jueves, 30 de noviembre de 2023

MisTraca: El stalker de Pajoy - Cuento de Daniel Gutiérrez Híjar, desarrollado en su Taller de Redacción Brutality

 


Era la sexta vez que se jalaba el ganso y ya no le salió leche. Como siempre, desde que tenía uso de razón, se masturbó calatito delante del espejo de cuerpo entero que le había comprado su padre.

Pajoy estaba sudadito; parecía que hubiese terminado de jugar un partido de fútbol de noventa minutos. Miró la pantalla de su celular; eran casi las diez de la mañana. A esa hora, debía estar listo para producir su diario programa de YouTube, que tenía ya miles de suscriptores, y donde solía bailar y comentar de fútbol.

 

***

 

Había empezado media hora tarde el programa, pero ello no fue obstáculo para que su legión de admiradores le donase cien dólares en superchats. Pajoy terminó el directo feliz y contento. Esto merece otro pajazo, pensó, extasiado.

Media hora después, fue al gimnasio. Era el Total Gym de Breña. Se había inscrito en ese lugar para fotografiar culos, aunque, claro, a sus viejos les había metido el cuento de que necesitaba fortalecer la musculatura que la tenía inexistente.

 

***

 

Haz punche, le dijo Verdurita a Pajoy. Verdurita era un tipo pequeño, narizón como Pajoy, que también se había inscrito en el Total Gym, pero con las intenciones de acercarse a Pajoy para intimar con él. Verdurita siempre le enviaba audios risueños a su programa de YouTube; su deseo era robarle un beso. Verdurita se jalaba la tripa todas las noches viendo las repeticiones de los bailes de su amor platónico. 

 

***

 

¡Qué tal bola que se te ha formado!, le dijo Verdurita a Pajoy, mientras le tocaba los bíceps del brazo derecho. Está bien dura. Pajoy sintió que los tres meses en el gym habían valido la pena. Además, sus pajazos habían cobrado notable sustancia, ya que su celular lo tenía poblado de culos femeninos negros, blancos y trigueños, todos con algo de carne; no mucha. Pajoy era fino; detestaba a la mujer con cuerpo de vedette.  

 

***

 

¿No reconoces mi voz?, dijo Verdurita.

No, ¿por qué? ¿Debería?

Verdurita y Pajoy estaban en los vestuarios del Total Gym. No había nadie en el baño pedorro de ese local, salvo esos dos.

Pajoy se había desnudado con total desparpajo. Estaba habituado a calatearse entre hombres. Lo hacía siempre luego de que peloteaba, por ejemplo. Sus veinte centímetros de gampi le granjeaban la confianza necesaria para pasearse por los baños completamente desnudo.

 

***

 

Verdurita le miró la rata a Pajoy. Era lo que más deseaba en el mundo. Era una vaina muerta que colgaba como plomada de albañil. El glande se asemejaba al trompo con el que solía jugar de niño.

Ya no pudo guardar más su secreto.

Soy MisTraca, el que siempre te manda los audios divertidos, dijo Verdurita. MisTraca era el alías que utilizaba este para comentar en el programa de Pajoy.

¿En serio?, dijo Pajoy, gratamente sorprendido.

Sí, soy tu fan.

Gracias, gracias, dijo Pajoy.

Qué grande la tienes, dijo Verdurita, señalándole la pieza. ¿También haces pesas con eso para mantenerla grande? Con el respeto que te mereces, ¿crees que te la puedo tocar un ratito?

Pajoy se asustó. No se esperaba que el pícaro e ingenioso MisTraca fuese cabro.

No, nada que ver, loco. Yo solamente le entro a las mujeres.

Por fa, dijo MisTraca, ya totalmente desarmado, sumido en el rito de la imploración. Ya, volvió a la carga, aunque sea déjame tocarte un segundito la puntita de esa cabezota de gato que tienes.

Pajoy se compadeció de Verdurita. Recordó que, además de ser uno de los personajes que desternillaba de risa al público con sus audios, también le donaba varios cientos de soles a la semana.

Ya, está bien. Tócame. Pero al toque. Rápido. No tolero huevadas, o si no con este puño…, le advirtió Pajoy.

Pero, que se te pare, por fa. Quiero tener en mi mano tu miembro duro y venoso.

¿Qué?, se sorprendió Pajoy. Toca así nomás, le dijo. Apura.

No, la quiero ver dura, dijo Verdurita.

Pajoy sabía que se le ponía dura solamente bailando calato. Calato ya estaba. Entonces, empezó a bailar. Ni bien se mandó con unos cuantos movimientos, Verdurita empezó a jalársela: sí, así, muévete así, Pajoy, no pares, no pares, no pares, sigue, ya termino.

Pajoy, entregado completamente al juego de la danza, sin darse cuenta, realizó un movimiento que provocó que el glande, ya poderoso y compacto, chocase con la cabeza de Verdura, quien cayó al suelo mugriento de ese baño, totalmente inconsciente.

 

***

 

Amigos, empezó el programa Pajoy, ¿alguna vez se han topado con un cabro en los baños del gym? Yo odio a los maricones. A ver, comenten, comenten; los leo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario