa voz que parecía dar órdenes a toda hora.

El monaguillo, haciéndose el tonto, preguntó que a qué se refería.

Al anillo que se usa en el día de San Cornelio, tronó Cáceda, quien no era muy afecto a darles explicaciones a sus subalternos. Cáceda quería perfección, rapidez y sumisión.

El monaguillo aún no tenía preparado el recurso verbal que largaría en el momento en que el cura Cáceda se diese cuenta de la ausencia del anillo. Aquel estaba seguro de que aún faltaban dos meses para el día de San Cornelio. Había equivocado sus cálculos. Reunió aplomo y comenzó a bocetar alguna divagación.

Padre, ¿está seguro de que hoy es el día de San Cornelio? Creo que se equivoca. Todavía faltan dos meses.

Cáceda, tipo de paciencia nula, le encaja una cachetada de padre y señor mío. ¡So pedazo de cojudo! Hoy es el día de San Cornelio. Ya, rápido, dame el anillo. Tú eres el único pendejo que sabe dónde está. ¡Rápido!

El monaguillo, sobreponiéndose al dolor de la bofetada, empieza a verbalizar la excusa que le hubiera chantado al padre si éste descubría, todavía en unas varias semanas más, la ausencia del anillo, que había sido pignorado en una casa de empeños en el Centro de Lima. Con un cuarto del dinero recibido, el señor López ingresó a su esposa en una clínica para que recibiera los primeros tratamientos de un cáncer que pintaba muy mal. Con los tres cuartos restantes, probó suerte en una casa de apuestas. Quiso triplicar el dinero. Entonces, formuló dos arriesgadas apuestas. Cada una combinaba los resultados de tres distintos partidos de fútbol. Ninguno de los equipos a los que López les había augurado la victoria ganó. Aquellos tres cuartos de la importante cifra que tuvo entre sus manos pasaron a engrosar el activo de las arcas de la casa de apuestas.

Empeñé el anillo, santo padre. Mi mujer necesitaba curarse de un cáncer y no tenía los medios para someterla a un tratamiento. Yo le voy a recuperar el anillo en dos meses, padre santo. Téngame fe.

Hijo de tu putísima madre, estalla el padre Cáceda. La explosión llega acompañada de una bofetada que le derriba un molar al monaguillo. En pocos segundos, la túnica se le tiñe de un rojo intenso. Y ahora cómo voy a dar misa sin el anillo, estúpido. ¡Anda, dime! El monaguillo, en veinte uñas, busca la muela expulsada. Un minuto para salir, carajo. Límpiate rápido, mierda. Tenemos que salir. Ponte mi sotana blanca y deja de lloriquear. Pero, eso sí, cuando terminemos la misa, no te me vas a ningún lado; voy a llamar a la policía para que se haga cargo de ti.

Pero, santo padre, se atreve a porfiar el monaguillo, yo voy a devolver el anillo en dos meses.

¡Cuál “dos meses”, cojudo! Tú has robado, así de simple; sustrajiste algo sin que nadie se enterara. Eso es robo. Ya sabes. No quiero seguir discutiendo. ¿Ya te pusiste mi sotana blanca? Correcto. Salgamos.

El monaguillo sale hacia el presbiterio. Lo sigue el cura Cáceda. Cuando llegan al centro, ante la imagen de Cristo crucificado, se arrodillan y se persignan. El monaguillo lleva dentro de la boca un pedazo de algodón que le retiene el sangrado.

El señor López y el cura Cáceda se colocan en las posiciones que dicta Roma y este último dice: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. La paz de Nuestro Señor…

                                                   Foto: El Confidencial

Y se corta el formulismo porque un hombre, la mirada roja como la de los reyes foscos, corre hacia el padre Cáceda con unas ganas locas de exprimirle el cuello.

