viernes, 22 de diciembre de 2023

Novela "El conquistador de Risso" de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 12 de 17

 


Traición

 

Es fácil esquivar la lanza, pero no el puñal oculto.

Proverbio chino

 

Luis le tocó la puerta a Fátima. Ella había salido de la ducha hacia solo unos minutos y estaba secándose el cuerpo con la toalla.

¿Ya te vas?, le dijo Luis luego de que ella le abrió la puerta. Estaba desnuda. No se cuidaba de cubrirse. Fátima, Linda y Silvia eran como sus mujeres. No había pudor alguno entre ellos. En unos cuantos meses, no solo habían logrado consolidarse en el mercado carnal sino también engrosar los lazos de amistad y compañerismo. , dijo Fátima. ¿Querías algo?

No, nada, dijo Luis. Aunque sí, sí quería algo, quería decirle que le gustaba muchísimo, que quería ser su marido, el oficial, pero las cosas no eran tan sencillas. Solo quería saber si ya te ibas. Tenía curiosidad, no más.

Sí, ya me voy.

Luis no supo qué más decir. O sea, sí tenía mucho qué decirle, tenía mil y un maneras de confesarle su amor, de que se hiciesen marido y mujer, de que juntos liderasen el negocio, pero no halló el sendero correcto para encaminar sus palabras, para ser mínimamente coherente, lógico y, todavía así, enamorado.

Pero no te preocupes si crees que es muy tarde, añadió Fátima. Carlitos me va a llevar.

Esto no se lo esperó. La noticia lo golpeó. Su socio lo estaba atrasando. No había otra explicación.

Pero tampoco podía decir que su socio lo estuviera atrasando, al menos no con conocimiento de causa. No le había confesado a Sánchez que estaba enamorado de Fátima. Ya aquel le había advertido que uno no debía entrometerse con el material de trabajo. Nada bueno podía resultar de cagar donde uno comía. Sin embargo, por lo visto, Sánchez desoía sus propias recomendaciones. Con razón el gordo llega tarde a casa, recordó Luis para sus adentros. El pendejo ya se la está comiendo desde hace un tiempo, entonces, malició.

Unos minutos después, ya solo en el departamento, Luis dejó todo en orden y fue hacia la casa de Sánchez, quien todavía lo alojaba. Comprobaría si al llegar lo encontraba.

Cuando arribó a la casa de Sánchez, no halló a nadie. Blackie, el perro, descansaba sobre el bello sofá de cuero que hacía tiempo había hecho suyo. Esa casa casi siempre estaba vacía. Prácticamente, había sido comprada para el perro. No, no estaba Sánchez. ¿A qué hora llegaría? Luis comenzó a calcular el tiempo que le demoraría a Sánchez dejar a Fátima en su casa de San Martín de Porras y luego regresar a Breña. Le añadió a ese tiempo algunos imprevistos. Dos horas, concluyó. Si no llegaba en dos horas, entonces en algo más estaría entreteniéndose con ella. Era mejor no pensar en eso. Luis se fue a su cuarto, puso en el celular un vídeo porno y, luego de masturbarse, se durmió.


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