Cuando
se termina de leer “El amante uruguayo”, documentado ensayo del escritor
peruano Santiago Roncagliolo, uno queda con la sensación de haber conocido a un
particular personaje a quien, como a todos nosotros en mayor o menor medida, le
urge trascender en la vida, ser recordado por las posteriores generaciones, y
este deseo rige su vida y sus relaciones afectivas.
Enrique
Amorim (1900-1960) fue un escritor uruguayo, quien anheló rodearse de las más
fulgurantes figuras intelectuales de su tiempo para que la posteridad lo
reconociera como parte de aquel círculo conformado por las mentes más lúcidas y
geniales. Fueron muchas las figuras con las que Amorim llegó a trabar cierto
tipo de amistad u odio. No embargante, Federico García Lorca sería el ser que
lo marcaría por siempre.
“El
amante uruguayo” presenta los vaivenes de Amorim y, puesto que es necesario,
toca la vida de aquellas personalidades que coexistieron junto a él.
Amorim,
en sus memorias, relata haber celebrado una reunión privada con, nada más y
nada menos que, Charles Chaplin y Picasso. Sobre la veracidad de tales
reuniones se han tejido muchas versiones, algunas de las cuales desacreditan la
versión de que Amorim realmente fue parte de ella. Fuera de ello, resulta
interesante la forma en que Chaplin y Picasso, genios en sus respectivos
ámbitos, congeniaron perfecta y jocosamente. Cada uno de los varones estaba
acompañado de sus esposas.
Enrique
Amorim siempre estuvo ávido de trascendencia a tal punto que llegó a enrolarse
en las filas del partido comunista, hecho que le valió enemistades fuera de ese
partido y dentro de él.
Leyendo
“El amante uruguayo” el lector se noticia sobre la rijosidad de Picasso, la
altanería y pedantería del escritor Louis Aragon, entre otros interesantísimos datos
que ya se me olvidan debido a la precariedad de mi memoria (el libro lo he
leído hace ya unas cuatro semanas y, debido a que he encontrado un tiempito
propicio, recién escribo estas parrafadas).
Lo
cierto es que Federico García Lorca murió ejecutado en condiciones misteriosas
durante la Guerra Civil Española, razón por la cual el paradero de su cadáver
es todavía un misterio. El libro relata que, durante cierto periodo de la vida
de Amorim, éste desapareció misteriosamente, reapareciendo tiempo después para
oficiar una especie de funeral. Efectivamente, en su ciudad natal hizo
construir un túmulo en honor a García Lorca, debajo del cual enterró una caja
osario cuyo contenido todavía es un misterio. Una de las teorías tejidas es que
el cuerpo del poeta granadino, o al menos sus huesos, descansen en aquella
caja. A aquella ceremonia no asistió ninguna celebridad literaria, hecho que
fastidió a Amorim.
Si
bien el título del libro “El amante uruguayo” induce a pensar que entre Amorim
y García Lorca existió una relación amorosa, el texto no la menciona. Menciona
y documenta, eso sí, que entre ambos
escritores hubo una amistad fuerte. Al menos, esto es lo que da a entender
Amorim. Él era capaz de transformar la realidad para hacer pensar a la
posteridad que la mentira podía convertirse en verdad. Podría decirse que Amorim fue un amante de la buena vida, de la fama, de las reuniones sociales de alto nivel y de la buena poesía.
Rocangliolo
considera que Amorim fue el primer escritor en emplear las técnicas modernas de
la publicidad para impulsar su literatura. Se cuenta a tal respecto que Enrique
Amorim publicó hasta cuatro veces la misma historia basada en un conjunto de
prostitutas errantes que merodeaban las tierras gauchas. Las mencionadas
publicaciones tuvieron mucho éxito en aquellos tiempos.
Hubiera
disfrutado cabalmente de “El amante uruguayo” si hubiera comprado la versión
original, pues el texto viene acompañado de un interesante dossier fotográfico
que, en la versión pirática que poseo, se aprecia paupérrimamente.
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