domingo, 22 de abril de 2012
Morirás mañana 3: Escupirán sobre mi tumba
Lo que Jaime Bayly se ha propuesto con su trilogía: Morirás mañana (El escritor sale a matar, El misterio de Alma Rossi y Escupirán sobre mi tumba) es, creo, ridiculizar cualquier patriotismo, desenmascarar a la gente afectada de puritanismo y moralina, desestabilizar las instituciones religiosas y gubernamentales, decirle al mundo que nadie es perfecto. Lo que Bayly propone a través de sus novelas, sobre todo en esta trilogía, es
Acabo de leer la tercera entrega de su trilogía: “Morirás mañana 3
: Escupirán sobre mi tumba” y, si uno ha leído las anteriores entregas, intuye más o menos el final de esta última, por lo que aquello que dice el fajín con que la venden (El sorprendente final de una trilogía marcada por el odio y la venganza) resulta no muy cierto.
Cierto es, en cambio, que Bayly es un maestro cuando maneja la ironía y el sarcasmo, lo cual hace que hace de sus historias verdaderas fuentes de sonoras carcajadas.
En esta última entrega, Javier Garcés, afamado escritor peruano, se encuentra en Argentina, país que siente suyo y al cual piensa efectuarle una urgente desratización cuando elimine a cinco seres que, en el pasado, le infligieron no pocos desaires: Lola Repeto (mujer fea, malvada, traidora e intelectualmente vanidosa. Dueña de la librería Esplendor. Desde que Javier Garcés rechazó sus ofrecimientos amorosos, ella decidió quemar todos sus libros de sus escaparates), Carlos Cacho Legrand (Truculento y famosos periodista de la televisión. Enano, calvo, de nariz puntiaguda. Le preguntó a Garcés, durante una de las emisiones de su programa televisivo, si fue él quien mató a Anita Casán, una presentadora de televisión y cocainómana de cuidado), Agustín Burdisso (Dandy, heredero de una cuantiosa fortuna, dedicado a reunir a la crema y nata de la sociedad bonaerense en su restaurante. Cuando ofreció una cena en honor a un escritor recientemente premiado, propició que Garcés corriese con todos los gastos, los cuales ascendieron a 1,500 dólares), Nico Oyarbide (Famoso actor y marica conocido que estafó a Garcés pidiéndole 50,000 dólares para hacer un documental sobre la vida del escritor. Nunca se los devolvió y nunca hizo el documental) y un viejo notario flatulento (vecino de Gárces en el edificio en el que vive que lo atormenta con sus ruidos pedorros, con sus meadas y eructos).
La narración del capítulo 15, sobre el incidente que protagonizó Conchita, la abuela de Lola Repeto, cuando llevó su prenda íntima cagada envuelta entre los suplementos de espectáculos y bienes raíces del diario La Nación, no reviste mayor trascendencia para el conjunto de la historia. No es más que una historia que añade una dosis de comicidad al libro.
Esta novela está repleta de historias que siempre incluyen al sexo, al igual que la vida misma. Todos os personajes están ligados al sexo o son adictos al sexo (Burdisso es un afamado dandy que, con parte de la plata que heredó fundó un restaurante para llamar la atención dentro de la sociedad y hacer un casting de los 40 mozos más apuestos cuyas funciones, una vez contratados, consistirán en tirarse a Burdisso).
Bayly viste a sus personajes con los defectos y actitudes que consiguen irritar a cualquier persona mínimamente educada. El autor propicia el ambiente necesario para convertir al lector en entusiasta cómplice de los homicidios que Garcés se ha propuesto llevar a cabo.
En el capítulo 21. Garcés da cuenta de los tres amoríos más o menos memorables que sostuvo en Argentina. Valentina, menciona, fue la mujer que más lo atrajo después de Alma Rossi. Al margen de la cuidad y divertida prosa de Bayly, uno percibe que él arma la trama de su historia a medida que la va narrando –lo cual es perfectamente válido- , que no estructura previamente el argumento en sus detalles. Lo digo porque en el capítulo 6 relata que Garcés tuvo un encuentro casual con Nico Oyarbide en un restaurante alemán, en la esquina de Libertador con Alem. En el capítulo 21, cuenta que en ese mismo restaurante se citó con su ex amante Valentina. El autor no hace referencia, en ninguno de esos dos capítulos, a esta coincidencia de lugares, sabiendo que Garcés posee una memoria poderosa para recordar episodios relacionados a sus enemigos.
En el capítulo 28, Garcés relata el encuentro accidental que tuvo con Borges y su entonces asistenta María Kodama en Buenos Aires. Si bien el relato es encantador y noticioso, e inspira a profundizar en la lectura de los libros de Borges, no aporta nada a la historia en sí. Esta grata anécdota, por otro lado, ya la había publicado Bayly en una de sus columnas en el diario Peru 21.
En esta novela, existe una manía de Bayly con los perros, quienes merecen el desprecio de Garcés: Lola Repetto tiene su perra Benita, la conocida de la abuela de Lola también tenía una perrita de tamaño ratonil, Nico Oyarbide tiene un labrador enorme y baboso llamado Calígula.
En la página 131, Bayly escribe “…antes o después de matarlo…”. Esta construcción está mal hecha pues lo correcto debiera ser “antes de matarlo o después de esto”. Equivocada también es aquella construcción muy recurrente en casos de posibles fenómenos telúricos: ”antes, durante y después de un sismo”.
Los relatos de Bayly son siempre entretenidos. En el capítulo 33, a la vez que Garcés da noticia sobre sus hábitos alimenticios en un restaurante regentado por una madre e hija alemanas, refiere un hecho histórico acaecido en las vecindades de ese establecimiento: la captura del nazi Adolf Eichmann, quien fuera deportado a Israel para ser ahorcado, luego de un juicio, por delitos de lesa humanidad.
El capítulo 35 es, al menos para mí, el más desternillante. Bayly retrató, con la fidelidad con la que podría hacerlo el lente de una cámara moderna, el cinismo más logrado y la desfachatez en su más puro estado.
A pesar de algunas escenas que no aportan mucho a la trama de la historia, pero que están bien narradas y son, por sí solas, interesantes, Bayly logra capturar la atención del lector, lo cual provoca que el libro se escriba de un tirón. El que a Garcés se le escurra constantemente Cacho Legrand, propicia que el lector se convierta en su secreto aliado quien, al lado de Garcés, disfruta con sus arriesgadas ideas para llevar a cabo sus matanzas.
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