sábado, 26 de febrero de 2011

Un gusto prohibido

Hoy es un día muy especial para ella (en gran medida, para mí también, pues su felicidad es la mía). En un local ubicado en las inmediaciones de la Plaza San Martín, en un segundo piso, se realizará el desfile de la ropa que ella diseña. El desfile será el preámbulo de la fiesta gótica que continúa después, con la presencia de algunas bandas de la escena.

Luego del trabajo, como he descrito en otra oportunidad, me dirigía a Quilca, a ver a Wendy. En esta última semana, entre las siete y las nueve de la noche, la tienda de Wendy se llenaba con las chicas que van a modelar sus atuendos. No iban todas en un solo día: unas iban un miércoles, otras un jueves, y así.

Justamente, fue un jueves en que vi a esta chica que produjo algo en mí, algo que creí perdido en mi interior, por el hecho de estar, involuntaria y voluntariamente, abstraído por Wendy. Me gustó. Me gustó esa chica. Su estatura era similar a la de Wendy, su cabello era negro y su piel, blanca (las modelos que Wendy ha seleccionado, dentro del conjunto de sus amigas y conocidas, son todas de piel blanca. Aduce ella que esa piel combina mejor con el color negro que predomina en la moda gótica. Sólo hay una chica, delgada, que posee rasgos más bien andinos y la piel algo trigueña. “¿No es tu prima, Daniel?” me jodía a veces Wendy refiriéndose a ella. Obviamente, no dice esto delante de esa mujer. Si Wendy la escogió fue porque era una chica delgada que lucía muy bien los elaborados corsés de Morgana Boutique. A propósito, la tienda de Wendy se llama así, Morgana)

Wendy le probaba la ropa a la chica que me gustó, que me atrajo. Yo, instigado por el peligro de ser descubierto, le lanzaba algunas miradas. Ella me devolvía las miradas. Difícil me sería precisar si sentía ella alguna atracción hacia mí o si me miraba pensando: qué tal perro, tiene enamorada y me manda miradas, y encima está feo.

Cuando Wendy terminó con ella, y se abocó a probarle ropa a otra chica, yo me aventuré a entablar conversación con la chica objeto de mis torvas miradas. Buenas tetas, buen culo y buenas piernas tenía esa blancona. Me contó algunas cosas de su vida. Se llamaba Elena y era vocalista de la banda gótica Lux Oculta desde hacía dos meses. Me cayó bien, Elena. Espero que yo le haya caído bien. Sospecho que sí.

Hoy seré el asistente de Wendy. Mi función principal será grabar la passarella y las palabras de agradecimiento que Wendy pueda decir al final de la exhibición. Hoy, también, trataré de conversar con Elena y, si la osadía que habita en mi interior se acrecienta, le pediré su número de teléfono.

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