viernes, 17 de noviembre de 2023

Vera, la camarada. Novela de Daniel Gutiérrez Híjar. Capítulo 05

 


Aunque el amor llegue un día, me da miedo que

tan solo sea esto; y, aunque el amor llegue

un día, también me da miedo que sea mucho más.

Sylvia Plath

 

El profesor tiene que salir. Está preso injustamente. Toda la derecha se confabuló para drogarlo y diera ese lamentable golpe. O sea, pregúntate, ¿quién da un golpe de estado sin asegurarse que el ejército te apoye? Que no me jodan los derechistas de mierda, dijo Jack.

Vera escuchaba atentamente, casi, casi descuidando la mercadería que ofrecía a los transeúntes en plena calle. Se había enamorado de la elocuencia de Jack, de sus inquebrantables convicciones, de su auténtico modo de descifrar y experimentar la vida.

El capitalismo quiere embrutecernos a como dé lugar. El profe Castillo era la única opción, no solo de frescura, sino de cultura que teníamos para darle al país. Yo tuve tiempo de leer su verdadero plan de gobierno, flaca, y créeme que, de haber sido aplicado en su totalidad, este país sería ya potencia mundial, continuó Jack. Pásame la rila, pidió. Su chica le alcanzó lo solicitado. Jack, con la pericia que dan los años, armó en cuestión de segundos un riquísimo troncho. El encendedor, por fa, añadió. Su novia le aproximó el artefacto a la punta del troncho. No, dame, yo mismo lo prendo.

Por eso, es muy importante, flaca, que reunamos a nuestros amigos, conocidos, familiares, no sé, a todos los que conozcamos, para que nos apoyen en esta gran marcha en la plaza San Martín. Nuestra meta es tomar el Congreso y secuestrar a un par de sus ratas para canjearlas por la libertad de nuestro profesor, dijo Jack, tras chupar su troncho y expulsar nubarrones grises que provocaron accesos de tos en su compañera.

¿Tus alumnos?, agregó luego.

¿Mis alumnos?, se sorprendió ella.

Sí, ¿tus alumnos están con el profesor? ¿O son todos unos burgueses de mierda que andan en el carrito de papi y van todas las noches a chupar y drogarse en Barranco?, dijo Jack.   

Mis alumnos son…, Vera dudó. Para empezar, solo tenía un alumno. A Jack le había contado que tenía varios; una decena, o por ahí. Son buenos, se decidió.

¿Buenos? ¿Qué chucha significa eso? ¿No has hablado con ellos sobre la situación geopolítica del país? ¿Ellos no se expresan? ¿O solo van a aprender su idioma burgués para luego estar presumiendo que saben inglés?

Yo enseño francés, corrigió Vera.

Francés, inglés, la misma huevada, flaca, dijo Jack. Francés, todavía. ¿Para qué sirve el francés en el Perú?, dime. Por eso digo, los que estudian esa huevada, por ejemplo, solo quieren panudearse. Tienen plata para tirarla por el wáter, flaca. Discúlpame que te lo diga así, pero sabes que yo soy franco.

Sí, eso me gusta de ti, tu honestidad, dijo Vera, pensando que, si otra persona le hubiera dicho lo que Jack le decía, hace rato ya le habría partido la cara.

Bueno, te encargo que convenzas a tus alumnos de participar en la marcha para restituir al profe en Palacio. Jack le metió otra chupada al troncho. Prosiguió: Y como yo sé que tienen plata, diles que contribuyan con una buena cifra a la causa.

¿Cuánto está el Depredador?, dijo un hombre de unos cuarenta años, señalando a una de las veintitantas figuras de acción que Vera y Jack tenían desplegadas sobre una tela verde en una vereda de la avenida Abancay.

Quinientos soles, dijo Jack. Está en oferta, ah. Aprovecha, hermano.

¿Quinientos soles? Pero si no está en su caja original y…

Y qué, demandó Jack rudamente.

Que lo estás vendiendo en el suelo, pues, se atrevió el hombre. Puta, por una pieza de colección en su caja y con la debida garantía, bien pagados, unos trescientos. Pero esto, agregó, con el Depredador en las manos, está sin caja, usado y, encima, todo cochino. No, pues. Quién te va a pagar quinientos. Ni cagando.

¡Entonces lárgate, conchatumadre!, gritó Vera. La gente que pasaba pegó un brinco. Vete a joder a otra parte. Esto cuesta lo que escuchaste y punto.

El hombre dejó el muñeco sobre el tapete verde y se marchó.