***

¿Por qué no podemos fusilarlo, presidenta? El tipo ha matado delante de todos al padre Cáceda y ha confesado ser el culpable de las muertes de los otros curas. Algo debemos hacer, presidenta. A otros, por solo haber robado una bolsa de pan, les hemos metido harta bala.

La presidente no cede. No, de ningún modo. El caso del señor Pizarro es muy distinto. Él ha hecho justicia como mucha gente aquí a la que se le ha dado la autorización de matar a los criminales en plena ejecución de sus maldades. Los curas que se ha despachado el señor Pizarro son culpables de deshonestidad. El señor Pizarro lo ha explicado muy bien en sus alegatos, y creo que a todos nos queda claro, ¿no? Se le cuidará en un recinto especial, pero tras un mes, como mucho, será liberado. El señor es un héroe. No un asesino.

***

Esto queda entre nosotros, le dijo ella.

No te preocupes. No diré nada. Te pedí un favor y cumpliste, dijo él.

¿Desapareciste el cuerpo?, dijo ella.

Claro, al día siguiente nomás, le aseguró él. ¿Nos volveremos a ver?

No lo sé, Alejandro. No lo sé. Dejemos que la vida nos lleve por donde quiera y si quiere que nos encontremos luego, pues lo haremos. Te quiero, lo abrazó ella.

Yo también, dijo él antes de partir.


jueves, 19 de enero de 2023

Un País Feliz. Una Presidente Transexual en el Perú - Capítulo 18 (Novela de Daniel Gutiérrez Híjar)

 

No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan.

 

San Lucas 1, 13 – La Biblia

 

Estoy embarazada, idiota.

¿Estás segura? ¿Ya lo confirmaste?

Claro que ya lo confirmé, tarado. Tan segura como que me llamo Isabel Masías

El hombre se sienta en el sofá. Se toma la cabeza. El pelo largo se le filtra por los dedos, como hilos de mercurio.



Me salvé de hasta dos pelotones de fusilamiento y ahora vengo a caer del modo más cojudo, dice entre dientes, pero la mujer alcanza a escucharlo y le zampa un carterazo.

¡Cobarde de mierda! Sabía que te esconderías como una rata. En eso, debo reconocer que el cornudo de mi marido sí es un hombre de verdad. A su lado, eres un insecto. Mi marido sí asume sus divinas cagadas, el muy santurrón.

El hombre, como picado en el culo por un resorte rebelde en el sofá, se levanta entusiasmado: ¿Sus divinas cagadas, dices?

Sí, sus divinas cagadas, sus cagadas, al fin y al cabo. Aunque pocas veces la ha cagado. Soy yo más bien la que lo para fregando. Y, a pesar de eso, me aguanta con una paciencia admirable. El pobre ya no sabe qué más hacer para no molerme a golpes. Porque, míralo, de un manazo puede matar a un toro. Aun así, nunca me grita, mucho menos me golpea. Pero no sé cómo vaya a reaccionar ahora que se entere o se dé cuenta de que otro estúpido me ha embarazado. Ahora sí me va a matar. Y si no me mata a mí, te mata a ti. O nos mata a los dos, huevón. Es un fanático religioso. Mucho más que tú. Ya lo conoces. Él buscará la venganza divina.

No estás entendiendo. Con eso de “divinas”, recordé lo santo que se cree tu marido. En el culto, es insoportable, dice él, los ojos refulgiendo de maldad.

Ahorita no tengo cabeza para entender nada, idiota.

Cálmate, entonces, para que me entiendas un ratito, dice él, haciendo un gesto para que la mujer se tranquilice y se siente a su lado.

No me voy a sentar, mañoso. Lo único que quieres es tirar. Si me siento, terminaremos en la cama. Lo sé. A ti solo te importa eso. Es increíble la poca capacidad de entendimiento que tienes. La poca empatía. No sé cómo has hecho para escaparte de la muerte cuando saliste sorteado hasta dos veces para que te fusilen en televisión. Porque si hubieras ido, y te hubieran hecho las preguntas del libro, de hecho, te fusilaban. ¿Llegaste a leer algo?

