sábado, 25 de noviembre de 2023

Vera, la camarada. Novela de Daniel Gutiérrez Híjar. Capítulo 09 (Final)

 


El poder es un centauro: mitad coerción, mitad legitimidad.

Antonio Gramsci

 

Nos rectificamos, dijo la periodista Susana Vargas en la transmisión que hacía para el Canal 5. En un primer momento, temerariamente llamamos a la señorita que pereció fatídicamente en la marcha “camarada”. La “camarada Vera” fue el calificativo que le endilgamos en vista de algunas informaciones que nos llegaron a nuestra redacción y a las que, lamentablemente, les otorgamos confiabilidad.

Mientras Susana hablaba, en la esquina superior derecha de la pantalla, aparecía una fotografía risueña de la susodicha Vera.

La señorita Vera, que ese es su verdadero nombre y no un perverso alias; la señorita Vera, repito, es una heroína. Sí, repetimos; la señorita Vera es la heroína que, por reclamar el justo derecho que tenemos todos los peruanos de vivir bajo un gobierno con las manos limpias de sangre y de corrupción, y no el que viene llevando la señora Boluarte, murió a manos de un proyectil disparado por la policía.

Un tipo detrás de la cámara a la que se dirigía Susana hacía unas señas.

Me indican que tenemos las imágenes del casquillo del proyectil que acabó con la vida de esta noble muchacha de…, Susana buscó en sus papeles; no podía creer la cifra que el teleprompter le mostraba. El tipo detrás de cámaras, que podía ser el productor del noticiero, le señalaba enfáticamente a la pantalla negra del prompter. Lee, lee lo que está ahí, parecía decirle. A Susana se le llegó a oír lo que murmuraba: Pero no puede ser tan vieja; tiene que ser más joven. Tras unos eternos segundos de pesquisa en sus apuntes, dio con la edad de la heroína. Era cierto lo que estaba escrito en el teleprompter.

Sí, ejem, ejem, decía que pasaremos el vídeo del hallazgo del casquillo de bala que cegó la vida de nuestra heroína de… cuarenta y nueve años, la mártir Vera, dijo Susana con cierta resignación.

***

Cierto día, una mujer es asesinada de un balazo en la cabeza y es acusada de terrorista. Los medios elogian la actitud del gobierno de Boluarte: Así debe tratarse a los terroristas. Quien a hierro mata, a hierro muere. Ese mismo día, asume la presidencia del Congreso peruano el mejor amigo de Germán Morante en el colegio y en la universidad.

Dos días después, la mujer asesinada de un balazo en la cabeza ya no es terrorista; es una heroína de la democracia, un símbolo de la libertad. Los medios destruyen a Boluarte: Que caiga la presidenta. No puede seguir en Palacio alguien que tiene las manos manchadas con la sangre de una inocente.

Al día siguiente, el mejor amigo de Germán Morante, tanto en el colegio cuanto en la universidad, es nombrado, en céleres elecciones congresales, presidente de la República del Perú. Los medios celebran la caída de Boluarte y aplauden con esperanzas al nuevo mandatario.

***

Oye, dijo la señora de Morante. Oye, mocoso, adónde vas.

No soy mocoso, mamá, le respondió Jack. Tengo cuarenta años. No me trates como a un niño. Voy a salir y punto.

¿No vas a ir a la juramentación del amigo de tu papá?, inquirió, escandalizada, la señora.

No, mamá, yo tengo mi propia vida. Tengo MIS propios amigos, dijo Jack condescendientemente, a punto de cruzar la puerta a la calle.

Óyeme, alzó la voz la señora de Morante.

¡Qué, mamá!, suspiró Jack.

La señora se acercó a su hijo y le extendió unos billetes. Diviértete, dijo, una sonrisa de madre abnegada inundándole el rostro. Pero cuídate siempre.

Gracias, mamá, dijo Jack, mansito, los ojos absortos por el monto regalado.

Cuando estuvo a una nada de cerrar la puerta, alcanzó a decirle la señora de Morante: La chica esa que murió en la marcha se parecía bastante a la horrorosa con la que salías, ¿no? ¿O me equivoco?

 Te equivocas, mamá, dijo Jack y desapareció.


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