miércoles, 22 de agosto de 2012

Las chicas blancas que he besado

Este no es un artículo que hace apología del racismo. Nada que ver. ¡Cómo podría ser racista si soy un tremendo cholo de mierda! Nada sería más irónico y huachafo que yo en plan racistón.


Esto simplemente es un recuento que surgió a partir de los muchos besitos en la boquita que le doy a mi hijita Morgana Daniela, cuya fotografía adjunto a este articulillo.

Luego de un largo día, llegué a casa para colmar de besos a mi bebé. Su madre estaba a mi costado, observando la escena. Entonces, detuve mi cariñoso accionar y pregunté: ¿A cuántas chicas blancas he besado en mi poco fructífera vida? Mi esposa, acostumbrada a mis inopinados disparates, solo atinó a sonreír. Para mi suerte, no se molestó por lo inconveniente de mi pregunta.

Es cierto que los besos que le doy a mi hijita no tienen ninguna significancia sexual, son, más bien, los besos de un padre que adora desmedidamente a su hija. Pero mi mente (y en general, cualquier mente) funciona de la manera menos esperada, trasegando elementos de un rincón olvidado hacia otro, llevándolos de aquí hacía allá.

A pesar de mi fealdad, he tenido la oportunidad de besar los labios de algunas chicas, algunas menores que yo, otras algo mayores. Sin embargo, de todas ellas solo cuatro tuvieron la piel blanca (y supongo que todavía la tienen de ese color).

Sin ánimos de causarles algún sinsabor o incomodidad, me permitiré nombrarlas para mejor ilustración de aquel lector que tenga alguna extraviada curiosidad sobre este asunto.

Clarissa: Chica de cabello castaño, muy linda, algo más alta que yo. Era una chica muy bella. Hasta ahora me pregunto qué me vio. Cuando le propuse ser enamorados, ella tenía 12 años y yo 14. Nuestra relación fue efímera, apenas llegamos a los tres meses. Qué será de ella.

Patty: Chica de cabello oscuro lacio, simpática. Tenía unas caderas algo desarrolladas para sus 11 años. Era muy coqueta cuando se vestía. Yo tenía 15 años cuando la besé al frente de la fachada de un pequeño colegio de educación inicial en Los Olivos. Nos dimos algunos besos más luego de aquel. No llegamos a sostener una relación de enamorados porque tuvo el buen tino de mantenerme alejado. Ella besaba muy bien.

Andrea: Chica de cabellos oscuros, algo ensortijados, de ojos de algún color muy bonito que no sé describir. Estudiaba Química en la Católica. La conocí en esa institución, durante la celebración de unos juegos algo locos y desmesurados. Era delgada, algo más baja que yo. Hace unos meses la vi desde el bus que me llevaba a mi casa. Ella estaba parada en las afueras del Burger King de la avenida La Marina. Estaba igualita. No había cambiado nada.

Yuliana: Su piel no era tan blanca. Digamos que era blancuzca (si cabe el término). En todo caso, está en mi lista. Recuerdo que se laceaba el cabello. Tenía ojos muy bonitos, cuya coloración se escapa del recuerdo de mi memoria (nunca me fio de mi mente, ya no me funciona muy bien). Estudiaba en la Católica, en el departamento de Ciencias Sociales y adoraba la poesía. Su poeta favorito era César Moro. Siempre tenía una cita o frase de Moro que solía emplear durante alguna conversación. Pudo haber sido mi gran maestra de poesía. Interpretaba sublimemente los versos. Era asidua concurrente de los StarBucks, adonde solía ir acompañada de un libro.

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