viernes, 22 de diciembre de 2023

Novela "El conquistador de Risso" de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 08 de 17

 


El engaño

 

Si me engañas una vez, tuya es la culpa;

si me engañas dos, es mía.

Anaxágoras

 

¿Dónde está tu puta? Los ojos de la señora de Palma querían asesinar a alguien. Ahora me va a escuchar. Y después me vas a escuchar tú, desgraciado. Mi papá te va a dejar en la calle ni bien le confirme la perrada que me has estado haciendo.

No sé de qué hablas, mi amor, dijo Omar Palma, obsequioso, tranquilo, inocente.

Sabes muy bien de lo que te estoy hablando. Ya vas a ver en la casa. Ahorita quiero dejarle las cosas claras a tu puta.

¿A mi puta?, dijo Omar, completamente extrañado.

No está. ¿Este no es su sitio?, se desesperó la mujer.

Este es el sitio de Checha, amor. A ver, o sea, ¿crees que tengo algo con Checha?

No lo creo; estoy segura, huevón, dijo la señora de Palma.

Amor, no tengo nada con nadie, mucho menos con Checha. Sí, este es su sitio, pero qué raro que no esté aquí sentada. ¿Será que aún no llega a la oficina? Hoy llegué tan absorto en un asunto que ni cuenta me di de si estaba Checha.

¿Dónde la has escondido, pendejo?, reclamó la mujer, los ojos acerados.

No he escondido a nadie, amor. Seguramente Checha no ha venido. Ya es la tercera vez que falta. Voy a correrla inmediatamente, dijo Omar, molesto.

Tu oficina. ¿Por qué está cerrada tu oficina?, dijo de pronto la mujer.  

No he estado en mi oficina, amor. Desde que llegué, me instalé en la sala de reuniones. He estado conversando con los socios de Fred por videollamada.  

Vamos a tu oficina, huevón. A mí no me engañas, dijo la mujer, arrebatada, con muchas ganas de abrirle la cabeza a la secretaria de su marido.

Cuando se acercaron al lugar, las persianas de los vidrios cubrían apropiadamente su interior. No había resquicio alguno para el ojo fisgón.

Está cerrada la puerta. Ábrela, ordenó la mujer. Omar Palma insertó una llave en la cerradura y la puerta no cedió. Está cerrada por dentro, amor, dijo él, sorprendido. Qué raro, continuó. Alguien debe de estar dentro.

Claro, pues, estalló la mujer. Adentro está tu puta, miserable. Y, sin esperar a que se hallase alguna otra forma de abrir la puerta, le lanzó patadas y puñetes. Ábreme, puta, ábreme, gritaba. El vidrio templado vibró como placa de metal.

Omar Palma, alarmado por esta situación, tomó impulso y corrió hacia la puerta, dirigiendo uno de sus hombros contra el punto débil de la estructura. Cuando la puerta se desmoronó contra el suelo, Palma y su mujer vieron a Luis Fuentes y Checha Vivanco medio desnudos, vistiéndose apresuradamente, la angustia y la desesperación deformando sus miradas.

 


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