Las cosas tienen un precio, flaca, un valor que es innegociable. Debemos mantenernos firmes si queremos ganar con esto, dijo Jack, mirando la marcha del hombre que se perdía dentro de un grupo de personas que cruzaba la avenida, toreando los buses que la surcaban raudamente y con las clarísimas intenciones de matar a alguien.

¿La plata de estos muñecos va a ser para la causa del profesor?, dijo Vera, acomodando al Depredador al lado de los Thundercats.

Sí, sí, una parte, claro. Hay que pagar sus abogados y toda esa huevada, mintió Jack. Más bien, flaca, recuerda que mañana tienes que ir a ver Josué. Te voy a dejar un regalito con él. Y, ahora que has aceptado enrolar a tus alumnos en la marcha, hablaré con él para que te presente a uno de los principales dirigentes de la causa del profesor. Creo que un congresista. ¿Está bien?

Si eso no era un novio inteligente, generoso y comprometido con la justicia, ¿quién lo era, entonces?, pensó Vera.

***

El sábado te veo.

El hombre escuchó los descargos de la otra parte.

Te he dicho que el sábado. Mañana no voy a poder.

El hombre volvió a escuchar los mismos descargos.

Bueno, depende de ti. Solo puedo el sábado, ¿ok?

Los nuevos alegatos que oyó parecieron desbocarse del tono cordial de la conversación. El hombre, entonces, respondió: Si quieres desaparece, mamita; yo ya me serví. Además, mujeres como tú son lo que más me sobra en esta vida.

Los alegatos se transmutaron en lloriqueos y en una que otra mentada de madre. El hombre no estaba dispuesto a continuar oyendo los lamentos de una mujer que, como la mayoría, por dos o tres almuerzos espectaculares en los restaurantes más exclusivos de Lima, se creía ya su dueña. Ni su esposa lo jodía tanto. ¡Habrase visto! Cortó la llamada.

Un mensaje le llegó al teléfono. El taxista no podía recogerlo: Señor Morante, ¿desea que le envíe un reemplazo?

Germán Morante pensó: Claro, pues, huevón, ¿o crees que me voy a ir caminando? Pero decidió no contestar. Hacía tiempo que no estaba en el Centro de Lima así, sin la urgencia de acudir a las reuniones en Palacio o las oficinas de los diarios afectos al Gobierno, como la de la que acababa de salir. Se sentaba a una mesa, participaba de la toma de decisiones y, con las mismas, tomaba un taxi prepagado a casa. Prefería no llevar su auto al Centro. El tráfico de ese lugar era desesperante. Era mejor que las angustias de los bocinazos y trancazos las sufriera otra persona que no fuera él al volante.   

Pensó recorrer las calles aledañas, perderse por los vericuetos generados por aquellas vetustas y elegantes estructuras que, lo admitía, le fascinaban. Si los cholos estos que han infestado el Centro fueran limpios, otra cosa sería este lugar, pensaba con cada paso dado. Lima le recordaba a la vieja Montreal, ciudad donde formó sus mejores años universitarios.

Así, llegó a la plaza San Martín. Había cambiado mucho desde la última vez que la visitó. Estaba muchísimo más limpia que las zonas vecinas y algunos policías cuidaban de que no se produjera algún tipo de manifestación en favor del expresidente Castillo. Los últimos días habían estado calientes por las protestas surgidas en el interior del país. Se corría la voz del surgimiento de una marcha que tomaría la ciudad y derrocaría (y quizá ajusticiaría) a la actual presidente Boluarte. Esta marcha estaría compuesta, en su mayoría, por un grueso factor provinciano.

El terno que paseaba por ahí, en medio de esa plaza, era más costoso que todas las grises ropas que se congregaban en grupúsculos bullangueros y disformes; incluso, se animó a pensar, mucho más valioso que todos esos seres que las lucían con el rutinario desgarbo del habitante del Centro de Lima, seres sin destino e ignorantes de su pasado.

Uno de los corrillos parecía el más sensato. El resto se desgañitaba pregonando la llegada de Jesús, exigiendo arrepentimientos urgentes, so pena de seguir muriendo en este infierno que es la vida, hermanos, conviértanse, carajo.

Se acercó a la redondela de gente donde un tipo de pelo blanco hablaba con enérgica elocuencia. Entonces, lo reconoció. ¿Sigue por aquí este conchasumadre?, pensó.


1 comentario:

  1. Estoy agradecido por la relevancia y aplicabilidad práctica que mantuviste en tu artículo. ¡Es valioso en la vida cotidiana!

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