domingo, 23 de mayo de 2010

Las horas extra

“Nadie puede ser obligado a trabajar horas extra”, dice la ministra del Trabajo y Promoción del Empleo, Manuela García.

Afirma también que “el trabajo en sobretiempo es voluntario”.

Hasta ahí, todo muy bien.

Sin embargo, añade después que se le puede obligar a una persona a trabajar horas extra en casos justificados en que la labor resulte indispensable por un hecho fortuito o de fuerza mayor que ponga en peligro al personal o los bienes del centro de trabajo.

Con esto último, lo que al principio era un dictamen perspicuo se presta a diversas interpretaciones que pueden hacer que el trabajador jamás perciba económicamente lo que le corresponde por trabajar de más.

Para la persona o empresa que contrata siempre va a haber casos fortuitos o casos de fuerza mayor. Siempre existirán casos de urgencia que necesitarán que el empleado trabaje por arriba del límite horario establecido con su empleador. Y el empleado jamás verá un centavo de su producción adicional.

Conozco algún caso de empresas en los que quedarse luego de que la hora de salida ha llegado es parte de la entrega personal con la compañía. Así, resulta meritoria y loable la actitud del empleado que se queda unos minutos más tarde de lo establecido. Pero ese mérito no se reflejará en monedas que puedan brindarles al trabajador y a su familia la satisfacción y bienestar que necesitan.

Mi queridísima amiga Claudia rara vez sale a la hora pactada en su contrato de la oficina en la que vive recluida seis días a la semana. Me cuenta que “lo normal” es que salga media hora o una hora después de las siete de la noche. Nunca ha recibido un pago adicional por el sobretiempo que realiza en la semana.

Cuando yo me desempeñaba como supervisor en un laboratorio, dejaba que los practicantes se retirasen a la hora que estipulaba nuestro régimen laboral. Algunas veces, por órdenes que venían desde arriba de la pirámide laboral, algunos compañeros tenían que hacer sobretiempo. A fin de mes se les depositaba el íntegro de su sueldo pero sin algún añadido.

A mí siempre me gustó hacer sobretiempo. Nunca me he quejado. Creo que aprendo un poco más quedándome un rato extra. Aprendo a ejecutar mis actividades dentro de los límites de tiempo establecidos. Siempre se aprende algo más cuando uno hace sobretiempo.

Nunca se me ha recompensado, en ninguno de los trabajos que he ejecutado, por haberme “comprometido” con la empresa. Sin embargo, seguiré poniéndome la camiseta del lugar para el que trabaje, aunque “mal paguen” o no paguen.

Pero, en esta columna, mi propósito es defender el derecho de los demás. Y la mayoría de trabajadores exige que se le reconozcan esas horas que pierden en desmedro de un buen descanso o de un buen momento familiar y a favor de la producción de sus empresas.

La ley debe ser clara y no un cobijo de equívocos. La ley debe ser así: “Nadie está obligado a trabajar horas extra, bajo ningún motivo”. Punto. “Si se trabaja en sobretiempo entonces se debe hacer efectivo el pago que la ley estipula”. Punto final.

Hasta pronto.

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