No, nunca. Nunca leí un libro y ya ves; yo estoy muy vivo aquí y el maricón de la presidenta, bien muerto. Gracias al magnicida desconocido, esos tiempos ya quedaron en el pasado.

Ya no hay tanto pobre como antes. Le reconozco eso, dice la mujer.

Ya no hay mucho, sí, reconoce él. Pero, ven, te voy a contar qué vamos a hacer. Y luego, cuando veas que mi plan está de la putamadre, querrás terminar conmigo en la cama un buen rato. Ya verás.

***

Zacarías camina hacia el altar para colocar la ofrenda al Supremo. Su cuerpo hierve de nervios y exultación al mismo tiempo. Esa última semana ha sido la mejor de su vida. No solo fue ingresado en la Orden Restauradora de la Fe y la Abundancia Espiritual -la ORFAE-, logro, ya de por sí, dificilísimo de conseguir, sino que, al día siguiente de su inclusión, fue designado obispo, cargo cúspide en la organización. Ello le otorgaba el exclusivo privilegio de realizar el ritual de la ofrenda en la misma casa del Supremo -un ambiente hermético y fieramente resguardado en el interior del templo-, en donde, se afirmaba, moraba el espíritu del dios. Se sabe que el exobispo Urbina, en cierta ocasión en que, como Zacarías ahora, presentaba la ofrenda en esa misma casa, el Supremo le habló y profetizó que el presidente maricón sería asesinado y su legado de oscuro racionalismo empezaría a sucumbir. Desde esa vez, el Supremo no había vuelto a hablar con ningún otro mortal. El exobispo Urbina había sido comparado con un Abraham, un Moisés o un Daniel.

Luego de colocar la ofrenda en el altar, Zacarías se postra ante la imagen del Supremo, quien parece recibirlo con los brazos abiertos. El obispo inclina la cabeza y ora en silencio. Agradece el privilegio que se le ha concedido y el retorno de la fe al país, luego de una época de libérrima y sangrienta racionalidad. 

Entonces, oye una voz: ¿Hola?

Zacarías da un respingo. Se supone que es la única persona en la casa del Supremo. El acceso a ese espacio está prohibido para cualquiera, excepto para él. ¿Quién pudo haber cometido el sacrilegio de hollar suelo sagrado? No se apena en lo más mínimo por la futura suerte del intruso: una vez capturado, perderá la cabeza física e indefectiblemente.

¿Quién anda ahí?, dice con energía.

No temas, Zacarías. Soy el Supremo. Te anuncio que tus ruegos han sido escuchados.

¿El Supremo? ¿Mis ruegos? ¿Cuáles ruegos?, pregunta Zacarías, desconfiado, indagando con sus ojos caídos la procedencia de la voz.

Soy el Supremo, el dios a quien ahora mismo acabas de ofrecer ese delicioso cordero ahumado. Me presento ante ti para exponerte que te he elegido el padre putativo de mi Hijo el Salvador, porque reconozco y encomio el empeño que has puesto en lograr que mi nombre y mi legado sobrevivan en esta sociedad de racionalismo y sangre.



¿De dónde me hablas?, dice Zacarías, continuando con la búsqueda del origen de la voz. Mira hacia todos lados, sin disimular sus esfuerzos, pero la búsqueda es inútil. No da con el parlante o dispositivo transmisor de la voz. Parece como si ella surgiese de un punto en el espacio y de ninguno a la vez.

¡Zacarías, déjate de huevadas, y escucha!

El obispo se sorprende. La contundencia de esas palabras es inequívoca. Solo puede provenir de alguien tan puro y directo como el Supremo. Cero paseos, cero hipocresías. Se arrodilla y abre los brazos, las palmas de las manos hacia arriba. Te escucho, Supremo, implora, la cabeza gacha y los ojos concentradísimos en hundirse en la oscuridad de sus adentros.

