viernes, 22 de diciembre de 2023

Novela "El conquistador de Risso" de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 02 de 17

 


Sondeo

 

Yo no soy un hombre ni un poeta ni una hoja,

pero sí un pulso herido que ronda las cosas del otro lado.

Federico García Lorca

 

Lo reconsideré mejor cuando entré en la habitación: tenía que hacerle las preguntas antes de tirar; después, sería imposible. Una prostituta cachaba contigo y luego se fugaba del cuarto para darse una rápida aseada en el baño. Mientras tanto, tú te ibas vistiendo y alistando para que te largases y entrase el siguiente parroquiano. Con Tania, la cosa no era tan maquinal porque ya me conocía; sin embargo, igual debía atender al próximo huevón de la fila. El tiempo era dinero.

Tenía que ser en ese momento; en ese preciso momento en el que la veía con esas tetotas de pezones de madre embarazada -anchos y gruesos-, que me pedían que les pasase varios lengüetazos. Debía vencer la tentación y encajarle la pregunta. Respiré hondo, me di valor y empecé.

Tania, ¿cuánto ganas al día?

¿Cómo?, me dijo, como si no hubiera escuchado la pregunta. ¿Cuánto gano?, repitió.

Sí, mira, disculpa que te haga esa pregunta tan personal, pero es para una tesis de mi universidad. Estoy analizando lo que se gana en una casa de masajes. Supongo que tu negocio se parece bastante al de una casa de masajes, ¿no? Tenía la nariz sudada; me había costado un triunfo improvisar todo lo que le dije.

Tania, restándole seriedad a mis declaraciones, se me acercó y rodeó con sus brazos. Atrajo mi cabeza hacia sus tetas y me apachurró con fuerza. Pugné por no entregarme a la tentación sin antes haber recabado la información que necesitaba para empezar mi emprendimiento en el mundo de la prostitución. Recordé que, luego de tirar con el profesor de filosofía, Tania no había ido al baño a mojarse la concha y lavarse las tetas como solía hacer puntillosamente. Esto me desapareció la arrechura. Pude, entonces, retomar mis preguntas. Liberé mi cabeza y le dije: ¿Cuánto crees que sacas al mes?

Papi, me dijo, ya medio enfadada, ¿vamos a cachar o no? No tengo tiempo para conversar.

Traté de enfriar la situación: Pero, amor, tú me conoces. Soy un cliente antiguo. Sabes que soy de confianza. Solo quiero que me contestes unas preguntitas y ya.

Mira, papito, dijo, ahora sí avinagrada y mostrando las garras, tengo muchos clientes. Así, como tú, tengo varios. Hay huevones que me han regalado hornos microondas, refrigeradoras, televisores. Y de poquísimos de ellos me acuerdo. ¿Crees que me voy a acordar de ti, que te voy a dar un trato especial? Te debe bastar y sobrar con que te la chupe a pelo. Acá todo es negocio, ¿ok? ¿Vas a cacharme o no?

Chúpamela bien, por favor, porque se me ha bajado la pinga, le dije, persuadido completamente por sus argumentos. 


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