Zacarías, tu mujer está preñada. Te dará un varón a quién pondrás por nombre Elías. Él es el mesías que todo el mundo ha estado esperando.

Supremo, perdona mi incredulidad, pero cómo será posible que mi mujer quede embarazada si hace tiempo que el pene ya no me funciona. Solo una vez se me paró, y fue cuando, desventurado de mí, accidentalmente vi a mi vecina desnuda. Creo que el problema es que el cuerpo de mi mujer ha dejado de interesarme, Supremo.

¡Silencio, sátiro! Olvídate de esas huevadas y préstame atención. Tu mujer está embarazada. Punto. Así que cuidadito con dudar de la procedencia de ese niño, ¿ok? No querrás verme enfadado y mandando plagas mortíferas a todo el mundo.

Entiendo, Supremo; mi mujer está embarazada y yo seré el padre adoptivo de tu hijo, oh, gran señor, el padre adoptivo del mesías del mundo.

Zacarías, arrebatado por la emoción de tan magno suceso, salta y se desplaza alocadamente de un lado a otro del recinto, dando vivas y murmurando salmodias.

¡Arrodíllate, huevonazo! ¡Quién dijo que te pares! Cuando se oye mi palabra, se permanece arrodillado.

Ese día, Zacarías perdió el habla.


sábado, 7 de enero de 2023

"La reunión de los cínicos" en el programa de Silvio Valencia

 Tras un gran análisis de "La reunión de los cínicos", Silvio Valencia y sus panelistas recomiendan comprar el libro en las principales librerías del Perú.


Link del video: https://youtu.be/q8pGujnST6M


viernes, 6 de enero de 2023

REVISTA CARETAS: "La reunión de los cínicos"

 Aquí el enlace de la nota completa: 

https://caretas.pe/cultura/presentacion-de-la-reunion-de-los-cinicos-de-daniel-gutierrez-hijar/



La reunión de los cínicos

 


Presentación de "La reunión de los cínicos", de Daniel Gutiérrez Híjar

Ayer, 5 de enero del 2023, en interesante conversación con un connotado y juicioso crítico literario, se presentó en el bar Zela (Centro de Lima, en uno de los portales de la Plaza San Martín), el nuevo libro de nuestro escritor Daniel Gutiérrez Híjar “La reunión de los cínicos”. La conversación estuvo amenizada con un par de botellas de Pilsen y la presencia de los estribillos musicales de grupos tan parejos en el estilo, como Maná, RBD y Aviador Dro.

Terminada la conversación, el evento de presentación continuó en la galería de arte Martín Yépez (Centro de Lima, en uno de los portales de la Plaza San Martín, en el restaurado edificio Hidalgo). Desde el balcón del segundo piso de la galería, el libro de nuestro autor fue lanzado como se acostumbra en estos saraos literarios. 


Abajo, en la plaza, un grupo de performers, contratado por esta vuestra casa editorial (Ediciones DGH), recreó una multitudinaria y encendida marcha contra la eliminación de nuestro glorioso Congreso de la República. La instalación plástica fue tan convincente que la policía, alarmada por lo que creía una furiosa revuelta, cercó la plaza para evitar que los performes orinen en las faldas del caballo del nacido en Yapeyú.

La presentación del libro de Daniel Gutiérrez Híjar concluyó con un ameno brindis de refrescante Sprite servida en vasitos de plástico ecológicos.

Pueden encontrar “La reunión de los cínicos” en las principales librerías del jirón Quilca (cuadra 2, Centro de Lima); a saber:

·        La Librería del Centro, de Mabel Cueva

·        Miscelánea Librería

·        La librería del señor Ricardo Tuya

·        La Librería Sakura

·        La librería del señor Jesús Luna

Sírvanse también preguntar por otros libros de nuestro autor, como la novela “El solitario de Zepita” o el cuentario "Latidos del asfalto".